NIT DE CREMÀ

Lo viejo ya se ha quemado

24/06/2022 - 

ALICANTE. Que se queme lo viejo y que venga lo nuevo. Sí; tópico y típico, pero no menos cierto. En pocas ocasiones habrá tenido más razón esta tradición que la que ha ostentado esta vez la fiesta de Fogueres. La necesidad que había de pasar una de las páginas más trágicas de nuestra historia reciente se ha hecho palpable en estos días de la fiesta grande alicantina y ha rebosado con la cremà. Era el momento.

La emoción del público al sentir el calor de las llamas acabó en muchos casos brotando en forma de lágrimas para después eclosionar con gozo y jarana. La gente que vive la fiesta desde una comisión o una barraca, quien ostenta un cargo de representación festera, todo esto lo ha vivido más intensamente —es evidente—, pero también significaba mucho para la ciudad entera. Era ese revulsivo que desahogaría, aliviaría y ayudaría a dejar el pasado atrás. Y así ha sido.

La cremá ha marcado ese punto final no solo a la fiesta de Fogueres, sino a muchas cosas más. A esas dificultades que cada uno ha vivido en su intimidad y a esas que todos han experimentado en colectividad. Una catarsis que se iniciaba sobre la medianoche en la plaza del Ayuntamiento de Alicante con las hogueras oficiales —Ars amandi, adulta, y La terra, infantil, de Pedro Espadero y Sergio Gómez, respectivamente— y se ha ido extendiendo rápidamente como y con la pólvora a cada barrio y distrito de la ciudad.

Antes, a las 00:00 horas, se había disparado desde el Castillo de Santa Bárbara, en la cumbre del monte Benacantil, la monumental palmera de fuegos artificiales que abría la veda para que ardieran en llamas todas y cada una de esas hogueras que habían salido a las calles tras dos años de confinamiento en los talleres y almacenes. Una bola de fuego de trescientos metros de radio —disparada por la pirotecnia Hermanos Sirvent— que durante más de veinte segundos ha cubierto la fortaleza de un enorme manto dorado.

Así empezaba la nit de la cremà, y quienes más tenían que celebrar esa noche estaban en la comisión de Florida-Portazgo que, con su hoguera Trasplantados, de Pere Baenas, se habían alzado unos días antes con el título de campeones en categoría la especial. Igual que Foguerer Carolinas hacía lo propio en el ámbito infantil con La Commedia de Foguerarte, un monumento de Ceballos y Sanabria.

Noche de fuego, alegría y diversión que se ha saldado con total normalidad no solo por el dispositivo de seguridad desplegado por el Consistorio y el Servicio de Prevención y Extinción de Incendios (SPEIS), con más de tres mil efectivos durante todos los días de Fogueres —una cifra récord—, sino también por la actitud. Todo el mundo era muy consciente de la carga simbólica que tenía esta fiesta y ha primado el respeto y la tolerancia. Incluso hay ganas de más.

Estos dos años consecutivos sin celebrar Fogueres —tres desde la última vez que se vio quemar una hoguera, en 2019— hicieron que las ganas se fueran acumulando, que no adormeciendo. Si alguien tenía alguna duda habrá podido comprobar ahora que los ánimos no han ido decayendo sino más bien todo lo contrario. La gente tiene más claro que nunca que desea y necesita esta fiesta.

Lo han demostrado desde el primer día, participando masivamente en cada acto, a pesar de coincidir con días laborables. La satisfacción era palpable. En cada cara traslucía ese “por fin” que encontraba rápidamente una mirada cómplice, un gesto de respuesta. Esta es su fiesta, su tradición, su identidad. Las hogueras ya se han quemado y ahora quieren más y mejor, atendiendo también a las reivindicaciones del gremio de artistas, que son los verdaderos artífices de eso que todos celebran.

Lo viejo ya se ha quemado. Ahora, que venga lo nuevo.

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