El fracaso de la confección de la lista de delegados del PSPV al congreso federal demuestra que el partido ha colapsado en Alicante. Por muchas razones que se esgriman, por un parte, o por otra, la cuestión es que hay dos posturas irreconciliables en el modelo del partido y de cómo deben ser la operatividad interna en las filas socialistas. Este episodio es posible que lo hayamos visto otras veces, sí. Batallas siempre hubo en el PSPV, incluso, como ahora, en responsabilidades de gobierno, pero ahora, además del choque de modelos, hay un choque de un grupo de dirigentes que no aceptan las formas y los modos de otros grupos de dirigentes. Hay por tanto una pugna por el relato, que inevitablemente deberán dirimir las urnas en unas elecciones primarias, si se dan, para saber en qué situación están las fuerzas del PSPV en la provincia de Alicante porque todos dicen tener la mayoría.
Tras esta situación, hay una consecuencia clara: el congreso provincial de 2017, que visto con perspectiva, se cerró en falso. Los sanchistas pactaron con Ximo Puig para aupar a José Chulvi, y casi cuatro después, están arrepentidos. Se quiso aislar a los seguidores de Ángel Franco, pero ese pacto dejó fuera a Rubén Alfaro, que ahora está con los de Alejandro Soler. Y desde entonces, entre medias, a día de hoy, hay una maraña de interlocutores que actúan y desactúan en nombre de Puig, pero al parecer, según a quien escuches, no cumplen los acuerdos verbales que se alcanzan con el propio Puig. Es decir, que cada uno escucha y actúa según su conveniencia personal, y nadie es capaz ni siquiera de alcanzar un acuerdo de mínimos. El que manda, no ejerce, y los que interactúan en nombre de alguien quieren mandar.
Esto ha desembocado, además, en un colapso. Cuando todo debería ser un remanso de paz, máxime con José Luis Ábalos, fuera de la escena pública y orgánica, tenemos a los sanchistas de Alicante crecidos, dispuestos a ir a un duelo a las primarias para saber exactamente cómo están las fuerzas en todas las comarcas. Alejandro Solo lo tiene claro, irá a por todas. "Los que están muertos no tienen nada que perder" fue el lema del sanchismo cuando arrancó allá por 2017. Tres años después, tiene más, pero tampoco tiene nada que se lo impida.
Y si esto no tiene remedio y solución, como parece -aunque se hubiera enmendado lo de la lista de delegados-, será interesante quién se pone enfrente de Soler para defender los honores de Puig en la provincia de Alicante, a riesgo de llevarse un revolcón. Tiempo queda. Ahora los ánimos están caldeados. Pasarán los congresos, el federal y el autonómico, pero nada hace presagiar que esto se va a calmar. Si con el desahucio de Ábalos pensamos que el sanchismo había muerto, ahora resulta que en Alicante los tenemos más bravos que nunca, y con el reto de hacer ver su relato, y, lo más importante, tener los votos. "No se cumplen los acuerdos que se alcanza con Puig y los interlocutores -Ángel Franco, Ana Barceló o Toñi Serna- no son válidos, etc". Así que además de la pugna por el relato, vamos abocamos a la batalla de los votos, lo cual es todo un ejercicio de democracia interna, pero también una oportunidad para abrir el partido en canal, como ya lo estuvo, pero en aquella ocasión en la oposición. Ahora, el PSOE gobierna. No es oro todo lo que reluce en el PSPV.