(esta es la biografía profesional que escribió Justo Oliva Meyer en la revista Vía Arquitectura del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunitat Valenciana)
Cuando se han pasado horas y horas en el archivo profesional de Juan Antonio García Solera, es difícil escribir sobre su obra con la objetividad que exigen estas líneas, sin dejarse llevar por las gratas sensaciones producidas por la contemplación de sus planos y dibujos, en suma, por la contemplación de su arquitectura.
Carlos Flores, al estudiar el reencuentro durante la década de los 50, tras el período Autárquico, de los profesionales españoles con la arquitectura moderna, cita dos generaciones de arquitectos de posguerra que apuestan decididamente, dentro de un ambiente cultural adverso, por una nueva arquitectura alejada de los planteamientos del Régimen. La primera de ellas sería la de arquitectos nacidos en torno a 1915 y titulados entre 1941 y 1946 (Cabrero, Coderch, Valls, Aburto, Fisac, Moragas, Sostres).
La segunda generación apuntada por Carlos Flores es la representada por aquellos arquitectos que empiezan a ejercer a principios de los años 50 entre los que se encuentran Bohigas, Martorell, Corrales, Molezún, Cubillo, García de Paredes, La Hoz, Correa, Milá, Ortíz Echagüe, Romany, Sáenz de Oiza, Sierra, Carvajal…
Juan Antonio García Solera nacido en Alicante en 1924, y compañero de promoción de Javier Carvajal, comienza a ejercer como arquitecto en su ciudad natal en el año 1953 recién terminados los estudios de Arquitectura en la Escuela de Madrid. Sin lugar a dudas por la cronología apuntada, pero sobre todo por la significación de su arquitectura en la ciudad, García Solera es el representante en Alicante, de esa segunda generación de arquitectos apuntada por Carlos Flores.
La década de los 50 es seguramente la más reivindicativa en la trayectoria de esta generación de arquitectos vinculados con la modernidad. El ambiente cultural de la segunda década de la Dictadura todavía preconiza los casticismos e historicismos imperantes en la década anterior por lo que la transición hacia un lenguaje moderno ha de hacerse con moderación. En este sentido la obra del Hostal San Juan en la Playa de Muchavista (El Campello, 1955), y más concretamente el dibujo de su alzado al mar (1), se puede considerar como un pequeño manifiesto de modernidad en el Alicante de los 50. Como ya apuntan Beviá y Varela es clara la relación de este edificio, publicado en su día en la RNA, con la arquitectura de Coderch, introduciendo la modernidad en la sociedad alicantina a través de una reinterpretación de la arquitectura tradicional, aunque la referencia del poblado de colonización de San Isidro de Albatera (Fernández del Amo, 1953) situado al sur de la provincia de Alicante, parece más cercana y directa.
La adopción de un lenguaje internacional, más relacionado con la ortodoxia racional que con propuestas vinculadas a imágenes mediterráneas, se produce en el proyecto para Escuela de Maestría Industrial (Alicante, 1957) en el que el nítido prisma blanco compone sus huecos a través del implacable módulo que define la estructura, pintada en un tono azul marino, casi negro (2).
Durante los años 1956 a 1958 García Solera realiza diversos edificios de viviendas en el centro y en el Ensanche de Alicante que, aunque cronológicamente no son los pioneros de la modernidad en la ciudad, destacan por dos aportaciones fundamentales al panorama local: por un lado, la introducción en las fachadas de trazados radicalmente modernos totalmente desvinculados de criterios clásicos y académicos de composición; y en segundo lugar la generalización del uso de diversos materiales -tanto tradicionales como modernos- hasta entonces muy poco utilizados en Alicante a la hora de definir la imagen del edificio: ladrillo caravista, gressite, perfiles metálicos, paños de vidrio, aplacados de piedra natural… El edificio de la calle Duque de Zaragoza, ángulo a la Rambla de Méndez Núñez (Alicante, 1958) ejemplifica claramente las características apuntadas (3).
