MADRID. Hablar de la artista nacida en Alcoy Rosana Antolí es caer, de manera casi bendecida, en la repetición. Su mundo de loops es una vorágine que atrae al espectador hacia lo más profundo de su ser, allí donde trillan las preguntas más existencialistas. El espacio público de arte contemporáneo madrileño CentroCentro acoge Una edad de oro: pulso, pálpito, deriva, comisariada por la australiana Bronwyn Bailey-Charteris, residente en Estocolmo y representante en la exposición de Index Foundation. Una propuesta que nos traslada, precisamente, a un océano abierto, a la deriva de las ideas más gelatinosas posibles, y que, por cierto, coincide en paralelo con la que es la tercera aparición de la alcoyana en la feria de ARCOmadrid 2020, que se inauguró el pasado viernes, y donde está presente junto a otras de sus homólogas alicantinas.
Nadie se podía imaginar que Nietzsche, ella y una medusa pudieran llegar a entablar una relación tan trascendental en el tiempo y el espacio. O, tal vez, sí. La nueva propuesta de Antolí -puro concepto- rescata a este animal, trending topic en la mitología griega, para situarnos en un punto de partida acuoso. "La turritopsis dohrnii es perfecta. No encontraba a ningún ser vivo que hiciera estas repeticiones como la medusa biológicamente inmortal: ella nace, crece y se hace mayor, y vuelve a empezar". En esta idea, ligada a que el ser humano jamás puede hacer dos cosas iguales, su bucle adquiere una cuadratura casi perfecta. "La llaman la Benjamin Button. No tiene órganos, ni corazón, ni tampoco pulmones, solamente puedes estudiarla analizando sus movimientos". Perfecta para ser su musa en la muestra CentroCentro. "Quería que fuera muy coreográfico; cada vez me intereso más por la parte biológica, al trabajar con performance, uniendo la parte viva de las cosas", asegura la artista.
Su investigación sobre la repetición, con ciclos que inició hace años, la han llevado hasta Italia. Y es que la medusa inmortal fue descubierta en la costa genovesa, concretamente en la ciudad de Rapallo. "Aquí es además donde el filósofo y poeta alemán escribió Así habló Zaratustra". La obra maestra de Nietzsche, que habla, cómo no, del eterno retorno. "Nada era casualidad", confiesa Antolí. Y en estas idas y venidas repletas de metáforas, la gran pregunta. La ficción de la artista plantea un futuro en que las medusas de Button han conquistado el planeta Tierra. Un mañana donde, repentinamente, todo es agua -con niveles que van aumentando cada vez más- por lo que las medusas son las reinas absolutas. "Invitan al ser humano a desprenderse de su humanidad para practicar su filosofía de la repetición y la inmortalidad". He aquí la contradicción. El precio a pagar en el despojo de sentimientos y recuerdos es elevado. Antolí ya lanzó el dilema en su anterior exposición en la Tate Modern de Londres. "Planteaba eso a la audiencia: nosotros decidimos qué queremos hacer. Si escoges la inmortalidad, nunca tendrás un día malo, porque siempre repites lo mismo, pero tampoco nunca recordarás. En la otra parte, eres nostálgico, mantienes los sentimientos, pero morirás, porque todo acaba un día".
La respuesta se encuentra, como siempre, en la solución líquida, de la que ya habló Zygmunt Bauman. La modernidad basada en la "fluidez". "No solo lo cogemos en el sentido de una superficie acuosa, como un océano (…) Se trata de un estado mental sin referencias, donde los pensamientos fluyen". Un futuro sin techo, ni sol. Y aquí otro de los temas que más ocupan -y preocupan- a la artista alcoyana. "Tiene que ver con las políticas actuales de género, por ejemplo; no hay forma, ni derecho ni revés, todo está continuamente flotando, en un movimiento". Y, de fondo, el cambio climático. "Es algo muy serio; sí me gusta, desde mis traslaciones, crear una atmósfera futura donde la gente pueda reflexionar, pero sin pretender ni aleccionar ni hacer activismo en este sentido". Por tanto, la ecología y el cambio climático son tratados de manera indirecta, atmosférica, planteado de manera sinuosa, aunque sean imprescindibles en la muestra monográfica.
En la exposición, la poética de Rosana se obceca en solidificar todo este movimiento, congelarlo a través de sus veinte obras, entre vídeo, performance, escultura y pintura. Uno de los motores de la muestra es el tiempo: ¿qué pasaría si todo lo que conocemos que se mueve ahora, como el agua, parara, y nosotros entráramos dentro de ese movimiento? ¿Cuál sería nuestra presencia? Como un libro, contado a modo de fábula, y desde el respeto a esta inmortalidad, Rosana Antolí nos abre el gusanillo hacia esta reflexión en Una edad de oro: pulso, pálpito, deriva, en CentroCentro Madrid, plaza de Cibeles, hasta mitades de mayo.
"Me gusta separar lo profesional de lo personal. Soy muy persistente y busco nuevos retos". Rosana Antolí compagina la muestra de la medusa inmortal con otros dos proyectos. Es la tercera vez que la alcoyana está presente en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, de Madrid, junto a otras alicantinas, como Pilar Tébar. La galería The Ryder, con sede en Madrid y Londres –ciudad en la que la artista vive desde 2012- ha presentado para esta edición de Arco dos esculturas y pinturas de la alcoyana. Al proyecto personal, su hijo de diez meses, que le aporta arraigo en su frenética actividad, suma otro: una exposición en el Centro Federico García Lorca, en Granada. Una muestra a tres para reflexionar sobre diferentes trabajos del poeta. "Lorca es uno de mis referentes; me ha tocado una pieza de las más surrealistas y absurdas, El público", celebra. "Llevo obra antigua y nueva; me ha honrado mucho este proyecto". La exposición se podrá visitar hasta mitades de abril. En su tierra, Alcoi, le queda el estudio, donde ha producido las piezas de mayor tamaño que muestra en CentroCentro. "He estado cerca de un mes aislada en las montañas. Los artesanos con quienes trabajo son locales, de Valencia", detalla. "Necesito la terreta, siempre busco el contraste; ¿exponer en Alcoi? Cuando salga un buen proyecto, yo encantada", añade. Mientras tanto, la disfrutamos en Madrid.