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EL SUR DEL SUR / OPINIÓN

Los 'sanchistas', ese objeto de deseo

17/09/2017 - 

Andan los socialistas de la provincia de Alicante viendo cómo convocan su congreso, y si en la misma operación, son capaces de elegir un líder nuevo, por consenso, que dé impulso a la organización, que les saque de la zona de confort en la que les ha situado el poder autonómico y municipal. Los socialistas no pueden fallar: en el 2019 se juegan el bigote; deben dar continuidad al Gobierno autonómico y a muchos gobiernos locales si no quieren que el trabajo de éstos cuatro últimos años quede en nada. A ello, juegan con unas encuestas adversas, como la que publicó esta semana Alicante Plaza, con algo de castigo en las comarcas del sur, donde paradójicamente más alcaldías, y de más peso, tienen

Pues ante esa diatriba se hallan las tres partes del socialismo alicantino: la todopoderosa facción del veterano Ángel Franco, la que más efectivos colocó en los órganos de dirección del PSPV, aliada con parte del Vinalopó y con Rubén Álfaro como estilete; las huestes supervivientes de pajinismo, encarnadas por la secretaria de Acción Electoral, la ilicitana Toñi Serna; y los sanchistas de Alejandro Soler. De éste triángulo amoroso, los afines a Pedro Sánchez se han convertido en un atractivo objeto de deseo: de las tres partes, quien sume dos, será el vencedor.

Pero en este matrimonio de conveniencia, quién sabe si temporal, cuenta mucho el líder. Nadie ha enseñado la patita, aunque de todos es conocido que el alcalde de Elda y presidente de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, Rubén Álfaro, busca ese cetro para convertirse en el verdadero hombre del PSPV en las comarcas del sur. Los otros dos tercios del socialismo todavía buscan líder. De los sanchistas, sabemos que jugarán alguna de sus cartas, todavía escondidas. Y de los pajinistas, con la bandera blanca de Toni Francés, y posiblemente la de José Chulvi (ambos son alcaldes y acumulan cargos en el partido y en la Diputación), buscan todo lo contrario de lo que representa Álfaro: un secretario general que no sea alcalde, que tenga plena dedicación al partido y que le dé una sacsà a la organización, después del fiasco de David Cerdán, que buscó el suicidio (político) colectivoHe oído el nombre del delegado de Presidencia en Alicante, Esteban Vallejo, pero no lo veo, sinceramente, en el cargo, aunque experiencia tiene, y de sobra.

Así pues, con ésta composición de lugar, y con los sanchistas como los principales outsiders, al nuevo inquilino de Pintor Gisbert (la nueva sede del PSPV provincial) le espera una ristra de deberes: hacer pedagogía del nuevo valencianismo integrador de Ximo Puig en el desierto del sur; relajar determinados acuerdos de gobierno, como el de Alicante, en permanente sesión pornográfica; hacer patente la infrafinanciación de la Comunitat Valenciana por parte del Gobierno frente a la sobrefinanciación del Consell (sí es que la hay) en Alicante, y sobre todo, a falta de patronales críticas, combatir a la Diputación de Alicante como actor político. Sin apenas actividad visible de gestión (siguen las polémicas por el reparto de ayudas partidistas a municipios), la institución provincial que preside el popular César Sánchez se ha convertido en el principal dique de contención (como a los populares le gusta llamarse) de las políticas del Gobierno del Botànic: le han ganado la batalla de la coordinación a Ximo Puig; le han frenado el decreto de plurilingüismo a Vicent Marzà y quién sabe si la tasa turística es el próximo objetivo de los servicios jurídicos de la corporación provincial...

Pues todo eso tiene por delante el nuevo inquilino socialista. Y claro, quién asuma el cargo debe tener esa virtud de representar a una formación con una doble función: ser gobierno y oposición a la vez. No en vano, el PSPV es el partido con más alcaldías de la provincia de Alicante, y al mismo tiempo, debe morder al adversario: no sólo al PP, de vez en cuando algún toquecito a los socios de Botànic para que el votante sepa distinguir; de lo contrario, la opción que está más al centro, como se ha visto en el sondeo de Alicante Plaza, tiene las de perder. Y sobre todo, conectar con el nuevo votante, ese que todavía ve al PSOE como un partido viejo, y que en caso de ser progresista, opta por opciones como Podemos y Compromís. Pues eso, en resumen, un cambio generacional: seguridad jurídica, calle, desparpajo y quizás dejar atrás los himnos de Raimon...


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