ALICANTE. La primera jornada del ciclo Pop Up! Expresiones del pop en la cultura contemporánea, celebrada en el Aula de Cultura de la Fundación CAM, en Alicante, el día 6 de abril, comenzaba con un lleno total en la sala de conferencias, para escuchar al crítico musical Rafa Cervera en el que es su must más querido, el amor incondicional por David Bowie.
En aproximadamente una hora y media, Cervera ha ido desgranando los Bowies que había en Bowie, siempre añorado, siempre presente, el artista que “siempre ha ido un paso por delante”, tanto en lo musical, como en los aspectos más relacionados con el márketing de su extensa carrera.
Con la cobertura visual de una presentación plagada de imágenes icónicas del Duque Blanco, que en algún momento han quedado en suspenso, porque Cervera se ha quedado absorto en su discurso -”me enrollo, me enrollo, y no me doy cuenta de que no había pasado las imágenes, y de golpe he visto ese Bowie, y he pensado ‘qué hace ahí’- que de manera totalmente natural avanzaba en la cronología de los Bowies, desde el glam-rock de sus inicios y su imaginería imposible que sedujo al potente mundo de la moda, la influencia sobre figuras como Kate Moss, Lady Gaga o Madonna, hasta la sobriedad de su etapa alejado de los focos de los media, esa década inicial del nuevo siglo que provocaba constantemente rumores sobre su definitiva decadencia.
Pero ya entonces Cervera tenía una intuición, “era imposible que un tipo como Bowie desapareciera de la escena sin dejar una obra genial como despedida”, lo que se pudo comprobar con la publicación, sin aviso previo, el 8 de enero de 2013, el día de su 66 cumpleaños, del melancólico vídeo de un magnífico single titulado Where Are We Now, avance del álbum The Next Day, que sería puesto a la venta en marzo de ese mismo año. Bowie lo había vuelto a hacer, había retornado a la primera línea por la puerta grande, con una canción que era una carga de profundidad, grabada en Nueva York y producida por Tony Visconti. “En medio de todas aquellas noticias sobre el declive de Bowie, leías unas breves declaraciones, en una entrevista, de Robert Fripp, diciendo que había estado en Nueva York, grabando con su amigo Bowie, y pensabas que eso sí que era una noticia, que algo se estaba moviendo, pero que no era el tipo de noticia que importaba a los grandes medios,” -de hecho, casi ni a los pequeños, contaminados por la información basura-”interesados únicamente en interpretar como decadente una foto robada de Bowie por las calles de Londres, con una bolsa de una cadena de hamburgueserías”, ponía en contexto Rafa Cervera la relación con los medios de Bowie, “y es que al mismo tiempo que decían eso, lo podías encontrar, enfundado en su frac, acompañando a su mujer, la supermodelo Imán, en cualquiera de las grandes fiestas organizadas por las revistas de moda o las cadenas de televisión”.
Pero apenas tres años más tarde, se producía uno de aquellos efectos de profecía autocumplida, y se hacía público el fallecimiento de Bowie, a causa de un cáncer de hígado, dos días después de su 69 cumpleaños y la publicación de un nuevo álbum, Blackstar, oscuro y melancólico en la línea del anterior, plagado de “señales” que muchos interpretaron como premonitorias. “Tal vez sólo fue un cúmulo de casualidades, de intuiciones que el propio Bowie alimentaba, posiblemente de manera inconsciente”, en palabras de Cervera, “pero la muerte de Bowie fue un hecho increíble, sí, tal vez menor, en comparación con las grandes calamidades que nos están ofreciendo estos tiempos, pero impactante para todos aquellos que los considerábamos poco menos que inmortal. Podías entender que falleciera Lou Reed, porque se había castigado mucho. Podías entender que desapareciera Keith Richards.” -risas en la sala ante la longevidad imposible del ‘padre de Jack Sparrow’- “Pero Bowie, el Bowie que aparecía siempre perfecto y elegante, y en un permanente estado de gracia creativo, a pesar de los altibajos imprescindibles en una carrera con esa duración. No, pensábamos que Bowie no podía morir”.
Y uno de los efectos que ese shock supuso para Cervera fue el de recuperar del “cajón de madurar”, una novela fallida que tenía a Bowie como uno de sus personajes principales. La primera novela del autor, que descansaba en el sueño de los justos, a la espera de un acontecimiento que la hiciera revivir. Y qué acontecimiento más importante que la muerte de uno de sus protagonistas. Cervera la rescató del cajón, y como una catarsis entendió qué debía podar, qué debia modificar, para qué debía utilizar a Bowie, para vengarse, muchos años después, de todos aquellos amigos que en las inmediaciones del Carrer Cavallers de València, sólo hablaban de Raimon y de la Nova Cançò, mientras él intentaba reivindicar Low, su disco favorito del londinense. Bowie recorriendo las calles de la València de los 70 en un intento por huir de los demonios, acompañado de su amigo Iggy Pop y su asistente Coco Schwab (actual tutora designada en su testamento de su hija Alexandria Zhara, en caso de que algo le ocurriera a su madre, Imán), mientras el Bowie real se refugiaba en Berlín, “una València en la que Bowie hubiera pasado totalmente desapercibido, como si yo me fuera ahora mismo a Tokio”. El resultado de esta resurrección literaria es Lejos de todo, una novela sobre mundos paralelos, bajo la técnica del “y si…”, publicada por la editorial Jekyll & Jill, y la recreación en las cubiertas de la portada de Low, ese escorzo de Bowie con cabellos bicolor, a cargo de la artista canaria Roberta Marrero. Éxito indiscutible, si nos atenemos a la larga cola de firmas que gracias a la colaboración de la librería alicantina Pynchon&Co, se produjo a la salida de la conferencia.
Para ilustrar la introducción del crítico valenciano a la figura lmúsico Bowie, el auditorio del Aula de Cultura de la CAM acogió, un rato más tarde, el concierto en que La banda argentina Cápsula reinterpretaba a Bowie como si este hubiera compuesto su Ziggy Stardust con arreglos para su amigo Iggy Pop, en su propuesta “Dreaming on Ziggy Stardust”, power pop garajero y moderadamente sucio que demuestra lo que Rafa Cervera anticipaba en su charla, que Bowie, además, es un gran compositor de canciones.
Esta primera tanda dedicada a Bowie acabará el lunes 9 de abril, con la proyección, en el mismo Aula de Cultura CAM, de la película de Tony Scott El Ansia, de 1983, protagonizada por el propio Bowie y Catherine Deneuve. La faceta de actor de Bowie es tal vez de las menos reconocidas, a pesar de que siempre, incluso en sus cameos, como en el irónico pastiche Zoolander 2, su presencia se encuentra entre lo correcto y lo sobresaliente. Una película de vampiros post-modernista, que trata de bisexualidad, poder y dinero, con Bowie y Deneuve… un cóctel demasiado potente como para perderse en sus errores narrativos, con una jugosa banda sonora en la que Bowie solo aparece acompañando a su inseparable Iggy Pop, en Funtime, pero donde se encuentran Bach, Ravel, Schubert, Allegri, y la fantasmagórica Bela Lugosi is Dead de la banda de Northampton Bauhaus sobre los títulos de crédito.
En mayo llegará el Diablo, en junio el mundo onírico de Twin Peaks. El ciclo Pop Up! promete intensidad.
El pasado 18 de octubre llegaba a las librerías The Velvet Underground. El grupo que pervirtió la música rock, un libro en el que el periodista Rafa Cervera hilvana de forma fascinante la historia del grupo y su entorno social, cultural y político