Dicen los que conocen bien la historia contemporánea de la ciudad de Alicante que para los fenómenos políticos cristalicen deben alinearse los astros. Aunque la ciudad ha sido ejemplo de poco bueno, y mucho por corregir, los astros se alinearon en forma de alianza para que un tripartito fuera concebido y de esta manera pudiera apartar 20 años de gestión del PP, y esos mismos astros se unieron para que una concejala tránsfuga devolviera, con su voto en blanco, a los populares a la Alcaldía. Nada es casualidad en una urbe donde su influencia apenas llega más allá del Barranco de las Ovejas por el sur y del río Monnegre/Seco por el norte.
Y algo aparecido ha pasado o ha debido pasar en el seno de Compromís por Alacant. La crisis de Escola Valenciana, o el Escolagate, ha acabado de generar una crisis de Estado en una de sus patas, la (minúscula) de Iniciativa, pero que ha dejado totalmente aíslado a su líder en la ciudad, el conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz.
Ha sido la primera (gran) crisis en la coalición valenciano-progresista, y en ella se han alineado al menos tres astros (si a algunos de ellos se los puede llamar a sí) para que la conclusión de Alcaraz, más allá de las discrepancias internas, haya sido meterse, un poco más, en su caparazón (poco transparente) administrativo y, según dicen, renunciar a la defensa de algunas de las señas de identidad de la coalición, no se sabe si por vergüenza ajena, por influencias mediáticas o es que el mandato se les está haciendo demasiado largo, y todos los números de su lotería están ya vendidos.
La cuestión es que el aislamiento entre la organización y el líder de la denominada izquierda caviar es total. Nadie discute el origen, ni su pésima gestión. O había temor a que hubiera algo más, pero las bases y la cúpula echaron en falta una defensa más de la labor de Escola Valenciana -la UGT de Bloc-, y marcar distancias, en todo caso, de los entresijos éticos de los entuertos de Iniciativa-. Pero ni lo hizo Alcaraz, que lo que quería decir lo dijo en un grupo de whatsapp (para que se supiera, por supuesto), ni lo dijo Bellido, pese a que éste tenía el respaldo unánime de la ejecutiva.
Y el problema de Compromís no fue que organizara la Plaça del Llibre, sino el procedimiento y las concejalías utilizadas, y además, que Ismael Vicedo fuera el vicesecretario de la organización a nivel local. Del resto de convenios amigos, desgraciadamente, todos los partidos que han gobernado tienen algo con lo que enrojecerse. Los vírgenes (o los vereneantes) ya descubrirán que a veces el sistema te conduce a ello por pulcro y casto que seas.
Pero más allá de la utilización política que se haga del caso, totalmente legítimo, que para eso una cagada del rival, la cuestión es que ni Alcaraz ha ejercido su liderazgo para poner las cosas en su sitio, y además, ha secuestrado el de Natxo Bellido, que teniendo a la organización a sus pies -si exceptuamos a algún bocachanclas que siempre los hay en todos los partidos-, no la ha utilizado para dar un golpe sobre la mesa, o defenderse de mejor manera.
Dicen que los conocen la casa que lo de Alcaraz no sólo se ha limitado a una dejación de función, sino que ha contribuido a esa alineación de los astros -muy propio de quien tiene complejos- para echar más serrín sobre la hoguera, y de paso, quién sabe, si ponerse la venda antes que la herida, en caso de que vengan mal dadas, o no se consigan los objetivos marcados. Da la sensación de que se ha buscado el argumentario de la derrota más que el del contraataque, cuando debió ser al revés mientras la pugna sea (es) política, y no judicial. Todo un síntoma de debilidad.
Lo de Escola Valenciana y Compromís Alicante es un aviso, que alguien en el seno de coalición debería analizar. Porque no es un hecho puntual. Forma parte de una estrategia más amplía: no es ni más ni menos lo que han demostrado las elecciones andaluzas: el PP ha querido -y ha conseguido-, con el respaldo de Ciudadanos, -y cómo no, Vox, ávido de ese mensaje- llevar al debate político al tema territorial/identitario.
Y esa va ser la cantinela de aquí a mayo. Y ese es el gran reto de la izquierda, no sólo de Compromís. Darle la vuelta al calcetín y lograr que el eje vuelva a las ideas, y no a los territorios. Pero conseguirlo, además de no traicionar a sus principios, debe ser ágil (y contundente) en la respuesta. Esto va de bloques, y de confabular los astros para tus intereses, no los del contrario.