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Por qué el Gobernador Quijano fue recibido como un héroe

20/11/2023 - 

El invitado de hoy a esta crónica es un servidor público extraordinario que no hacía ascos a sus responsabilidades y que se implicaba en sus funciones como el primero. Daba ejemplo, vaya, si se entendiese que tuviera que hacerlo.

Nombrado gobernador de Alicante cuando el cólera morbo hacía estragos entre la población, su propósito era llegar cuanto antes a su destino y ponerse manos a la obra, nunca mejor dicho, para combatir la epidemia. Me refiero a Trinitario González de Quijano Iturregu. Era 1854.

El Alicante de ese año era una ciudad pequeña, sobrepoblada y amurallada, cuyos habitantes vivían mayoritariamente entre sus muros. El cólera se propagó rápido por la ciudad. Entonces tenía tan sólo 18.000 habitantes, de ellos unos 8.000 huyeron a fincas o pueblos, y 1.964 fueron los fallecidos durante los 47 días que duró la epidemia. La falta de higiene fue uno de los motivos que hizo que se propagara el cólera con tanta rapidez.

Quijano fue nombrado Gobernador Civil de Alicante el 16 de agosto de 1854. Su objetivo era poner fin a esta epidemia. El 19 de agosto dejó escrito que “sólo espero credencial para ponerme en marcha a la velocidad del rayo para aliviar, hasta donde mi autoridad y celo alcancen. Si mis cuidados paternales pueden evitar, seré el primero allí donde más el peligro amenace”. Palabras que recoge Manuel Martínez López en su libro Alicante. La historia a través de sus calles.

Llegó a la ciudad el 22 de agosto. Dijo que “lo he dejado todo para volar a mi destino. y, por una marcha de 36 horas, tengo la suerte de hallarme ya entre vosotros. Las autoridades deben ejercer una especie de paternidad sobre sus administrados; y el primer deber de un padre es proteger la existencia de sus hijos”, manifestaciones que recoge Vicente Ramos en su libro “Honores concedidos por Alicante y su provincia”.

Lo primero que hizo Quijano fue una visita de reconocimiento para conocer la situación por sí mismo, no quiso que tan solo se lo contaran en su despacho. Quiso torear al cólera desde la arena, no verla pasar desde la barrera, ya me entiende. Lo primero que hizo es disponer para el día siguiente que las cafeterías y horchaterías tuvieran horchata de arroz para ofrecer a los enfermos y que los farmacéuticos dieran gratis las medicinas apropiadas para combatir esta enfermedad, previa receta médica, a cargo del Gobierno Civil.

Era el primero en visitar a los enfermos y buscar soluciones a su enfermedad. “Entraba sonriendo a las habitaciones de los apestados, abría las ventanas para que corriera el aire, aseaba el lecho del enfermo, les consolaba y prometía volver”. No quería que pareciese una despedida, que a veces irremediablemente lo era. Era característico verlo a lomos de su caballo dirigiendo la faena de los sanitarios o llevando su carruaje cargados de enfermos que necesitaban urgentemente de cuidados médicos en el hospital.

Eran días de hambruna y escasez de alimentos desinfectados. Quijano dirigió caravanas de transporte de alimentos a diversos pueblos de la provincia de Alicante, muchas veces pagados por él, en la semana del 23 al 29 de agosto. Fue recibido como un héroe en Alcoy, Cocentaina o Monforte del Cid. En Alicante fue jaleado y llevado a hombros por las calles por el mismo motivo.

Para facilitar la compra de alimentos suspendió sus impuestos. A su vez, prohibió los cordones sanitarios que hacían de Alicante una ciudad aislada. En los bajos del Ayuntamiento organizó guardias con 3 médicos y 4 practicantes de 10 de la noche a 5 de la mañana. Los pobres de solemnidad recibieron un socorro de 3 reales diarios si enfermaba un miembro de su familia y 2 reales mas por cada otro miembro de la familia que enfermare.

Su gran labor humanitaria llegó a oídos de miembros de la Corte en Madrid. Agradecida por su labor la reina Isabel II le concedió el 5 de septiembre el reconocimiento público con la Gran Cruz de Isabel la Católica.

El cólera iba remitiendo, las acciones de Quijano estaban dando resultados positivos. Pero fue él el que cayó enfermo. En principio los médicos pensaron que era debido a la fatiga, no paraba visitando a los enfermos, teniendo reuniones con todos, buscando soluciones, … Pero los peores pronósticos coincidieron que se había contagiado de cólera.  

El 15 de septiembre se había propuesto montar en su caballo para ir a Castalla, y después a Alcoy. Sus ayudantes le aconsejaron que no montara porque estaba muy enfermo. Les dijo que “no me lo impidan ustedes porque he jurado morir en pie y vestido antes que abandonar a ningún desgraciado”. No lo consiguió, estaba muy débil. En su lecho de muerte manifestó “sé que voy a morir, pero muero contento porque sé que voy a ser el último”.  Falleció ese mismo día a la edad de 46 años en compañía de su esposa Adelaida Polverosi. Con lágrimas en los ojos, Eugenio Barrejón, Gobernador Militar de Alicante, manifestó: “El hombre extraordinario que la Providencia nos había enviado para consuelo del afligido; el hombre que tantas víctimas ha arrancado a la muerte; el Excmo Sr. D. Trino Quijano, Gobernador Civil que fue de esta provincia, dejó de existir a la una y cuarto de esta mañana”.

Meses después de su muerte las autoridades de Alicante decidieron hacer un monumento en su honor. Lo puede visitar. Es un panteón al aire libre que está dentro del Parque que se llama con su nombre cerca de la plaza de España. Fue elaborado por el arquitecto Francisco Morell y pagado por suscripción popular. Un monolito con cuatro lados le recuerdan para siempre agradeciendo su valentía, generosidad y servicio a los demás. Se inauguró en 1857, trasladando allí sus restos mortales.

Dio su vida al servicio de los ciudadanos que vivían en esta ciudad, de forma desinteresada y a veces a costa de su propio patrimonio. Fue un héroe del servicio público, de velar por el interés general. Un líder que supo encontrar soluciones a los problemas, arriesgando -incluso- su propia vida.

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