A finales de noviembre Alicante acogerá Manifest Antiromàntic, una cita Tinder totalmente pública creada por el grupo de electrónica valenciano Prozak Soup, que reflexiona sobre la posibilidad de hacer un hueco al amor en una época marcada por el consumo de cuerpos
ALACANT. Miss y Mister tienen una cita, pero en vez de quedar en el típico bar al uso han decidido reunirse en el escenario del teatro. A ojos de cientos de espectadores reflexionan sobre la idea del amor, el uso de las aplicaciones de citas, los estereotipos y su lugar en la sociedad. Con motivo de marcar una crítica social y hacer reflexionar al público el grupo valenciano Prozak Soup compone una obra “performática” que busca provocar una reflexión en los espectadores. Joan Palomares; líder de Prozak Soup, cantante, sociólogo y creador de la obra edifica esta historia a través una teoría sociológica que él mismo desarrolla, y que alguna vez ha planteado a sus alumnos en las lecciones que imparte en la Universitat de València y en la Jaume I de Castelló. Junto a Pau Berga, realizador y mano derecha de Prozak Soup, componen un relato grupal que narrado entre actrices, actores, directores y experiencias reales de estos.
Todo esto surge de la tesis doctoral de Palomares, aún en proceso, en la que expone una realidad tecnológica que se sobrepone a la orgánica. En la obra se ve reflejado a través de un relato que habla sobre la nueva generación que se transforma según su paisaje tecnológico y social. El grupo Prozak Soup ya analizaba esta idea a través de su tema Come On (Premio Carles Santos 2019), en el que se contempla un escenario donde los cuerpos necesitan “pilas” son ceniceros usados y están en una batalla constante por la imagen. Para llevar esto al escenario la obra presenta un un móvil gigante que va exponiendo lo que sucede y muchas luces cegadoras que crean el “universo utopista de Prozak”, tal y como lo define Berga: “Es una estructura que huye de la idea del teatro convencional, no tiene una dramaturga de texto clásico. A partir de una trama sencilla mediante las “máquinas” y los dispositivos se disecciona que pasa hoy en día en según qué momentos de las relaciones”.
¿Cómo preparamos nuestro cuerpo para ser sensual? ¿Como trabajamos para funcionar en el sexo? ¿Cómo relatamos nuestro perfil en Tinder? ¿Qué pasa con la fiesta y las drogas? ¿Que pasa si en el sexo no funciona? Manifest Antiromàntic
responde a estas preguntas a través de la música y el teatro. Lo que en su día supuso una gran conversación entre Bergas y Palomares ahora se expresa a ritmo de autotune y en un escenario, todo ello con una “visión satírica y con el filtro de la artificialidad”, tal y como lo define Berga. Con ritmos discotequeros y sin voces crudas el relato muestra una visión actualizada de las pseudorelaciones, con “voces” como la de Sara Guerrero, quien encarna a Miss. La actriz comprende este trabajo como uno de los más difíciles a los que se ha enfrentado, al tratarse de una orquestación marcada por la música: “Es una manera coreográfica de contar una historia, los actores no podemos hacer algo cuando nos nace, tenemos que esperar a que lo marque la música. Para mí es un desafío porque a veces tu personaje empieza en un estado y salta a otro en muy poco tiempo, hay que adaptarse con gran velocidad”.
Esta velocidad en cierto modo muestra la crítica de las relaciones actuales, que se consumen al ritmo de la tecnología, que marca la norma. La cita de Tinder es solo la excusa para contar la historia de dos jóvenes con los que cualquiera podría verse identificado, Palomares busca con este ensayo provocar una reacción sobre la época que estamos viviendo, reflexionando sobre el cuerpo y el género en relación con el mundo: “Funcionamos como un mecanismo común y andrógino”, aclara cuando hablamos de los personajes y la estética, “todo ello a través de un ensayo que se expresa a través de la electro-ópera, con un sonido posmoderno y que trata el tema de la tecnología y la sexualidad de forma totalmente experimental”. Vaya, lo que viene a comprenderse como una lección sociológica sobre todo lo que nos rodea, aplicaciones, usos y perfiles que hay en estas pero analizados desde dentro.
La historia, que pasa del papel a la escena, continúa desarrollándose sin fin, ya que con cada aplicación nueva que surge nace un usuario, comprendiendo una gran rueda de reacciones. Para enmarcar todo ello el escenario se llena también de luces y sonidos estruendosos, que según Berga nos dejarán ganas de “salir de fiesta al levantarse de la butaca”, sin embargo también cuenta con momentos de lo más “crudos” e impactantes que pretenden reflejar la era del desnudo digital y cómo nos mostramos a través de las redes. Esta representación difícil de imaginar está precedida por un trabajo coral “sin guión”, en la que los personajes son los estereotipos, valores e ideas que representan, y se ven obligados a regirse por la música y no por las conversaciones, tal y como lo define Guerrero: “Los actores nos vemos en un universo sin texto en el que tenemos que encarnar la historia pero desde un punto de vista más coral”.
Con motivo de defender a Miss desde el estereotipo la actriz debe disociar de su personaje y hasta atravesar ciertos momentos de incomodidad, para comprenderla dentro de una imagen preconcebida. Así pues música, luces, amor y sexo rodean a Miss y Mister una cita pública y a juicio de los espectadores, en un match con público que participa en el relato también, el mismo que cuando salga del teatro podrá abrir su teléfono y contemplar tal vez las mismas escenas que se suceden en la réplica gigante que se mostraba en el escenario. Un público que habrá acudido sin quererlo a una lección de sociología que parece que haya sido alojada en algo más parecido a una discoteca que a un teatro.