Tras siete años de ejercicio profesional Juan Antonio García Solera, demuestra durante los primeros años 60 una gran madurez en su arquitectura, asumiendo en sus principales proyectos imágenes de gran contundencia, claramente influenciadas por la arquitectura de Neutra y Mies. El primer proyecto de este periodo lo constituye el nítido prisma de la clínica Vistahermosa (Alicante, 1960), edificio que aunque de pequeña escala, destaca en el panorama de la arquitectura alicantina por la coherencia de su lenguaje (4). La clínica hasta hace poco mantenía en el interior su ligera escalera de peldaños de madera colgada del forjado superior mediante una fina perfilería metálica, pero una reciente intervención no ha mantenido ni siquiera esta pequeña demostración de que la calidad arquitectónica comienza en la coherencia del planteamiento general y termina con el concienzudo diseño del detalle constructivo.
Este primer ejemplo tiene su continuidad en una de las mejores piezas de la arquitectura alicantina moderna y, por qué no decirlo, de toda la Comunidad Valenciana. El edificio del CESA (Alicante, 1965-1974) se instala en el interior de una pinada de manera que cuando uno pasea pos sus pórticos casi no entiende que la vegetación pudiera existir sin el edificio que se sumerge bajo las copas de los árboles (5). Curiosamente esta arquitectura se integra con la naturaleza asumiendo una ortogonalidad estricta fruto de un módulo que se repite una y otra vez remarcado en sus cuatro ángulos por la fina estructura metálica (6).
Los diferentes pabellones se atan mediante losas de hormigón que levitan sobre los negros pilares (7). Como en la clínica, el arquitecto demuestra en el CESA una gran soltura en el diseño de edificios de escala media en los que el usuario se llega a sentir realmente como en su casa, pese al uso público que cobijan. La omnipresente estructura metálica pintada de color gris dota de ligereza a la construcción vinculada de forma directa a la arquitectura de Mies. El reconocimiento de este edificio supera el ámbito regional siendo recogido en dos de las tres últimas guías de arquitectura nacionales que fueron publicadas durante los años 1996 y 1997.
Durante toda la década de los 60 García Solera realiza constantes ejemplos de viviendas urbanas que continúan las investigaciones apuntadas en los primeros ejemplos de finales de los 50 ya comentados. En esta tipología la referencia a la arquitectura catalana en general, y a la de Coderch en particular, es constante. En este sentido la utilización masiva de mallorquinas de lamas abatibles en la urbanización El Parque en la avenida de Padre Vendrell (Alicante, 1965) confieren al edificio una de las imágenes más rotundas de la arquitectura residencial alicantina de los años 60 (8).
Pero quizás el edificio de viviendas más publicado de este periodo sea el de la calle Virgen del Socorro (Alicante, 1964). En este caso más que la composición y los materiales de la fachada, destaca la ordenación de los volúmenes dentro de la parcela, y por lo tanto la reflexión que hace el arquitecto sobre como un edificio residencial urbano puede generar en una parcela convencional un espacio propio en el que se introduzca la naturaleza y que dote de una mayor calidad de vida a sus usuarios (9).
En el capítulo de la residencia colectiva de estos años, destaca un proyecto a caballo entre la edificación y el urbanismo: el complejo residencial Vistahermosa (Alicante, 1962) que supone la creación ex novo de un barrio de viviendas en el entorno de la huerta alicantina y situado tangencialmente a la carretera nacional de salida hacia Valencia.
García Solera ya había experimentado en el barrio de San Francisco de Sales (Elda, 1957) la creación de un barrio de viviendas sociales en la periferia de una ciudad dotado de unos equipamientos básicos (mercado, escuela, iglesia, comercios y centro social), utilizando un lenguaje moderno que se alejaba de la imagen estereotipada, al uso en la época, de estos conjuntos urbanos. Sin embargo con el lenguaje utilizado en el Complejo Vistahermosa -nuevamente relacionado con la arquitectura de Coderch- García Solera alcanza un nivel de madurez y coherencia difícil de encontrar en construcciones de la periferia española de los primeros años 60 (10).
