Núremberg no lo ha tenido fácil. En no pocas ocasiones a lo largo de sus mil años de existencia, esta apacible ciudad al norte de Baviera se ha visto obligada a tirar de orgullo e ingenio para volver a ponerse en pie. Una de las más dolorosas fue para recuperarse de la destrucción que sufrió durante la Segunda Guerra Mundial. Por su pasado imperial, Adolf Hitler la señaló como cuna del Tercer Reich y la utilizó como escenario de sus grandes exhibiciones de propaganda. Ese estigma condenó a la ciudad y sus habitantes a sufrir especialmente los bombardeos contra el régimen nazi. Muy pocos edificios quedaron en pie y más de 6.000 personas murieron, pero la cifra pudo ser mucho mayor de no haber sido por la resiliencia y la capacidad de sus habitantes para adaptarse a las circunstancias por complicadas que fueran.
El entramado de túneles que sus antepasados habían ido excavando desde el siglo XIV en el subsuelo de toda la ciudad para fermentar y almacenar cerveza fue la salvación de miles de ciudadanos. Desde que asumieron su fatal destino, los nuremburgueses perfeccionaron y adaptaron esas galerías subterráneas para protegerse a sí mismos y a su legado histórico, conservando a buen recaudo tanto obras de arte como planos de las infraestructuras estratégicas para reconstruirlas y empezar de nuevo cuando acabase aquel horror.
Las cuevas subterráneas de Núremberg son una de las mejores muestras de su capacidad para superar los problemas, pero el viajero que la recorra con interés y curiosidad por descubrirlas hallará muchas más. Porque Núremberg no solo es una ciudad bonita que ha sabido mantener en cierto modo su encanto medieval, también es una pieza esencial para comprender episodios esenciales de la historia germana. Gracias al esfuerzo de su oficina de turismo local y el aumento de las conexiones aéreas, apenas tres horas de vuelo separan a los viajeros españoles de poder vivirlo en primera persona. El aeropuerto Albrecht Dürer, muy próximo a la ciudad y cómodamente conectado al corazón histórico en metro, es una excelente puerta de entrada a Núremberg y dispone de conexiones directas con varias ciudades españolas, como la que recientemente comenzó a operar Ryanair desde València.
Las cuevas subterráneas de Núremberg (Historische Felsengänge) son un punto excelente para comenzar a explorar la ciudad porque ayudan a entender el importante papel que la producción de cerveza ha desempeñado en su desarrollo desde la Edad Media. En 1380, el consejo de la ciudad decidió que cada vivienda que despachase cerveza o vino debía contar con una galería subterránea. Apenas un siglo más tarde, con Núremberg convertida en la ciudad más grande del Sacro Imperio Romano Germánico, el elevado consumo de cerveza –unos 500 litros por persona cada año– obligó a ampliar esas galerías y horadar hasta cuatro niveles de profundidad.
En el siglo XIX, la capacidad de inventiva de los nuremburgueses permitió resolver el problema de la falta de ventilación de las cuevas con un ingenioso sistema de ventilación natural basado en chimeneas. Aprovechando el aire caliente de las fachadas expuestas a mayor radiación solar, consiguieron evacuar el exceso de CO2 del interior de las galerías haciendo circular el aire sin necesidad de medios mecánicos. Además, mucho antes de que Carl Von Linde inventase en esta región la máquina frigorífica, fueron capaces de desestacionalizar la producción cervecera, que hasta entonces había estado limitada al periodo de octubre a marzo porque se necesitaba una temperatura inferior a ocho grados. Para ello, adaptaron las galerías con un sistema de neveras mediante hielo traído de los Alpes o cosechado en lagos cercanos que funcionó hasta 1889.
