COX. Entrados ya en 2018 y tras las semanas del nuevo que se suelen conceder de respiro para que la programación del nuevo curso empiece a andar, la sala TNT de Cox, una de las instituciones rocknrolleras de la provincia, vuelven a entrar con potencia en los oídos de aquellos que así lo deseen. Este próximo fin de semana hay un suculento menú que va desde el trash’n’roll suizo hasta el rock’n’roll clásico con olor a ochentas y canciones de garage con recuerdos melancólicos que ahogar en sustancias etílicas. El viernes será el turno de WolfWolf; el sábado, de Los Radiadores.
El dúo suizo WolfWolf es el encargado de inaugurar el curso rockero en Cox, además, lo harán presentando su último trabajo, The Cryptid Zoo, publicado en septiembre de 2017. Se trata de un álbum en el que han limpiado bastante su sonido en comparación con su hermano mayor, Homo Homini Lupus, de 2014. Un acabado más pulcro pero en el que no renuncian a la filosofía musical en la que están instaurados: un cruce entre el country en sus raíces, el blues en la superficie, y por supuesto, un poco de rock‘n’roll y sonido andrajoso para restregar por los oídos y las barras de los lugares donde tocan.
Desde versiones de los Ramones pasadas por un filtro de tempo más bajo y acústico, hasta cortes de temática ufológica con referencias a Roswell, el de WolfWolf tiene todos los alicientes para ser uno de esos directos en los que sudar y agitar la nuca alegremente. Desenfadados, con un toque macarra, y por supuesto, con ese ritmo blues sudoroso que transmite calor y nervio a quienes presencian sus bolos. A su vez, un ejemplo también, una vez más —y ya van…—, de que con una batería y un guitarra —y algún arreglo de estudio— es suficiente para sacar adelante una propuesta que haga bailar o sentir el sonido metálico del slide en las sienes. Distorsión, voz quebrada y chulería. Bien para empezar el finde.
Un día después, el sábado, aterrizarán en la sala alicantina Los Radiadores, un conjunto valenciano algo más tradicional en lo que a rock ‘n’ roll se refiere, con dejes que huelen al Loquillo ochentero. Y por encima de todo, a esas humildes canciones que sin embargo tienen el espíritu de himnos —ahí queda 'Buddy Holly'—, aunque sea a un nivel más pequeño, para fundirse en el tequila en la barra de un bar. Temas de perdedores, de nostalgia, pero también de historias mundanas en las que exhibir el sonido eléctrico y bluesero que destilan.
Dentro de lo poco conocidos que puedan ser, sin duda esconden en sus canciones detalles de gran grupo, con estribillos altamente adictivos, acertados juegos vocales que acompañan y lo más importante, buenas letras que quedan perfectamente aderezadas en un rock ‘n’ roll con mucha, muchísima clase. Canciones generacionales, angustia etílica, músculo rockero y temas a estrenar por su tercer disco. Una cita más que apetecible, sin pretensiones, con versos que golpean fácil y con mucha personalidad. Lo que siempre fue el rock ‘n’ roll.