Todos los edificios residenciales se atan mediante paseos cubiertos por una fina losa de hormigón, que como ocurría en el CESA se complementan perfectamente con la vegetación que envuelve a las edificaciones y que constituye el principal equipamiento del barrio.
Los edificios de uso público (escuela, restaurante, tiendas, zona deportiva, iglesia) se integran entre los bloques y las torres de forma totalmente natural (11, 12). En muchos casos no se sabe donde comienza el edificio residencial y donde termina el edificio de equipamiento, de tal manera que cada recorrido genera sus propias perspectivas, sus propios puntos de interés.
La calidad del diseño de este complejo urbano comienza en la escala de todo un barrio de viviendas, descendiendo hasta la del diseño del más mínimo detalle, como puede ser el antepecho de los pasos cubiertos o como son los elementos decorativos de la iglesia: vidrieras, rejas, falsos techos, relieves escultóricos,…
Cabe citar el interés del pequeño edificio de las escuelas, así como el del edificio de la iglesia (13) que constituye uno de los buenos ejemplos de arquitectura religiosa que García Solera realiza en los años 60: iglesia del barrio de San Francisco de Sales (Elda, 1957); iglesia de Torrellano (Elche, 1960); capilla del Hogar Provincial, (Alicante, 1968).
Durante el primer lustro de los años 60 Solera realiza diversas viviendas unifamiliares de gran calidad vinculadas a la ortodoxia racionalista en el que las imágenes nos rememoran arquitecturas de Coderch y Neutra. La imagen de la casa para Markus Knoff en la Condomina, (Alicante, 1964), planteada como un prisma elevado sobre la planta baja nos recuerda planteamientos minimalistas tan de moda en la arquitectura actual (14). Su imagen, claramente internacional, se matiza con referencias mediterráneas en otros ejemplos coetáneos: la casa para Perez Devesa en la playa de San Juan (Alicante, 1962) y la casa para Elisa Tovar en Vistahermosa (Alicante, 1963) en la que aún manteniéndose la idea del prisma elevado sobre el nivel inferior, la distribución de la planta baja se resuelve con mayor libertad (15). La imagen resultante denota que el arquitecto, a la hora de resolver el programa de una residencia unifamiliar, profundiza en las posibilidades, tanto compositivas como constructivas, que le proporciona la arquitectura moderna.
Juan Antonio García Solera siempre ha considerado de gran importancia su faceta como arquitecto urbanista. Los trabajos realizados en este campo, además de constantes durante su ejercicio profesional, en muchos casos, han sido de gran envergadura.
Sin lugar a dudas su trabajo más relevante fue la redacción del Plan General de Alicante en colaboración con Julio Ruiz Olmos, que comienza en el año 1968 y termina con su aprobación en el año 1973. Aunque su desarrollo nunca se llevara realmente a la práctica, dada la tardanza de su aplicación por parte de la administración local y su posterior sustitución en 1987 por el Plan actualmente en vigor, el documento redactado supone una importante reflexión sobre la ciudad de Alicante. Todavía hoy en día -27 años después- la ciudad no ha sido capaz de realizar alguna de las infraestructuras propuestas por García Solera (Vía Parque), o acaba de terminar otras que ya estaban planteadas en este documento (Gran Via, Prolongación de Alfonso el Sabio).
Como hacen Marius Beviá y Santiago Varela a la hora de sintetizar a grandes rasgos los directrices de este plan, cabe recoger los cinco puntos generales que Solera define en los esquemas generales del mismo: 1) impedir el crecimiento tentacular de la ciudad, 2) desarrollar la ciudad en paralelo al mar, 3) tratar de reducir la densidad media, 4) plantear remodelaciones interiores en la ciudad ya construida y 5) conservar la Huerta de Alicante (16).
La ciudad, prevista para 150.000 habitantes, se divide en 1) la ciudad representativa (la ciudad ya consolidada), 2) la ciudad residencial -al norte- vinculada a las zona de las playas, y 3) la ciudad de servicios y comunicaciones -al suroeste- que abarcaba desde el aeropuerto, ya en término municipal de Elche, hasta San Vicente del Raspeig, y que incluía una importante zona industrial, un mercado central vinculado a una estación de camiones, y un importante conjunto de infraestructuras ferroviarias.
