VALÈNCIA. ¿Cuánto puede dar de sí una patata? En manos de Joan Verdú, mucho más de lo pensado. De la amistad del artista y el cocinero Joaquín Schmidt, ha surgido un proyecto que nace de una simple patata. En torno a ella se reúnen más de medio centenar de personas para rendirle el homenaje definitivo a Verdú, que padeció el silenciamiento de las instituciones culturales valencianas cuando era crítico con ellas desde sus columnas periodísticas.
La historia se remonta a las continuas comidas compartidas entre Joan Verdú y Joaquín Schmidt. “Al final, venía tanto que a veces entraba a la cocina y se cogía otra ración él mismo, o se quedaba después con el restaurante cerrado a hablar conmigo”, cuenta el chef. De aquellos días guarda las conversaciones en la que uno y otro hablaba de su universo creativo. En una de esas, Verdú le cuenta que está haciéndole agujeros a cosas. Y otro día, Schmidt decide coger un vaciador de fruta y agujerear una patata. La fascinación de Verdú tuvo un nuevo viaje de vuelta: transformó aquella patata en una gran obra. Y la patata, cerrada en un bote, se momificó a los pocos días.
De aquella anécdota, nace, años después, la chispa de una idea. La de rendirle un sentido homenaje a una persona a la que las instituciones valencianas le han dado siempre la espalda. Joaquín Schmidt decide tirar, otra vez, de amistades y reúne a su grupo de peculiares (un grupo de personas variopintas de distintas disciplinas a las que les une el cocinero) y les propone generar un proyecto en el que tienen que reinterpretar la patata Verdú/Schmidt.
Entre las personas que reciben el encargo, la periodista Teresa Doménech coge parte de la batuta junto al cocinero y el hijo de Joan Verdú, Tomás. Y en una de aquellas reuniones del proyecto, MacDiego, uno de aquellos peculiares, empieza a ver que la publicación ha de escalar. “Les pregunté si habían tenido en cuenta a algunas personas (como Cazadoras Asociados) que pensé que les gustaría que colaboraran y, como Verdú tenía tantas buenas amistades, acabé pidiéndole a casi 100 personas que formaran parte”, cuenta MacDiego. "El nexo ha sido Joaquín, y sobre todo, un sentimiento de amistad. Tanto la de él con Joan Verdú como la que nos ha ido uniendo la gente implicada", suma Teresa Doménech.
Finalmente, más de medio centenar de personas han participado. Gente de cualquier disciplina e incluso personas que no conocieron en vida a Joan Verdú. Álvaro de los Angeles, Benjamín Carreres, Boke Bazán, Daniel García-Sala, Daniel Torres, Jesús Trelis,"el Flaco", Miguel Calatayud, Mila Villanueva, Ortifus, Rafa Marí, Román de la Calle, Rubén Tortosa o Salva Nebot, tan solo son algunos nombres elegidos al azar.
Dos años de trabajo desde la primera reunión y finalmente el pasado mes de marzo se parió un libro y una exposición, que reúne todos las reinterpretaciones. Primero fue el turno de la sala de exposiciones municipal de Alzira. Ahora se encuentra en el restaurante de Joaquín Schmidt, que ya de por sí es casi un museo de la cantidad de obras de Joan Verdú que tiene. Junto a la exposición, el cocinero está realizando unas presentaciones del libro por una buena causa.
Hace cerca de 20 años, Verdú terminó un cómic y se lo presentó a MacDiego y Paco Camarasa, responsables entonces de Edicions De Ponent. El hombre que corre era una historieta sin un hilo narrativo, adelantándose a una tendencia del noveno arte español: la conjunción entre el arte, la poesía y la ilustración. El proyecto tuvo el visto bueno de los editores, pero se fue olvidando y quedó inédito definitivamente. Se llamaba El hombre que corre, y contenía toda la iconografía pop característica del artista.
Cuando MacDiego entra en la ecuación de la Patata Verdú/Schmidt, ve una nueva oportunidad de oro para hacer ese proyecto realidad. Con la complicidad de la viuda y el hijo del artista, recuperaron el cómic y es el reverso, en la misma publicación, de las reinterpretaciones. Todo acaba formando el homenaje definitivo al alzireño. Y como él, todo es caótico pero lleno de gente y amistad.