De regreso a la superficie tras recorrer las cuevas, la visita al Castillo Imperial permite al viajero recomponer el relato histórico de la ciudad desde su fundación. Encaramado en lo alto del promontorio rocoso de Núremberg, la explanada que se extiende junto a su torre principal es una excelente atalaya para disfrutar de la mejor vista panorámica de la ciudad y situarse para visitar posteriormente sus principales monumentos, como la Iglesia de San Sebaldo, la Iglesia de Nuestra Señora, la Iglesia de San Lorenzo, el Ayuntamiento Antiguo o el edificio de la Ópera.
El castillo fue uno de los palacios imperiales más importantes y sede central del Sacro Imperio Romano hasta la Guerra de los 30 Años. El resultado de ese conflicto y la anexión a Münich de la región histórica de Franconia en 1806 dando origen al actual estado de Baviera marcó el inicio del declive de la hasta entonces poderosa ciudad imperial de Núremberg.
Pero Núremberg volvió a demostrar su capacidad de superar las dificultades y logró renacer a base de creatividad e inventiva. Allí fue donde comenzó la industrialización alemana y desde donde en 1835 partió la primera locomotora inglesa con vagones construidos en Núremberg, dando origen a una de las industrias más importantes del país. Uno de los pioneros de esa industrialización fue Johann Sigmund Schuckert, fundador en Núremberg de la empresa electromecánica que años más tarde evolucionó a la actual Siemens. La lavadora, el secador de pelo o la aplicación de los rayos equis son todos ellos ingenios surgidos en esta ciudad, que ejerció de auténtico motor económico e industrial de Baviera y fue la cuna del sello reputacional Made In Germany.
La prosperidad económica que siguió a ese desarrollo industrial le permitió a Núremberg levantar un gran Palacio de Justicia con la aspiración frustrada de convertirse en la central jurisprudencial de Baviera. Años más tarde, no obstante, ese complejo fue el escenario de los Juicios de Núremberg gracias a que logró salvarse de los bombardeos por estar en las afueras.
Si se necesita reponer fuerzas para continuar explorando la ciudad colina abajo, antes de dejar el Castillo se puede aprovechar para degustar algunas de las especialidades de la gastronomía local en Hexenhäusle, un biergarten situado justo detrás del castillo.
Estas pintorescas cervecerías al aire libre son uno de los signos de identidad más típicos de Baviera y el lugar perfecto para probar las salchichas (bratwurst) de Núremberg, características por ser mucho más pequeñas que las de otras regiones alemanas y haber sido elaboradas durante siglos conforme una receta local que desde 2003 forma parte del registro de protecciones geográficas de la UE. Lo habitual es abrir el apetito con unos típicos panes pretzel acompañados de mantequilla seguidos de raciones de salchichas que se sirven con ensaladas de patata o chucrut. Pueden tomarse a la parrilla o hervidas en un caldo aromatizado con vinagre, cebolla, vino y semillas de mostaza que les confiere un curioso color gris azulado claro. Todo ello, por descontado, regado con cerveza local.
Muy próxima al Castillo de Núremberg se encuentra la Casa Museo de Alberto Durero, uno de los hijos más ilustres de la ciudad. La visita a la única vivienda que se conserva en el norte de Europa de un artista del siglo XV no solo permite conocer el taller del pintor y grabador más famoso de Núremberg, sino viajar cuatro siglos en el tiempo para hacerse una idea de cómo era la vida cotidiana en la próspera Núremberg durante su etapa como la Ciudad Imperial Libre.
Si continúa hacia el sur, en unos pocos minutos llegará hasta la Iglesia de San Sebaldo (Sebalduskirche), la iglesia parroquial más antigua de Núremberg. Construida en 1215 como basílica románica y ampliada posteriormente en estilo gótico, el templo fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruido en 1957. Muy cerca, en la Plaza del Mercado (Hauptmarkt), se revela de forma genuina el legado medieval de Núremberg. Día tras día, decenas de puestos de frutas y verduras, flores y alimentos frescos llenan de color la plaza durante todo el año, pero es en diciembre cuando la plaza luce su aspecto más mágico. Desde la última semana de noviembre, decenas de pintorescas casetas de madera del Christkindlesmarkt, un mercado navideño célebre en todo el mundo inundan la plaza de luces y música festiva y dan calidez al ambiente a base de vino caliente y galletas de jengibre.