Simultáneamente a la realización del PGOU de Alicante, García Solera realiza numerosos planes parciales que desarrollaban su propio Plan General, o que actuaban sobre otros términos municipales. Algunos de ellos intervenían sobre la ciudad consolidada (prolongación de Alfonso el Sabio), otros lo hacían sobre zonas industriales, o sobre zonas de segunda residencia del interior, o en zonas turísticas pegadas a la costa. Dentro de éstos últimos destacan dos documentos: el primero de ellos el Plan Parcial "La Cala" (Villajoyosa, 1973) -realizado en colaboración con Juan José Aroztegui Huarte- y que plantea una urbanización en unos terrenos lindantes con el término de Benidorm en la que se pretendía desarrollar la edificación en torno a un lago generado de forma artificial introduciendo el agua del mar en la concavidad formada por las montañas que rodeaban la bahía objeto de estudio.
En las imágenes de propaganda de la promotora y en la maqueta realizada se atisba un debate entre propuestas de imágenes extraídas de la arquitectura tradicional mediterránea (teja árabe, porches con arcos…) y una voluntad por parte del arquitecto de implantar soluciones más comprometidas con su discurso moderno.
En la década de los 70 comienza la urbanización de una franja de la costa vinculada a una de las playas del sur del término de Alicante (Plan Parcial "Urbanova", 1971), cuyo proceso ha continuado hasta la actualidad. García Solera realiza su propuesta urbanística para crear un núcleo turístico vinculado a la primera línea de playa.
La solución define grandes manzanas, rodeadas por un viario que recurre a formas orgánicas que huyen premeditadamente de una trama ortogonal (17). El vial que recorre paralelamente toda la costa se coloca por detrás del terreno previsto para la edificación, accediéndose a los edificios por viales de tráfico lento. Este planteamiento permite la creación un paseo marítimo peatonal junto a la playa, tranquilo y totalmente liberado del tráfico rodado.
Además de las propuestas urbanísticas de índole turística reseñadas en párrafos anteriores, García Solera resuelve diversos proyectos de urbanizaciones residenciales cercanas a las playas. Mientras la urbanización Maralic en la playa de San Juan (Alicante, 1963) resuelve el proyecto mediante bloques prismáticos de clara vinculación al Movimiento Moderno, en la urbanización Las Torres de la cercana playa de la Albufereta (Alicante, 1968) utiliza la modulación como elemento generador de la arquitectura. Pero el módulo empleado aquí sobrepasa las dos dimensiones de la planta para convertirse en un módulo espacial que mediante su disposición totalmente libre permite el tratamiento escultórico de la imagen del edificio (18).
Juan Antonio ejerce como arquitecto municipal en Benidorm de 1969 a 1975. De su producción en dicha ciudad cabe destacar sus ensayos sobre la utilización del hormigón visto como material de revestimiento, así como el tratamiento de las fachadas posteriores del edificio con rotundos paños de celosía que recorren de arriba a bajo todo el alzado. En este sentido la tipología hotelera, muy frecuentada por el arquitecto en su producción Benidormí, le permitía utilizar este tipo de cerramiento en toda la superficie de la fachada recayente al corredor de acceso a las habitaciones. Éstas, por el contrario, se orientaban al sur buscando desde sus terrazas las mejores vistas al mar. En el hotel Don Pancho (Benidorm, 1970) la fachada principal se curva (19), buscando mediante su geometría convexa una expresividad ajena a las estereotipadas fachadas aterrazadas, tan frecuentes en las zonas de costa.
Un viaje a Finlandia, y el conocimiento de primera mano de la obra de Alvar Aalto, condiciona e influye de forma determinante en la producción arquitectónica de Juan Antonio García Solera durante la década de los 80, aunque el halo aaltiano seguirá apareciendo de forma más o menos evidente en gran parte de su producción posterior. Estas influencias finlandesas son destacadas por Carmen Jordá ya que, aunque tardías, son poco frecuentes en el panorama de la arquitectura contemporánea de la Comunidad Valenciana.
