La resiliencia es uno de los conceptos que pretendió acaparar atención en la Cumbre del Clima. En este caso, la capacidad del Planeta y, por qué no, de España, para superar las circunstancias relativas a los desastres naturales
Ha supuesto una especie de “esperanza encubierta” la noticia puesta sobre la mesa el pasado día 2, por NACIONES UNIDAS – CAMBIO CLIMÁTICO, referente a fomentar “Talleres Resilientes” cara al árido horizonte actual del Planeta.
Un plazo empírico más allá de 2030, demasiado extenso; demasiado quebradizo; demasiado endeble, destinado a contrastar experiencias, sobre quiénes, cuándo y cómo se conocerían y concretarían inversiones, para aunarse al resto de intentos qué hacen cola en COP-25, que suponen entelequias.
En opinión del Autor, dicha Propuesta, vendría a ser como si nos animaran a qué una parte importante de nuestros básicos e imprescindibles ahorros para la supervivencia, los confiáramos a futuristas financieros poco acreditados, auspiciados por el “establishment” del petróleo en una nueva aventura ideada por las paternidades del cambio climático y combustibles fósiles, para qué mediante inversiones qué no deberían corresponderles a los perjudicados, sino más bien a los supuestos causantes, vayamos proporcionando infraestructuras defensivas contra los desastres naturales previstos, y de los cuales venimos resultando testigos.
El plazo más allá del año 2030, próximo las generaciones de nuestros hijos y nietos es una estimación muy frágil en cuanto a resultados supuestamente verosímiles, tomando en cuenta el ritmo y alcance actual de dichos desastres naturales, y las medidas adoptadas para paliarlos. Viene a ser como aquél: “largo me lo fiais”.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-25), incluyó entre sus objetivos en Madrid, señalar los impactos devastadores que el cambio climático está causando en el mundo, en un vocabulario tan real como los hechos acaecidos. No hubiera hecho falta ante la contundencia de los hechos.
Un poco desenfocada pues, esta iniciativa basada en el evento inaugural qué tuvo lugar en abril de 2019, auspiciada por la ONU, durante la Semana de la Adaptación Mundial en Corea, qué reunió a cientos de líderes de pensamiento durante cinco días de previsión y reflexión colectiva sobre como maximizar la resiliencia a largo plazo ante dicho cambio climático.
Insistimos, no resultan válidas las palabras “largo plazo” ante el cúmulo de tanto cambio climático conocido.
Pero si puede existir para España, y de paso ¿por qué no como ejemplo?, acciones basadas en conocimientos experimentados y qué sirvan para demostrar a través de las mismas qué éxitos iniciales y sencillos son viables, como por ejemplo la limpieza de nuestros propios Mares y Océanos y regeneración de nuestras costas, vertidos, mantenimiento encauzamientos, etc.
Salvemos el Planeta, ¡claro!, pero comencemos por lo sencillo, y adelantemos ejemplos.
Se trataría de un primer paso qué ayudara a creer qué estas acciones son posibles, y cuyos resultados tendrían un corto plazo de cinco años basado en el propio respeto a nuestras Aguas. Repito, un esfuerzo limitado, pero contrastable y palpable, y asumiendo qué el sistema del tripartito actual de responsabilidades medio ambientales no ha funcionado.
¿Y si de paso nos libramos de ser por cuarto año consecutivo de ser el Estado Miembro más sancionado en la UE en materias medioambientales?
La idea inicial cara a la Cumbre Mundial de Madrid, trataba de presentar un “Resilience Lab” destinado a experimentaciones técnicas o científicas qué pudieran hacer frente a los deshielos de los casquetes polares; aumento de los niveles de los océanos; tormentas; huracanes; sequías, etc. que afectan a millones de personas en cada continente y en definitiva, capacitar a distintos grupos ante futuros tiempos adversos.
Por su parte, la ministra de Transición Ecológica, declaró qué el objetivo principal de este Panel es pensar en una ciudad más verde, sostenible y habitable. En él se abordará la coordinación entre los distintos niveles de gobierno, y sus estrategias e iniciativas en el desarrollo del marco de la mitigación y adaptación al cambio climático, a fin de lograr objetivos sobre resiliencias. Aromas de proyectos, perdidos en la densa niebla del “establishment del petróleo”.
Han continuado alzándose voces favorables, como la de la alcaldesa de Tenerife, dignas de encomio sus propuestas, de las qué este enviado especial fue testigo pero hambrientas de inversiones como tantas otras contempladas en COP-25, pero como muchas, no sobrepasarán por ahora, los buenos deseos, de su promotora junto a los positivos resultados temporales y parciales de reducción de un 20% de emisiones de dióxido de carbono, cuyos responsables, siempre contarán con el apoyo de este Autor en sus logros.
Mientras tanto, y hasta qué el Sr. Trump, junto a su corte habitual de infractores, no decida lo contrario, si al final toma las de “Villadiego” en el Convenio de París, preparémonos, porque sí comenzaría la auténtica Resiliencia para nosotros.
La instalación de fuentes de energía verde como la fotovoltaica además de la instalación de sistemas y medidas de eficiencia energética son propuestas que generaría ahorros económicos y energéticos muy importantes además de reducir la huella de carbono de las empresas
Un acuerdo que no puede catalogarse ni siquiera de 'bajo mínimos' y que nacerá muerto en 2020. El interés del planeta superior a cualquier otro no puede estar basado en aspiraciones, y la COP 25 deberá responder de las razones de esta nueva victoria del establishment del petróleo