LA EVOLUCIÓN DEL ARTE 'FOGUERIL'

Pequeños laboratorios de fuego

Siguiendo la estela de los orígenes de la fiesta, artistas y diseñadores vuelven a la elaboración de monumentos como constructores. Alejadas del foco mediático y con menor volumen, las hogueras infantiles son su picota en las calles alicantinas

20/06/2019 - 

ALICANTE. Entre el cruce de calles donde se plantará la hoguera de La Ceràmica y el estrecho taller de Cap de Suro en Benimaclet hay ciento sesenta kilómetros de distancia, pero ambos puntos están a tres mil metros del mar. El diseñador y artista Xavier Gurrea trabaja estos días entre peces y olas para escenificar esa Alta Mar en Altozano, como reza el nombre de su foguera infantil.

Es su estreno en La Ceràmica, para Gurrea, quien ya debutó en las fiestas de 2015, junto a Ariadna González, plantando en Gran Via - Garbinet. «Primero estudié diseño industrial y trabajé un par de años, pero no era lo mío. Hice diseño de interiores y allí conocí a Ariadna». En 2013, Gurrea y González abrieron el taller Cap de Suro y un año más tarde plantaron su primera falla en València. «Desde pequeño me gustaba hacer fallas y maquetas. Mis padres me dijeron que tenía que estudiar una carrera más técnica pero al final he acabado en el mismo sitio», cuenta Gurrea sonriendo.

«En el origen de la fiesta, en los años veinte, muchos artistas plásticos trabajaron como constructores», apunta Isabel García Tejeda, crítica e historiadora del arte. «Tiene su razón de ser en esa estrategia de diferenciación de les Falles; una forma de decir que les Fogueres no son una mera imitación de las fiestas de València». Pintores como Gastón Castelló o Baeza trajeron a la fiesta el estilo art déco —un modernismo depurado por geometrías racionalistas— que aún hoy en día empapa algunos de sus monumentos.

«Antes de estudiar Bellas Artes ya realicé de forma amateur alguna falla. Es a mediados de la carrera, en el itinerario de escultura, cuando empiezo a desarrollar trabajos con las dos vertientes», explica Ricard Balanzà, autor de la hoguera infantil que se plantará este año en Avinguda de Loring - Estació. El artista ha dejado su impronta personal en Cap a la llum, «donde trato de concentrar la emoción que sentía al vivir la mágica noche de Sant Joan, en la playa con la familia, el ritual del fuego y el agua, la entrada al verano… Les Fogueres de Alicante parecían próximas y a la vez lejanas, ya que solo podía verlas en Canal 9».

Un sinuoso ave fénix es la pieza central de su monumento, toda una alegoría de la fiesta del fuego. «Me gusta conocer lo que ha plantado anteriormente la comisión, hasta los orígenes de la fiesta. Hay ciertos elementos que se repiten: en Alicante se apuesta más por lo alegórico y lo simbólico, esos iconos continúan vivos como el fuego y la llama que marcan el solsticio de verano. En Falles también, pero en Fogueres se mantiene más intensamente ese icono. Además, es la fiesta de Sant Joan, la fiesta mediterránea por excelencia», cuenta Balanzá sobre el relato de su hoguera.

«Quise aprovechar esa tradición, pero resignificando e innovando; marcando la personalidad propia. La tradición de la fiesta es quemar un monumento que tiene un remate, unos ninots... elementos identificables que pueden estar en cualquier trabajo —explica Balanzá—. Pero yo intento desarrollar mucho la estética y trato de impregnar la máxima personalidad a mis obras para ofrecer una propuesta que enriquezca el panorama».

Cargados de referentes

El proceso creativo para ambos artistas es similar y está influido por su propia formación. En el caso de Gurrea, «hago lo mismo que un diseñador: cogemos un concepto, desarrollamos la idea y hacemos un guión previo. Después sale solo, es trabajo de taller. Si no tienes una buena idea, siempre tienes dudas a lo largo del año, no sabes qué poner… Por eso hay que trabajar bien el concepto —explica el diseñador e ilustrador—. Después del guión, hago maqueta y dibujo a la vez para definir la volumetría hasta que detallamos todas las escenas».

«Yo nunca tengo un proceso lineal, trato de seguir mi intuición», explica Balanzá. «Contemplo y leo el espacio donde se va a situar, eso es fundamental. También me informo del tema escogido, relacionando lecturas e indagaciones que me motivan y, paralalemente, trazo apuntes y frases sueltas, conceptos y palabras clave que van dando lugar a lo concreto. Además, cada cliente tiene un pasado y unas actitudes presentes, una economía… Se intuye qué esperan ver plantado, así que enfoco el trabajo de una determinada manera».

Esa intensa lectura del espacio público ayuda a Balanzá incluso a escoger la paleta cromática: «siempre trato de acentuar los colores respecto a lo que hay en el espacio. Los tonos de las calles suelen ser marrones, verdes, blancos… Por eso utilizo mucho el amarillo y el rojo. En el caso de Avinguda de Loring - Estació, se ve mucho el azul del cielo y está rodeado de zonas ajardinadas, así que he escogido el rojo porque al ser antagónico al verde, resalta mucho más la foguera».