En un lado de la plaza se alza imponente la Iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche), de estilo gótico y una de las tres principales iglesias de Núremberg, en la que se conservan las tres vidrieras más antiguas de la ciudad. En el otro lado de la Hauptmarkt, a menudo rodeada por una nube de turistas, la Fuente Bonita (Schöner Brunnen) centra todas las miradas de quienes pasan por la plaza. Sus casi veinte metros y profusa decoración convierten esta fuente gótica en una parada obligada en la parte histórica, sobre todo por la leyenda que promete fortuna para quienes den tres vueltas a un anillo dorado ensartado en la celosía que la rodea.
De camino al río Pegnitz, en la calle de los curtidores (Weißgerbergasse) el tiempo parece haberse detenido. Las históricas fachadas de piedra con entramado de madera, alrededor de una veintena de ellas son originales al haber sobrevivido a los bombardeos, dotan a este rincón de la ciudad de un irresistible encanto. Las casas de los artesanos albergan hoy decenas de cafés, bares y boutiques, pero permiten hacerse una idea de la prosperidad alcanzada por los artesanos del cuero durante la Edad Media.
El atractivo de la Weißgerbergasse solo es comparable con el del coqueto río Pegnitz, otro de los rincones históricos imperdibles en la ciudad. Su angosto pero caudaloso cauce divide en dos el casco histórico y brinda algunas de las estampas más bellas de Núremberg. Las fachadas del estilo típico de Franconia de las viviendas que se asoman al río han sido reconstruidas respetando su aspecto original de piedra y listones de madera. Conviene prestar atención al que en su momento fue el primer puente colgante de Europa (Kettensteg), construido en 1834 y al que se accede directamente desde la calle de los curtidores, pero sobre todo al conocido como el Puente del Ahorcado (Henkersteg). El conjunto que forma este encantador puente de madera cubierto sobre el río junto a la Torre del Verdugo y el antiguo almacén de vino, una de las casas con entrado de madera más grandes de toda Alemania, es una de las estampas más hermosas en toda Baviera y el punto perfecto para poner el broche a cualquier paseo por el corazón medieval de Núremberg.
Sin embargo, ningún visitante que pretenda impregnarse de un legado histórico que se palpa en todos los rincones debería marcharse sin conocer otro de los lugares que va irremediablemente unido al nombre de la capital de Franconia en todo el mundo. El 20 de noviembre de 1945 el mundo entero centró su atención en el proceso contra 21 destacados representantes del régimen nazi por sus crímenes contra la paz y la humanidad.
Más de 60 años después de los Juicios de Núremberg, resulta imposible no sobrecogerse ante la sala y el banco en el que se sentaron 21 destacados representantes del régimen nazi para responder por sus crímenes contra la paz y la humanidad. La sala 600 de la Audiencia Provincial de Nürnberg-Furth es el epicentro de un museo que, mediante la reproducción de archivos históricos originales, reconstruye los antecedentes y el papel que desempeñaron los principales cargos del partido nazi y expone la importancia que estos juicios tuvieron para el desarrollo del derecho penal internacional moderno.
Baviera ni mucho menos se agota en Núremberg. A apenas una hora de distancia por carretera, la tranquila y coqueta Bayreuth se revela como uno de los secretos mejor guardados de la Alta Franconia. Esta apacible ciudad de apenas 75.000 habitantes es un auténtico museo a cielo abierto gracias al legado de la margravina Guillermina de Prusia, hermana preferida de Federico II el Grande. Como gran amante de las artes propició el florecimiento de Bayreuth en el siglo XVIII al convertirla en principal residencia de los margraves, un título nobiliario germano equiparable a un marquesado adquirido tras su matrimonio con Federico III de Brandeburgo-Bayreuth.
