ALICANTE. Francisco Contreras, parapetado tras el nombre de batalla de Niño de Elche, pertenece a esa estirpe de culos inquietos que van sembrando simientes de frutos desconocidos por los laterales de las autovías. Ya casi nadie mira los almendros en flor, ni come turrón, elaborado con el fruto de esos árboles, más allá de una semana, a lo sumo diez días al año. Por eso Paco no ha acabado de germinar, ni tal vez lo haga nunca. Bebe con ansia del pozo de la teoría de la obra en construcción que Benjamin dejó a medio elaborar, en su tránsito entre la vida y la muerte.
En esta obra como tránsito, va lanzando productos como semillas para que germinen en manos de otros o se conviertan en plantas medicinales de uso permanente. En el espacio de unos meses dos son las obras que ocupan espacio principal en estanterías y portadas: el libro “No comparto los postres”, publicado en la editorial andaluza Bandaàparte, y el todavía en marcha “Para quienes aún viven”, disco a medias con el grupo de post-rock Toundra, editado por Century Media/Superball, y que se publicará el próximo 17 de febrero, ya en preescucha.
NO COMPARTO LOS POSTRES
La necesidad de volcarlo todo de una vez, porque posiblemente no habrá otra y para la próxima habrá una nueva encarnación o un nuevo heterónimo, a pesar de mantener el topónimo en el nombre uniformado, es la primera sensación tras una primera lectura.
El testimonio reflexivo en forma de aforismo es la línea argumental del libro. Cuatro capítulos separados por las cuñas de la reflexión dialogada junto a compañeros de viaje como Pedro G. Romero, Nando Cruz, Marina Garcés, Marc Sempere, Fernando Paniagua, María Arnal o Miguel Álvarez-Fernández. Convexaciones, conversaciones que conectan y crean derivaciones fractales, cómo el análisis casi forense de los conceptos de “cultura” o “popular”.
La infancia fosilizada en los recuerdos de barrio industrial, emigración y el Elche de más allá de la vía, después Avenida de la Libertad, ahora muchas Avenidas: FRANCIS, que acaba con ese remedo de poema descriptivo del alma ilicitana cuyo primer verso es Fábrica de calzado y última palabra coca. Primer capítulo de escrituras de automatismos programados y reescrituras con destinatario y código postal.
PACO, NO TE ORVIDE DEL FLAMENCO. Primera emigración personal, el período formativo en Sevilla, en la Fundación Cristina Heeren, el golpe de calor con la tradición y la vanguardia, el transfondo conservador de ambas, Menese, Molina, Agujetas, Cabrero. El fundamentalismo morentista. Paco se atreve con las técnicas de investigación social y ofrece un cuestionario identificativo de la ideología flamenquista.
No hay nada como el sentido cronológico para darle unidad a una propuesta estética, y Niño de Elche continúa benjaminiano en esto también. De la estética a la ética. El encuentro con la poesía y la obra de Antonio Orihuela, entre otros autores de la llamada poesía de la conciencia, agudiza su sentido anarcoide: POLÍTICA A A A A A A A A. “Escuchar la palabra danza en la boca de Alberto Garzón fue el acto más revolucionario que he escuchado en una campaña electoral”.
De manera bastante ortodoxa, la cuarta parte es un heterodoxo listado de citas bibliográficas, o lo serían si contuvieran la fuente, pero el hilo conductor son las diatribas ad hominem contra el propio Niño de Elxhe, vertidas en redes sociales, medios de comunicación, puede que incluso en alguna conversación privada o familiar, recogidas, entrecomilladas y expuestas para mayor gloria de sus autores: NIÑXS DE ELCHE.
Certero e inteligente localizando contradicciones ajenas y propias, también verbalizándolas, la cita final no tiene el desperdicio de contener en sólo cuatro líneas las palabras y conceptos “premios MIN”, “Mejor canción del año”, “Fundación SGAE” y “Que os follen”.
