He de confesarles que hace unos días, mientras escribía unas líneas para este mismo espacio, opté por morderme la lengua y no hacer referencia expresa a lo que entendía que podía ser falta de unión en el vestuario del Hércules. Cualquier duda que tuviera dos semanas atrás, que disfracé en palabras con el reto mayúsculo que tenía Jesús Muñoz ante sí, quedaba disipada este miércoles. La pelea entre Moha y Benja elimina cualquier atisbo de cordura que uno pudiese creer que circunda el Rico Pérez y deja a propios y extraños con la sensación de que allí, tanto en los despachos como en el vestuario, impera una tensa anarquía, prólogo de todo desastre.
Queda de manifiesto que la situación no se arregla ya con arengas, reuniones con la afición o broncas en el vestuario. El momento que vive el Hércules, el más crítico y penoso de su casi centenaria historia, solo cambiará en el instante en que se tomen decisiones. La primera de ellas afecta al director deportivo y todo parece que ya ha sido tomada: salvo sorpresa y según confirmaba el propio protagonista, Javier García Portillo será el encargado de renovar una plantilla que hasta ahora ha rendido de manera insuficiente, casi indigna. Todo, según parece, con el beneplácito de Enrique Ortiz y Juan Carlos Ramírez, principales accionistas del club, que dieron el visto bueno al madrileño tras la reunión del lunes en el despacho del empresario vasco y a la que Portillo se refería como "dura".
Los benefactores del club apuestan por la continuidad en la dirección deportiva, pese a que tras invertir cerca de dos millones de euros, el equipo no solo no escapa de la parte baja de la tabla, es que ya ha vuelto a estar en las plazas de descenso a Tercera División. En enero tendrán que rascarse de nuevo el bolsillo si quieren revertir la situación, reeditando aquel 'totum revolutum' del mercado de invierno de la temporada 2012/13, en la que el Hércules salvó la categoría de milagro, con Portillo sobre el campo y de entrenador al hoy defenestrado como presidente Quique Hernández. Por cierto, lo de este da para una pieza a parte: reapareció durante el fin de semana en un partido del filial, junto a Portillo y Muñoz, y luego estuvo presente en el palco de La Nucía. Ingredientes para la rumorología los que quieran, explicaciones las justas.
Con Portillo trabajando desde ya en la segunda versión del Hércules 2019/20, lo que implica no pocos cambios precisamente, queda por saber si Jesús Muñoz forma parte del Plan B alicantino. Todo apunta a que se juega el puesto el domingo ante el Olot, ya que lejos de protagonizar el equipo con él una remontada, tanto a nivel de resultados como en lo anímico, la situación está cada vez más lejos de mejorar o al menos de estabilizarse. El equipo sigue en caída libre y, salvo breves destellos de evolución, el retroceso en todas las áreas es más que notorio: ni hay gol, ni creación, ni defensa y, como quedaba demostrado este miércoles, tampoco hay una atmósfera positiva. Si como decía antes se apuesta por la revolución en la plantilla, la decisión sobre el manchego ya llega tarde. Precisamente el club llora las penas de una planificación veraniega que a nadie dejó satisfecho al cien por cien: el entrenador con el que se inició el curso ya en la calle, después de su renovación en contra del criterio del director deportivo.
Como ven, en lo único que parece estar de acuerdo el 'establishment' herculano es en equivocarse y hacer cada uno la guerra por cuenta. Dos décadas lleva el conjunto alicantino regido por Enrique Ortiz y en la actualidad, la entidad parece estar pagando en precio kármico los delirios de grandeza de aquellos años de sospecha de compra de partidos, de presencia cutre y tercermundista en Primera División, con Drenthe campando a sus anchas y con algún campeón del mundo entrenando en condiciones impropias para un club profesional. El Hércules vivió aquellos años peligrosamente por encima de sus posibilidades y como sus cerebros no tomen decisiones acertadas, pronto podrá decir que morirá por debajo de su dignidad.