Hoy es 23 de diciembre

EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV  

Peret, el Elvis de España

Su familia vivía en unos corrales, a su madre le tuvieron que dejar una casa para que le pariera. Luego fue vendedor de todo lo que pillaba, era mantero. En los bares aprendió las canciones de Elvis de las gramolas. En los prostíbulos, donde trabajaba su novia, aprendió a jugar a las cartas. Pero cuando comenzó el boom de los tablaos como consecuencia del turismo, tuvo la oportunidad de crear sobre un escenario. Le metió al flamenco bongos, pianos e incluso un hammond. Inventó un género nuevo

19/03/2022 - 

VALÈNCIA. Imprescindibles es uno de los pocos refugios seguros que nos quedan en esta época de, paradójicamente, hipertrofia informativa. Recientemente han emitido un documental largamente esperado, Algo Salvaje, el dedicado a Bambino. La verdad es que a mí me ha gustado mucho. Era realmente difícil de hacer un buen reportaje audiovisual sobre él si casi no existen imágenes de sus mejores años. 

Es una pena que un artista como Bambino muriera tras un retiro involuntario. Ignorado por el público y por los medios culturales. Fue, de hecho, a partir de su fallecimiento que empezaran a circular recopilatorios y un disco de versiones, pero le había ocurrido lo irremediable: El paso del tiempo y la llegada de nuevas generaciones con nuevas modas debajo del brazo. Sin embargo, en este caso hubo algo más. Su época se asoció al régimen y la cultura popular española, a lo cutre. Si a esto le sumamos la generación que empezó a cantar en inglés, la colonización anglosajona de nuestra vida cultural se culminó muy rápido y sin resistencias. 

Es un caso parecido al que vivió Peret, que se ahorró una decadencia similar porque se retiró a tiempo. En cambio, en su momento, por su estética y sus ritmos en el documental Yo soy la rumba, de Paloma Zapata, se referían a él como una especie de Elvis español. Esta película solo estuvo nominada a los Gaudí y pasó discretamente por los medios, pero a mí me gustó mucho también. 

Presentaba a un Peret que creció en una situación de pobreza considerable. A su madre le prestaron una casa para que diera a luz, la familia vivía en corrales. Un gitano catalán que se educó en tres lenguas, español, caló y catalán. Cuando fue adolescente, se dedicaba a vender, como él mismo reconocía, engañando a la gente. Algo que le hacía sufrir, no le gustaba mentir y timar, pero, de nuevo según su testimonio: "era lo que me habían enseñado mis padres". Fue también tapicero, carpintero, vendedor de melones, de aluminio, pero lo que más hizo fue poner una manta en el suelo y vender, lo que hoy conocemos por mantero. 

Había que sobrevivir. Porque Peret ni tenía dinero, ni había ido a la escuela ni había estudiado. Ahí lo que diferencia la honradez del delito se encuentra en unos grises muy relativos. Lo que sí era seguro es que le encantaba la música, aunque nunca hubiese pensado en ser artista. Sin embargo, tuvo un accidente que le tuvo postrado en la cama durante meses y ahí le dio por la guitarra. 

Antes de eso, empezó a desenvolverse en los márgenes de la sociedad. Aprendió a jugar a las cartas, le enseñaron prostitutas en Palma, y se ganaba la vida con eso. Criticaba a su padre por sus prejuicios: "Me quiso vender dos cosas que no eran verdad, que en los gitanos no había putas o maricones y que serlo era una bajeza". Él vivió más y es gracioso, como de película, cuando reconoce que tenía dos novias, una carterista y la otra prostituta. Ambas se odiaban entre sí y planteaban un dilema ético: "Una decía que robaba, pero que no era puta, y la otra que era puta, pero que no robaba. Cada una tenía su verdad". 

De ahí surgió un hombre que igual no había ido a la escuela y no tenía estudios, pero era sabio. Tenía el mínimo de cultura para saber que no se puede andar juzgando a los demás alegremente porque cada uno es hijo de unas circunstancias. El problema fue que su madre no le dejó casarse con ninguna de las dos novias, especialmente con una de ellas, con la que estuvo a punto, porque era paya. Ante la negativa, en cinco minutos se le apalabró un matrimonio con una niña gitana de 15 años, él tenía 22, y se casó. Cuando conoció a su mujer, esta todavía iba con una muñeca en la mano. Lo bonito del documental es que era la familia de Peret al completo la que recordaba toda esta historia. Después de reconocer tamaña historia de amor, señalaban que estuvo casado cincuenta años con su mujer y siempre estuvo enamorado de ella. 

El punto de inflexión llegó con el turismo. Si el verdadero flamenco había sido barrido por la censura, una expresión musical popular controlada por un gobierno no tiene mucho sentido  o no es popular, lo que sí que pasó al mismo tiempo, con la llegada de turistas, es que aparecieron tablaos donde no los había, esto es, en el litoral mediterráneo. Peret regentó uno en Calella. Allí tenía el escenario para él solo y, como suele ocurrir, de la libertad y lo impredecible, surgió la magia. Cuando se plantan escenarios, crecen artistas. Esto es así. O era.

Este no podía parar de crear. Empezó a meterle bongos a sus canciones, luego un hammond. Inventos que no eran en absoluto normales en un tablao, pero logró así crear algo nuevo. Antes, Antonio González "El Pescaílla" ya había hecho rumba, y el propio Bambino, pero se la llamaba "rumba flamenca". Lo de Peret fue bautizado en Madrid como "rumba catalana". En principio, le denominaban "creador de la rumba gitana" y luego en la prensa era "rumba pop". Sea como fuere, esta actuación en 1974, A su aire alcanzó la perfección absoluta. Bocato di cardinale. 

El caso es que su estilo tuvo algo de mezcla de rock and roll, que había mamado en las gramolas de los bares, y su sustrato cultural, lo autóctono. Ese es el pedigrí de los verdaderos artistas, como Triana, los que adaptan lo que les fascina, en ese caso eran los Doors y Pink Floyd, a lo propio. Peret si tenía un referente era Elvis. La canción Borriquito como tú, de hecho, tiene mucho que ver con este fenómeno, se la dedicaba a todos aquellos que, en el litoral turístico, cantaban en inglés para los extranjeros sin saber ni una palabra en realidad. 

La parte del éxito es conocida, pero la profundidad del retrato llega cuando Peret lo deja todo y se convierte en predicador. Un paso inimaginable. También había renunciado a intentar hacer carrera en Estados Unidos, aunque Julio Iglesias se lo había recomendado porque, en lugar de rico, se iba a hacer riquísimo. No quiso abandonar su sitio y su gente. De hecho, poco antes de retirarse, en 1978, dejó en Saboreando una canción que resumía ya las consignas del 15M muchas décadas antes, Quién me puede asegurar. Un detalle curioso, porque cuando fue entrevistado por Lauren Postigo en Cantares sentenció que no le importaban sus letras, porque "lo único que me preocupa es divertir al público". El mérito que han tenido algunos, cuando la anglofilia lo ha invadido todo, es no lograr ni una cosa ni otra. 

Noticias relacionadas

next
x