En los años 70 y 80 del siglo XX, artistas considerados “multidisciplinares”, como la norteamericana Laurie Anderson, emigraban de su Ilinois originario a la meca única y posible para desarrollar su obra, NY. Francisco Contreras, Niño de Elche, está en tránsito permanente, Elche, Sevilla, Barcelona, Sevilla, Madrid. Nada en él es permanente, nada en él fija un eje de rotación. Su próxima aproximación a la literatura puede ser un libro de viajes de 1000 páginas, frente a las escasas 140 de este “No comparto los postres”, o la nada, porque ha optado por el silencio.
El halo que envuelve su figura de laica santidad en la cubierta de la cuidada edición de Bandaàparte, invita a un dulce con regusto en boca de picante y amargor. “No pienses en un elefante”, decía Lakoff, “No comparto los postres”, dice Contreras, el mensaje es casi el mismo.
PRIMERA ESCUCHA DE “PARA QUIENES AÚN VIVEN”, DE EXQUIRLA
El día 11 avanzábamos la presentación del nuevo proyecto de Niño de Elche, junto a uno de los más sólidos grupos de rock del panorama nacional, los madrileños Toundra. En su búsqueda sin término, el ilicitano se ha encontrado en una encrucijada resumida bastante bien con el adagio popular de “se ha encontrado el hambre con las ganas de comer”.
Paco ha dejado bien claro más de una vez que no hace ascos a ninguna sonoridad, que desde el silencio hasta la electrónica o el hardcore pueden ser buenos compañeros de viaje para su voz de modulación y tonalidad de amplio espectro. Las declaraciones de Esteban Girón, guitarrista de Toundra, dejan bien claro que es como si siempre hubieran estado esperando a Contreras.
La elección de los poemas del libro “La marcha de 150.000.000” de Enrique Falcón no es gratuita. La lucha contra el olvido, porque hasta Sarajevo, apenas a 2500 kilómetros de Elche, unas 25 horas en coche, está quedando fuera de la memoria.
Tras una primera escucha en formato digital, en espera de lo que pueda aportar el surco de vinilo, los ocho temas que componen el disco transitan mundos conocidos, aunque el cóctel resulte a veces turbador, a veces escalofriante, sobrecogedor y siempre apasionante.
Abre la voz desnuda del propio Falcón sobre un punteo y un golpeo in crescendo en “Canción de E”, para evolucionar hacia una intro en el más puro estilo Mogwai. La voz de Niño de Elche apenas es una aparición entre las verdes montañas escocesas, como el fiddle que suena de valle en valle.
En un diseño de disco conceptual en la tradición del Pink Floyd de “Dark Side Of The Moon”, o los Yes de “Close To The Edge”, los temas se enlazan con un fraseo de guitarra y un bombo que machacan la conciencia. Dos singles con el riesgo de los 8/9 minutos a continuación, “Destruidnos juntos” e “Hijos de la Rabia”, que, a pesar de la consciente influencia del “Omega” de Morente y de Swans, no pueden evitar un cierto deje (y esto es un comentario positivo, por si acaso) a los Triana más combativos.
Hay que descansar, al menos la musicalidad frena el ímpetu, que no el destornillador incrustado en el cerebro, atornillando con el minuto y medio de “Interrogatorio”, antes de dar paso a otro extenso tema, ya con programaciones, voces dobladas y sincopaciones, “El grito del padre”.
Para los que aún viven,
son ciertos los caminos que anuncian la revuelta:
los niños sin sus sombras ya ruedan como amantes
por las tercas mortajas que cosisteis vosotros
[Enrique Falcón]
“Contigo” y “Un hombre” mantienen la ambientación onírica, necesaria para la despedida del disco, el recuerdo, la memoria, los 80.000 obuses sobre Sarajevo, la destrucción a las orillas de este mar compartido. Y para acompañar la voz de Niño de Elche, desde el inicio, Esteban, Macón, Alberto y Álex en plena forma, con la rotundidad y la contundencia que será un lástima escuchar tan pocas veces en directo como han anunciando: “Europa Muda”.
“Protestar es negarnos a ser reducidos a cero y a que se nos imponga el silencio. Por tanto, en cada momento que alguien hace una protesta, por hacerla, se logra una pequeña victoria. El momento, aunque transcurra como cualquier otro momento, adquiere un cierto carácter indeleble. Se va y sin embargo dejó impresa su huella”. (John Berger)