El edificio alicantino que ejemplifica este proceso es la sede para el Colegio Oficial de Médicos (1982). Aunque la poética personal del arquitecto matiza la propuesta, hay claras referencias directas al maestro finlandés: la disposición en planta de las tres escaleras en el gran vestíbulo del edificio, los elementos decorativos del interior -principalmente en el salón de actos (20)-, la importante presencia del volumen de este espacio en la imagen exterior del edificio, y la solución de las claraboyas en la Biblioteca.
Pero donde el arquitecto denota con mayor claridad esta influencia de la arquitectura de Aalto, es en el importante complejo de la Escuela Nacional de Policía (Ávila, 1981-1989). Se trata del mayor proyecto construido del arquitecto, en el que se desarrolla un importante programa funcional con residencias, escuela, zona deportiva, campo de tiro, comedores, centro social, etc, y en el que destaca una vez más el gran volumen del salón de actos. Las imágenes de los diferentes edificios conjugan sus referencias cultas con el pragmatismo propio del arquitecto, definiendo un lenguaje propio que destila buen oficio y calidad constructiva. En este sentido destaca el cuidado diseño de los interiores, en los que los juegos de luces, los desniveles, el mobiliario, y en general cada detalle, juega un importante papel en la definición del espacio arquitectónico, en el que las referencias a la obra de Alvar Aalto son evidentes (21).
Conforme avanzamos cronológicamente en la trayectoria profesional de Juan Antonio García Solera, nos encontramos que disminuye sensiblemente su producción para clientes particulares y se centra en grandes proyectos públicos, principalmente realizados para el Ayuntamiento y la Diputación de Alicante. Como característica general se puede decir que muchos de ellos no han llegado a ejecutarse, pero es evidente que por su escala y calidad, cualquiera de ellos hubiera supuesto un hito en la arquitectura local.
Como excepción a esta regla general, junto al ya citado proyecto abulense, hay que citar el complejo del Hogar Provincial en la partida Orgegia (Alicante, 1968-1976), que resuelve el programa de residencia de ancianos y de escuela y residencia para niños con problemas familiares. En el corazón del proyecto se situa, a modo de pequeño convento, el alojamiento para una comunidad de religiosas que se debería encargar de la atención permanente de los dos colectivos residentes.
La planta define con contundencia el contraste entre las formas orgánicas vinculadas a las actividades de las religiosas, y la estricta ortogonalidad vinculada a las residencias y actividades de niños y ancianos. Aunque toda la planta es expresiva en este sentido, el contraste entre la curva que define el contorno de la capilla y el estricto rectángulo del salón de actos, es especialmente esclarecedor (22).
En 1968 nace el CEU (Centro de Estudios Universitarios) de Alicante, instalándose en los pabellones militares del antiguo aeródromo de Rabasa. Desde este primer momento Juan Antonio realiza el acondicionamiento de las dependencias militares para su uso universitario. Conforme avanzan los años las dependencias existentes se hacen insuficientes y se le encarga al arquitecto sendos proyectos de Escuela de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas (1972) y de Facultad de Medicina (1973) que fueron paralizados por los por los sucesivos cambios ministeriales de esos años. Ambas soluciones sorprenden por sus libres y sugerentes planteamientos volumétricos generados a partir de una malla ortogonal implacable. El encargo del proyecto de la Escuela de Óptica en el campus de la Universidad de Alicante (1997), actualmente en construcción y revestido mediante austeros paneles prefabricados de hormigón visto que refuerzan el juego volumétrico del edificio , hace en parte justicia a la importante labor desempeñada por el arquitecto durante los primeros años de la historia del CEU.
En 1967 con el proyecto para un Palacio de Convenciones comienza una serie de proyectos que pretendían dotar a Alicante de una infraestructura para la realización de congresos internacionales que complementasen la oferta turística de la ciudad. El proyecto realizado sobre una trama hexagonal que retoma geometrías y módulos ensayados por Corrales y Molezún en el pabellón español de la Exposición Universal de Bruselas nueve años antes, se presenta al Concurso Nacional de Arquitectura promovido por la Dirección General de Bellas Artes, siendo uno de los 12 proyectos seleccionados para la exposición.
