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CRÍTICA DE CONCIERTO

Por fin un excelente Brahms en un exigente programa

24/12/2022 - 

VALÈNCIA. Un programa de enorme exigencia, es la tónica con Lebreich, sirvió a la Orquesta de Valencia y su director titular para despedir el año. El próximo concierto será en un 2023 que si todo va como se espera, se podrá bautizar como el del ansiado regreso a la sala Iturbi, lo que esperamos todos con verdadera ansiedad.

Scheherezade se inserta en tríptico que Liebreich ha titulado “La emancipación de Scheherazade”. Se trata de una obra de John Adams (Massachusetts 1947) enormemente ambiciosa y alejada del minimalismo que tuvo su época dorada allá por la década de los 60. Su autor la define como una sinfonía dramática y formalmente es un gran fresco sinfónico, ciertamente, pero la intervención del violín solista es tan relevante y de un protagonismo tal que también se podría definir, en parte, como un concierto para violín en el que este se muestra violento, lejos de la dulzura de la princesa que retrata el violín solista en la obra de Rimski. 

Ello se debe al hecho de que la temática que encierra esta obra es la de la violencia hacia las mujeres. Su interpretación solo está reservada para consumados especialistas pues su escritura es de un enorme virtuosismo. Uno de sus peros es, quizás, una duración algo excesiva, pero me pareció una obra interesante desde diferentes puntos de vista como la tímbrica o la armonía, a la que es posible que haya que darle tiempo. Hay que felicitar a la Orquesta de València y al maestro porque la dificultad técnica a salvar es enorme tanto a nivel individual como de conjunto, y más tratándose de un estreno en España. Eso sí, en esta ocasión, la sala se reveló no del todo adecuada a la vista de las numerosas divisiones en la cuerda, principalmente en los violonchelos, cuyas frases se hacían inaudibles. Tampoco el címbalo húngaro, tocado por Aleksandra Dzenisenia, se escuchaba con la nitidez que quizás demande la partitura. 

Foto: LIVE MUSIC VALENCIA.

Capítulo aparte merece la fabulosa solista, la canadiense Leila Josefowicz, embajadora mundial de esta obra, y que tiene en su haber la que creo que es la única grabación con la Sinfónica de Sant Louis, aunque la estrenó en 2015 la Filarmónica de Nueva York y la han tocado grandes formaciones como la Filarmónica de Berlín. Muy poca gente hoy debe estar interpretando esta monstruosa partitura para violín. Aunque no sea una obra con la que todavía estemos familiarizados del todo todas las dificultades que presenta las abordó con una limpieza verdaderamente inaudita. La asimilación por parte Josefowicz de la obra es completa, emanando la música de su cuerpo con total naturalidad como si se expresara en un lenguaje asimilado, que sólo ella conoce. En el caso de Josefowicz no cuestión de poseer memoria asombrosa, por mucho que nos hallemos en terrenos más tonales que lo contrario, o de hazaña interpretativa que suponen estos cincuenta minutos de música, sino de transmitir que la obra es parte indisoluble de la intérprete. Su expresión corporal lo dice todo. Al respecto en Youtube hay una interesante conversación de la intérprete, junto al compositor, con ocasión de su interpretación con la Sinfónica de Londres.

La segunda parte se dedicó íntegramente a otra obra de gran exigencia, al menos para nuestra formación, por mucho que se trate de una obra de repertorio. Es conocido que, con las complejidades impuestas por el Brahms sinfónico, la Orquesta de Valencia no se han llevado demasiado bien en los últimos tiempos, por lo que hay que considerar un pequeño hito la excelente lectura de esta obra cumbre, plagada de minas. Esperemos que este sea el inicio de grandes lecturas brahmsianas por la Orquesta de Valencia. El éxito, hay que decirlo claramente hay que atribuirlo en buena parte al trabajo de Liebreich con los músicos, y por supuesto estos últimos y su disposición son indispensables para llegar a buen puerto. Tras el tour de force de la primera parte, supieron mantener el pulso impuesto por Liebreich que fue in crescendo a lo largo de los cuatro movimientos. 

Llama la atención el fenomenal trabajo que está llevando con las dinámicas y con los ataques de principalmente de la cuerda. Quizás haya que trabajar algo más la claridad del fraseo de la cuerda en los contrapuntos en la cuerda a tutti.  Otro buen tanto del éxito hay que darlo a todos los profesores que mantuvieron el pulso marcado por Liebreich. Excelente Salvador Martínez con un excelente solo en el Allegro final, Roberto Turlo al oboe y el resto de maderas, esenciales en toda la sinfonía. Asimismo, magníficos todos los metales tanto trompas como trombones, gran coral en el cuarto movimiento, y el pulso preciso y el control de la variadísimo rango dinámico y expresivo de esta obra por parte de Javier Eguillor en los timbales. Un verdadero lujo. La cuerda no quedó atrás con una prestación que hace pocos años se antojaba que imposible. Quizás sea resultado del buen trabajo que está llevando Liebreich en la forma de abordar el repertorio más clásico. Incuestionable éxito de un público que llenaba la sala en las tres cuartas partes y que se muestra cada vez más identificado con un nuevo director titular, que en la última de las salidas felicitó las fiestas en nombre de la orquesta a los asistentes.


Ficha técnica:

Jueves 22 de diciembre de 2022

Auditorio del Palau de Les Arts

Obras de John Adams y Johannes Brahms

Leila Josefowicz, violín

Orquesta de Valencia

Alexander Liebreich, director musical

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