Su legado se percibe en el conjunto de palacios barrocos y extraordinarios jardines de Bayreuth al estilo de Versalles, pero su mayor regalo a la ciudad fue sin duda la Ópera del Margrave (Markgräfliches Opernhaus), incluida en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como una obra maestra de la arquitectura teatral barroca y el más importante y mejor conservado recinto operístico de Europa. Contemplar su apabullante belleza justifica por sí sola la escapada. Para diseñarlo, el arquitecto Giuseppe Galli da Bibiena se inspiró en los recintos operísticos de Viena y de Budapest y su aspecto actual, excepto por el patio de butacas, corresponde exactamente al original de 1748.
Pero si por algo se conoce a Bayreuth es por ser la ciudad de Ricard Wagner. El genial compositor llegó a la ciudad en 1870 buscando un nuevo lugar en el que representar El Anillo del Nibelungo, pero descartó la Ópera del Margrave por considerarla precisamente demasiado ostentosa. Para evitar perder al artista, Bayreuth le regaló una colina en la que se levantaría un nuevo palacio de la ópera único para él, donde no habría representaciones de ningún otro artistas. Fue así como en 1872 se colocó la primera piedra del Teatro de los Festivales de Richard Wagner, inaugurado en agosto de 1876 por el emperador Guillermo I de Alemania con la representación de El Oro del Rin y construido por Otto Bruchwal al gusto de Richard Wagner. Desde entonces, Teatro del Festival diseñado por Wagner de Bayreuth abre cada verano únicamente entre el 25 de julio y el 28 de agosto para acoger 30 funciones a las que asisten amantes de la ópera de todo el mundo. La acústica del Teatro del Festival diseñado por Richard Wagner, que solo pudo dirigir dos festivales antes de su muerte el 13 de febrero de 1883, es única en todo el mundo.
El Teatro del Festival es una de las paradas del recorrido conocido como Walk of Wagner, en el que también se visita Wahnfried, la que fuera casa familiar de los Wagner en Bayreuth en la que se recrea el proceso creativo del genio, o los jardines barrocos de Hofgarten, cuya belleza le servía de inspiración durante sus paseos.
Los jardines del Eremitage, sin embargo, los superan en espectacularidad. Este palacio que Guillermina recibió como regalo de cumpleaños de su esposo en 1975. Comenzó entonces la renovación del complejo que antes había sido un parque de caza para la realeza, para darle su aspecto actual. El antiguo castillo se reconvirtió a palacio de verano y los jardines exteriores fueron rediseñados conforme al estilo paisajista inglés incorporando elementos vegetales, arcadas y edificios en ruinas artificiales o juegos de agua que sitúan al Eremitage entre los mejores jardines barrocos del siglo XVIII.
Conscientes del potencial de Bayreuth para consolidarse como una escapada imperdible desde la cercana Nuremberg, los descendientes de los fundadores de la histórica cervecera local Maisel’s se han propuesto diseñar todo un universo experiencial con la cerveza como hilo conductor.
El Maisel's Beer Experience World no es solo una visita a la antigua fábrica de cerveza donde se exhiben los artefactos originales para entender su proceso de elaboración artesanal, inalterado cuatro generaciones después, sino toda una inmersión en un universo para comprender la importancia que su elaboración ha tenido en el desarrollo de esta región germana.
De hecho, Maisel's & Friends es más que una moderna factoría museo sobre el proceso de producción y degustación de la cerveza. Los descendientes de los fundadores han adoptado una filosofía basada en la amistad, la colaboración y la creación de comunidad con la pasión por la cerveza como nexo de unión, de ahí que inviten a otros cerveceros y especialistas en esta bebida para buscar sinergias creativas. Esa experiencia se desarrolla en diferentes espacios como un restaurante internacional (Liebesbier) con más de cien referencias de cerveza artesanal, un tostadero de café y un espectacular art hotel recién inaugurado, el Liebesbier Urban Art Hotel. En su diseño han participado artistas invitados de todas partes del mundo, toda una metáfora de la actitud con la que esta región se abre para recibir a los viajeros de todo el mundo seducidos por el irresistible encanto de Baviera.