Entre 1991 y 1993 García Solera elabora el proyecto de Auditorio y Museo Provincial en el Paseo de Campoamor (Alicante). Las dos fechas se corresponden con sendas soluciones que, independientemente de los edificios concretos, suponen una interesante propuesta urbanística para una zona emblemática de Alicante muy condicionada por ser punto de partida de dos importantes vías radiales de salida de la ciudad. Estas propuestas urbanas no habían sido las primeras del arquitecto para el paseo de Campoamor, ya que en 1980 y por encargo de la Diputación Provincial de la que Juan Antonio García Solera fue arquitecto por oposición desde 1959 hasta 1983, ya había realizado un proyecto de Museo Provincial en el mismo solar.
La propuesta de 1991 (23), pese a su quebrada geometría, denota la clara intención de relacionar peatonalmente el proyecto con el centro de la ciudad, diseñando una serie de espacios urbanos entre los diferentes edificios que van definiendo sucesivos puntos de interés al viandante. Mediante un complejo juego de pasos subterráneos para el tráfico rodado, se consigue vincular peatonalmente de forma directa el nuevo complejo con dos hitos de la ciudad del siglo XIX: el edificio de la plaza de toros y el pequeño parque del panteón de Quijano.
La solución de 1993 (24), definida por una geometría mucho más sencilla, no es tan radical en el acertado planteamiento urbano de la anterior aunque mantenga parte de sus posibilidades peatonales. Las dos soluciones comentadas evidencian el dominio que el arquitecto ha ido adquiriendo a lo largo de los grandes proyectos anteriores, a la hora de resolver edificios y complejos urbanos de gran escala.
La nueva administración política de finales de los 90 retoma el proyecto del Palacio de Congresos, pero ahora decide que su ubicación sea en la ladera del monte Benacantil como fin de perspectiva de la recién terminada prolongación de Alfonso el Sabio. El proyecto, actualmente en tramitación, recurre en este caso a un juego de volúmenes cilíndricos para implantarse en la concavidad de la montaña.
La fuerza de los volúmenes determinados por importantes paños ciegos o revestidos con celosías, el contraste de estos paños con superficies acristaladas situadas en un segundo plano, así como las tensiones horizontales generadas por los juegos de los volúmenes, suponen un nuevo ensayo de los recursos compositivos ya utilizados por el arquitecto en proyectos anteriores y que tienen su origen construido en el edificio de la sede del Colegio oficial de Médicos de Alicante.
Es difícil en pocas páginas resumir una larga trayectoria profesional, densa tanto en cantidad como en calidad. Por ello, con seguridad, se han quedado en el tintero aspectos y proyectos de la obra de Juan Antonio García Solera, que podrían enriquecer el conocimiento de su trayectoria profesional.
Sin embargo, es al convivir con Juan Antonio en su despacho cuando se puede comprobar la dedicación a su trabajo y la ilusión que demuestra a la hora de abordar sus proyectos, y que mantiene hasta que quedan perfectamente definidos los últimos detalles constructivos de acabado del edificio por pequeños que puedan parecer. Esa ilusión y dedicación son las propias de todo espíritu creador, las propias de todo artista, y por lo tanto las de un arquitecto que como Juan Antonio García Solera, se preocupa de las posibilidades no solo funcionales y constructivas, si no también plásticas del objeto arquitectónico.
Esta es la dedicación y la inquietud que demuestra su arquitectura construida, y que ha convertido a su figura en obligado punto de referencia de los diferentes autores que han abordado el estudio de la arquitectura contemporánea de la ciudad de Alicante y de la Comunidad Valenciana. Esta es la dedicación que ha hecho posible la publicación de estas líneas, que no son mas que el testimonio por escrito del merecido reconocimiento del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana a una trayectoria profesional, la de Juan Antonio García Solera, arquitecto.
.