VALÈNCIA. Como si se trataran de dos Españas, pero también de dos mundos, dos eras, dos maneras de nutrirse comunicativamente, si TVE traía a Ramón García al frontal de sus Campanadas, dando la percepción de que todo sigue igual, de que hay un suelo estable que se mueve ligeramente, pero sin que se abra ninguna brecha, en cambio en el canal rarito de la televisión pública española, Playz, dispuesto a conectar con una audiencia nueva (¡ánimo!), situaba a La Pija y La Quinqui, acompañadas de María Luisa. ¿Quién es María Luisa? La ciudadana que, desde su hogar, con la mirilla puesto tal que quien mira planetas lejanos, narró la caída de una palmera desde el barrio de Pino Montano, de Sevilla, por el paso de la borrasca Aline. ‘¡Se cayó la palmera!’ se convirtió en el chascarrillo digital del año.
Ese disonancia en la puesta en escena de Nochevieja -subyugada con ahínco a la tradición- parecía diferenciar entre dos universos sin contacto: la vida real, la de los acontecimientos noticiosos y los profesionales reglados, frente a un mejunje de memes y lenguaje propio (‘literal’, ‘sirviendo coño’). Claro, esa disonancia no existe. La cultura digital define la cultura dominante, y viceversa. En 2020 TikTok era una fuente habitual de noticias para el 20% de los estadounidenses; en 2023 lo fue para el 43% (datos del Pew Research Center).
La cultura digital reafirma la percepción de las identidades territoriales. También perpetúa clichés. Sobre todo, crea el ‘personaje’ en el que multitud de ciudadanos se sienten ligados a su territorio. Es un chascarrillo, pero no solo es un chascarrillo.
En la Plaza del Ángel de València, en un bajo que trae la fantasía de una Ciutat Vella repleta de vida real por las mañanas, el artista Alfonso del Moral tiene su estudio. Dentro, una de sus pinturas: la paella derribada. Una captura del instante viral en el que la escena costumbrista de una paella en familia acaba en tragedia. Esta obra, y buena parte de su trabajo, adelanta como la dicotomía entre el ‘meme’ y el ‘contenido clásico’ apenas existe. “Los pintores hablamos de lo que vivimos, y yo vivo entre el mundo real y el digital”, explica su autor, todavía marcando distancia entre las dos esferas.
“Me interesa la identidad en sentido amplio. Como cualquier otro millennial, he ido conformando mi identidad en un mundo cada vez más digitalizado, y hoy en día, gran parte de mi consumo de contenido cultural e interacción social se produce a través de una pantalla”, explica. “He tenido una educación clásica en cuanto a técnica y estética artística se refiere, pero el meme, el emoji, el sticker y la interfaz de las redes sociales son parte de mi vocabulario cotidiano. Esa tensión entre el ‘gran tema’ de la identidad, la tradición y la pintura clásica, por una parte; y lo digital y el meme, por otra, me fascina”.
Traído al entorno más cercano, del Moral recuerda algunos episodios de trascendencia transfronteriza: las vecinas de València, Manuela Trasobares tirando la copa en Canal Nou, Rita y el Caloret, la Rubita del Cabanyal… Forman parte ya de la “cultural digital valenciana”, que define como el conjunto de “imágenes, vídeos o frases que se sirven de ciertos clichés territoriales para transmitir una información concreta y fácilmente entendible por cualquier usuario”.
Pero si hay un hecho propio que se lleve la palma, es el de la gastronomía popular. “València es uno de los lugares propensos a hacer humor de sí mismo, cosa que me parece muy sana. Con muchos memes referentes al clima, a los barrios de la ciudad, a los enormes bocadillos de l’esmorzaret y, ocupando un lugar privilegiado, a la ortodoxia de la paella valenciana. Diría que el de aquí es un humor muy relacionado con la gastronomía”. Como el de la paella en caída libre, “uno de mis favoritos”.
Esa obra culmen de la expresión digital está llena de significados sobre la identidad proyectada. Resume la importancia de la paella (hecha cuerpo de lo-valenciano), reflejo de esa misma ortodoxia de la que habla del Moral, pero al mismo tiempo incluye un guiño relajado que demuestra que en el fondo no va tan en serio. Es solo un meme. ¿O algo más que eso?