ALICANTE. Marwan Abu-Tahoun Recio (Madrid, 1979) ha sido uno de esos valientes que se ha atrevido a publicar nuevo disco en 2020, sin prestar especial atención a las expectativas comerciales. Sí. La situación es complicada tanto para la industria cultural en general como para la música en directo en particular, pero el momento requería el mensaje resiliente de sus canciones. Con El viejo boxeador apela a esa capacidad de las personas para superar los obstáculos y salir fortalecidos. Al despertar individual y al trabajo psicológico de consciencia para darnos cuenta, de una vez, de que no se puede vivir de la rabia. Canciones que presentará al público alicantino este sábado en Noches Mediterráneas.
— Sigue avanzando el ‘fenómeno Marwan’…
— No sé si existe un ‘fenómeno Marwan’. Lo que sí sé es que llevo veinte años currando como un cabrón. Eso sí, las cosas están saliendo bien y siento el apoyo de mucha gente, tanto en lo musical como en el ámbito de la poesía. Es verdad que antes tenía cierta relevancia, pero ahora viene más gente a mis conciertos y en los medios estoy más presente.
— ¿Era el momento de lanzar nuevo disco?
— Tenía el disco hecho antes de la pandemia y tenía muchas ganas de musicarlo. Decidí que ahora era el momento de hacerlo porque habla de la esperanza y sobre salir adelante. Quería compartirlo ahora a pesar de que no pudiera tener tanto resultado a nivel de gira, ya que no se pueden hacer casi conciertos. En este momento era necesario.
Llevamos un año horrible en varios sentidos. Muchos han perdido a sus familiares, otros el trabajo y la mayoría su libertad de movimiento, pero hay que seguir. En ese sentido, El viejo boxeador es un disco de diez canciones cuyo hilo conductor, en casi todas ellas, es la idea de resiliencia. Esa capacidad de superar los obstáculos y salir fortalecidos. Decía Jodorowsky que benditos eran los obstáculos porque devoran nuestros límites. Es muy reveladora esa frase y representa bastante bien este disco.
— ¿Qué hay de nuevo en este disco?
— En lo musical, creo que es el mejor disco que he hecho nunca por su variedad musical, rítmica y sonora. Fuimos a grabarlo a Inglaterra y hemos conseguido buenos arreglos y una muy buena sonoridad. En cuanto a las letras, en el anterior disco hablaba del amor y el desamor, mientras que en este caso hago un repaso mucho más amplio de temáticas. Me he soltado un poco. Cada canción tiene un pedazo de mí, más que nunca. Todas son muy diferentes, pero la que más me puede emocionar es Tu efecto mariposa o La pareja interminable. Luego hay canciones que también me tocan mucho o que meten un bofetón virtual a lo hater a todos aquellos que odian tanto por las redes, como hace El planeta desconcierto, que habla de ese desconcierto que reina hoy en día en la sociedad.
— ¿Por qué crees que se sigue fomentando el ruido y el desconcierto de la sociedad en lugar de hacer algo para frenarlo?
— Antes nos quejábamos, pero estábamos en pañales respecto a lo de ahora. Es alucinante ver el nivel de crispación que se vive hoy en día en la política y en todos los estamentos de la sociedad. Además, la pandemia no ayuda. Hay mucha gente necesitada demandando cosas y es normal que eleven sus voces, pero es que la respuesta de los políticos es absolutamente infame. El ruido generado en esta sociedad occidental es demasiado.
Todos fomentamos el ruido, hasta los que odiamos el ruido, y a veces ese ruido se ve impulsado por el hecho de defenderse. No es lo mismo ofender que ser ofendido. Si hay un partido con proclamas racistas y denigrantes hacia los valores fundamentales, es normal que la gente se revuelva contra eso porque no hay que ser equidistantes. Sin embargo, es cierto que todo el mundo contribuye, porque hay toda una industria alrededor del ruido.