El cuidado por el entorno también está presente en el trabajo de Xavier Gurrea. Junto a Ariadna González plantaron Paradeta de flors nº 14 —la falla infantil oficial de València este año— sin las características vallas de obra. «Las vallas son necesarias para proteger el monumento, pero se pueden poner con gusto. Nosotros apostamos por unas pequeñitas de madera para no entorpecer la vista», explica Gurrea.

Si en la falla municipal del cap-i-casal homenajeaban los puestos de flores de su plaza del Ayuntamiento, en La Ceràmica apuestan por la cultura de la pesca. «Desde los peces que se pueden pescar, hasta el problema de los plásticos. La cultura de la pesca está muy presente en nuestra tierra, desde la gamba de Dénia a la clòxina valenciana —cuenta Xavier Gurrea— pero también queremos concienciar a los niños sobre el cuidado del mar. Por eso el ninot de la exposición denuncia la pesca de ‘pezqueñines’».

«En un monumento grande siempre tienes en cuenta la crítica social, pero en infantil es otro rollo. Aunque yo siempre intento hacerles pensar un poquito», asegura Gurrea. «La apología y la crítica siempre han estado, aunque bien combinada con elementos amables», apunta la profesora García Tejeda. Frente a les Falles, más orientadas al costumbrismo barroco, «el monumento en Alicante era el vocero del barrio, reflejaba las preocupaciones cotidianas. Si bien en los años veinte y treinta, quizás el periodo más políticamente convulso en España, los monumentos tenían un carácter más político que ahora. Crítica bestial no ha habido nunca; combinan la denuncia con el carácter festivo y dicharachero».

«También es verdad que se permiten todo tipo de críticas porque es la fiesta; de alguna forma se dulcifica y domestica el conflicto. Imagínate la que se montó con el ninot del rey en ARCO este año, cuando yo he visto ninots de la Familia Real a cascoporro y nunca se ha dicho nada», añade García Tejeda.

El lenguaje de cada ciudad

«Las dos fiestas van aproximándose cada vez más —opina Ricard Balanzá—. Lo que se planta en la calle en cualquier ciudad prácticamente ya es lo mismo, si bien se repiten elementos característicos asimilables, como los remates abiertos en Alicante o ciertos iconos. Yo creo que el canon establecido aburre y se empobrece de repetir. Hay que apostar por la idiosincrasia de cada lugar, trabajando con el espacio, el clima, la gente, las costumbres… Solo hay algunos talleres que continúan trabajando en el margen, con un trabajo personal que enriquece el formato», describe.

Tras la importación de la fiesta impulsada por José María Py en 1928, se considera que les Fogueres desarrollaron un lenguaje formal diferente a les Falles —primero art déco, después vanguardias— para diferenciar las fiestas. Con la recuperación de la democracia, en los ochenta, Pedro Soriano volvería a buscar esa diferenciación con la capital: «con sus remates buscaba dejar ‘bocabadat’ a todo el mundo, parecía que no se sujetaban en nada», apunta García Tejeda.

Con este impulso, la Diputación de Alicante crea el concurso de fogueres experimentales. «Es de las pocas cosas que se exporta de Alicante a València», cuenta Tejeda. Pero mientras en València está vigorosamente institucionalizado, en Alicante ha perdido fuelle: «En San José entiendo la diferenciación porque la falla es más barroca, intenta tener unos patrones clásicos más realistas. Pero para Sant Joan, en Alicante, sí hay un carácter más vanguardista y diferente, aunque la estética de los ochenta se ha estancado», opina Xavier Gurrea.

«A día de hoy en infantil no veo distinción entre Falles y Fogueres, pero sí hay una variedad de estilos que en monumentos grandes no hay. Aunque en Alicante arriesgan algo más, en Falles nada», opina Gurrea. «En infantiles, el formato y la escala nos permite experimentar y mostrar la personalidad del artista. En los grandes es difícil encontrar el monumento que nace del propio artista. Ahora los grandes tienen un diseñador, un pintor, un modelador… Son más productores que artistas, mientras que en infantil casi todos hacemos ‘foguera de autor’; el proceso siempre lo llevo yo», comenta.

«Además las grandes acaparan todo el protagonismo mediático y nos da la posibilidad de atrevernos inconscientemente, porque sabemos que los focos no apuntan a nosotros», añade Balanzá. Aun así, esta invisibilidad no siempre es positiva: «ahora parece que el monumento sea una excusa para hacer fiesta. Están cerrando muchos talleres y las comisiones van a tener problemas para encontrar artista. Se han de poner en valor los monumentos; los medios de comunicación le dan más importancia a la figura de la Bellesa… Y nosotros mismos también hemos de revisar nuestro papel», concluye Gurrea.

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