ALICANTE. En la práctica, dada la situación expuesta en la primera parte de este artículo, ¿qué es lo que a nuestro nivel de ciudadanía media podemos hacer? Como activista me asaltan todas las dudas, y como Persona Humana me siento tan desorientada y desbordada como la inmensa mayoría de quienes me estáis leyendo ahora mismo. Pero también siento y me invade tanta furia como para rebelarme contra las cosas que no son como deberían ser.
Lo único que me puedo plantear en este momento, dadas estas circunstancias de regresión de valores éticos y sociales que ahora mismo la Humanidad vive a nivel mundial e intentando evitar caer en teorías marcianas de dominguera ociosa, es darme cuenta de que Occidente y los valores que representa necesitan un enorme lavado de cara y un laborioso rearme ético y pedagógico, simplemente por nuestra propia supervivencia. ¿Y esto, cómo se hace?
En principio deberíamos abogar por la necesaria resurrección y aplicación de un humanismo adaptado a las circunstancias actuales, y por el resurgimiento de una ética humanista que sustente como piedra angular la Declaración Internacional de Derechos Humanos y protocolos derivados y que, de alguna manera, pueda contrarrestar eficazmente a las ideologías económicas (no solo capitalistas) que la han sustituido en las últimas décadas manipulando, queramos ser conscientes de ello o no, todos los aspectos de nuestras vidas. Naturalmente que en estos tiempos oscuros, a los que se suman como flotante posibilidad una III Guerra Mundial y la sombra de una catástrofe ecológica global, sería muy difícil y me arriesgo a que suene a utopía, pero éste es un trabajo que a nivel cercano podemos empezar a realizar los tres activismos desde nuestro no tan modesto lugar en la sociedad.
Occidente ha cometido errores y resulta ocioso recordarlo, pero los ha cometido al igual que se cometen en todos los países y regímenes políticos del mundo, en cuya historia siempre hubo tanto conquistadores y conquistados como explotadores y explotados, y éstas fueron desde siempre y me temo que seguirán siendo las circunstancias propicias para que se desaten los peores instintos del ser humano en todas las geografías y en todos los ámbitos. Pero en este momento tan difícil que atravesamos no valen ya bromas, vivimos una preocupante deriva global que debemos tomarnos del todo en serio.
Lo ideal, para empezar, es y debe ser olvidar entre nosotros, y de cara a la sociedad, todo pacato complejo de culpabilidad; abandonar todo relativismo paralizador, recuperar nuestra antigua fuerza y confianza, y luchar por nuestra supervivencia, nuestros valores, los valores del ser humano, cueste lo que cueste y siendo impermeables a toda crítica, que las habrá y muchas, precisamente desde aquéllos que defienden ese mismo relativismo, y también de esos otros que defienden directamente y desde sus códigos reaccionarios y antihumanos, soluciones represivas. Pero estas mejoras debemos realizarlas y también debemos confiar del todo en ellas, no hay otra opción. Debemos desde nuestro lugar en la sociedad recuperar con toda consecuencia ese verdadero ascendente moral y ejemplo para el resto del mundo que representan los valores eternos de Libertad, lgualdad y Fraternidad, a los que podemos perfectamente añadir ahora los de Sabiduría, Justicia y Verdad.
Educación, racionalidad, laicidad. Recuperar las Humanidades y valorar el estudio de las Ciencias fomentando la duda escéptica, ése es el camino de la verdad y el medio que deberían emplear nuestras sociedades avanzadas para expulsar y hacer huir los fantasmas de la regresión. Ésa es nuestra verdadera lucha, la que siempre estuvo ahí, tras nuestra lucha infatigable por los derechos LGTBIQ+. Derechos por los cuales debemos seguir luchando sin desfallecer, no sólo porque los necesitamos por pura justicia, sino precisamente porque representan en este momento la parte más avanzada, el mascarón de proa de los Derechos Humanos que defendemos. Debemos ser a partir de ahora conscientes de que tras nuestros Derechos estamos luchando por mucho, muchísimo más.
Y no estoy hablando de esa sobada interseccionalidad cuyo significado pocos dominamos y más de uno utiliza tanto para un roto o un descosido. Hablo de tener las cosas claras y despejadas en nuestra cabeza, tener claros nuestros objetivos, tener claro que en nuestra lucha por un mundo mejor solamente cuentan los derechos humanos, los derechos de todos sin que ningún otro factor político o ideológico nos pueda distraer de este camino, el más recto de todos. Y quiero también que quede muy claro que no se trata de rechazar los valores humanos que nos puedan enseñar otras culturas sino de aceptarlos siempre que enriquezcan la base humanista de nuestra lucha, pero sí de ser inflexibles extirpando de nuestros suelos todo rasgo de infección que atente contra los Derechos inalienables del ser humano, suprimir esos rasgos indeseables en nuestra comunidad autóctona a la vez que no permitir que éstos u otros se filtren desde fuera.
Para quien pueda pensar mal, no hablo de personas, sino de ideas. Toda persona debe ser libre de vivir donde quiera, pero también debe conocer, respetar y cumplir las leyes y los códigos de conducta que rigen en el lugar donde elige vivir. Esto va para todos, y éste es ya un trabajo para otros, ya que excede nuestros medios y nuestras fuerzas. ¿Convertir el territorio de la comunidad europea en una especie de República de los Sabios? Quién sabe y por qué no, si es del todo necesario... la verdadera necesidad le da alas a los sueños, y también, en casos como éste, a estrategias políticas y sociales que en ningún otro momento hubiéramos podido imaginar como realizables. Los medios existen y, si hubiese voluntad, no sería imposible, aunque dudo que nadie le quisiera poner este cascabel al gato porque son demasiadas las alianzas políticas, defensivas y económicas las que nos atan y nos mantendrían paralizados en este momento, tanto entre los países de nuestro propio territorio como de cara a países externos.
La identidad occidental está ahí. Utilicémosla sin ningún tipo de complejo, mejorémosla y exhibámosla con el mismo orgullo con el que exhibimos todas las banderas que denotan nuestras lenidades diversas, ya que es en esta identidad primigenia en la que nacen todas nuestras luchas.
Los tres principales activismos tenemos en nuestras manos volver a conseguir que el Ser Humano mire hacia delante y contemple el progreso científico, técnico y social con confianza. Un progreso que debería abandonar también toda actitud de capitalismo salvaje y preservar la sostenibilidad de nuestro planeta, el cual, queda claro y ya se ha advertido muchas veces, es por ahora lo único que tenemos. Y esto tampoco está en nuestras manos, sino en la de todos. El mundo necesita un espejo de esperanza en el que mirarse, y eso podemos ser nosotros, todos aquellos que nos impliquemos en este ilusionante proyecto. Lo tenemos escrito en papel, simplemente pasémoslo a la práctica. Recordemos que nos va en ello nuestra supervivencia.