— ¿Y en qué consiste esa industria del ruido?
— Hay una industria alrededor de la crispación de la que viven los políticos, pero también numerosos periodistas, opinadores y tertulianos. Hay un negocio del ruido absolutamente brutal del cual se benefician incluso los artistas haciéndose eco constantemente, en las redes sociales, para ganar adeptos. Es un negocio muy grande. Por lo que sea, la confrontación genera mucha visibilidad y mucha adhesión. Entonces, en general, se ha creado un juego de bandos. Aunque yo pienso que hay algunos seres que son más deleznables que otros.
— ¿Se ha convertido entonces la sociedad en un muro de Twitter?
— No creo que sea tanto un problema de la sociedad sino del mundo político. Lo que pasa es que la política ocupa demasiado tiempo en los informativos, en las tertulias y en nuestras vidas. Eso sí, es una decisión propia y, por tanto, también hay gente que prefiere no prestarle atención y llevar una vida pacífica, así que no tienen la sensación de que exista ese ruido. Depende de dónde pongas el foco. En mi caso, yo sí estoy bastante metido en Twitter y leyendo cosas de política, interesándome sobre las diferentes formas de buscar o no soluciones, y mi percepción es que hay un ruido ensordecedor.
— Estos obstáculos que estamos viviendo ahora ¿devorarán nuestros límites? ¿Eso es bueno siempre? ¿Serán mejores o peores los nuevos límites?
— No lo sé. Hay obstáculos que son necesarios para devorar nuestros límites, pero luego hay otros que forman parte del sistema estructural de la justicia social. Por lo general, suelen ser un motor de crecimiento para evolucionar a nivel individual. Es a través de los obstáculos como aprendemos. Cuando uno está feliz solo vive, pero cuando tiene problemas se hace preguntas para solucionarlos. A nivel social, no sé si esto nos ayudará a mejorar porque estamos tan bombardeados por tantas cosas y tan manipulados que no sé si vamos a lograr despertarnos en condiciones.
Mientras los grandes grupos de poder y los intereses económicos vayan en esa dirección, difícilmente va a haber un final para la crispación, una buena educación en las escuelas o un periodismo ecuánime. Es difícil, porque tiene que haber un despertar individual en las personas y un trabajo psicológico. Un trabajo de consciencia para que nos demos cuenta de que estamos siendo manipulados y que no podemos vivir todo el día de la rabia.
— ¿Dónde se sostiene entonces ese canto a la esperanza de tus letras?
— Aunque a veces en Twitter me enveneno un poco, trato de no rodearme mucho de información nociva. Que el estado del mundo es una mierda en algunos aspectos es absolutamente evidente, así que, si eres una persona sensible, es mejor mantener una cierta distancia con todo ese bombardeo informativo. Si eres una persona que lo ajeno no te afecta, pues te da lo mismo, pero si las injusticias sociales te afectan, entonces es mejor mantener la información a raya. A mí me afecta mucho, así que hago eso, pero también me rodeo de gente buena, me trato a mí mismo con cariño y extiendo ese amor al resto de la gente.
— Extiendes ese amor a través de tus canciones y tus poemas, pero ¿cómo lo gestionas?
— Desde hace unos años, suelto alternar la publicación de un disco con la de un libro. Suelo hacerlo así, pero la verdad es que siempre estoy escribiendo poemas y siempre estoy escribiendo canciones. Otra cosa es cuándo se publican. Ahora mismo estoy preparando un libro de poemas que voy a publicar en unos meses, después de haber publicado este nuevo disco. Voy alternándolo y generalmente nunca han ido relacionados, aunque en uno de mis últimos trabajos, Mis paisajes interiores, hice un disco-libro con diez canciones que se ampliaban después con varios poemas que continuaban la reflexión de la canción. En este caso, el nuevo libro no tendrá nada que ver con este último disco. Será poesía social y tendrá un formato menos extenso. Será más vitalista y tendrá más variedad temática.