entrevista a luis rodríguez, guitarra del grupo, que actúa este sábado en noches mediterráneas

León Benavente: "Impresiona lo que surge cuando queremos emocionar y el público nos lo devuelve"

2/09/2020 - 

ALICANTE. No les gusta la etiqueta inde, pero están llamados a revolucionarlo. El público respondía a los conciertos León Benavente de forma cada vez más abrumadora para demostrarlo cuando, en plena presentación del último disco, irrumpió la pandemia y les frenó en seco. Con todo, durante este verano han podido seguir actuando y Luis Rodríguez, guitarra de la banda, lo atribuye a la providencia de un Dios de la música que ha querido obrar el milagro. Sin embargo, mientras todos han adoptado un rol acústico más íntimo y reposado, ellos han decidido no renunciar a su esencia enérgica. Quien les escucha —desde su mesa bien desinfectada y a dos metros de distancia del vecino— parece estar a punto de salir volando. Este sábado actuarán en las Noches Mediterráneas del Puerto de Alicante para seguir dando a conocer su último trabajo: Vamos a volvernos locos.

— Vivimos momentos atípicos para todos, también para el mundo de la música en directo. ¿Cuál es vuestra opinión?

— Viendo cómo se ningunea al sector de la música, pues, no te entran ganas de tirar la toalla sino de tirarte al cuello de alguien. Me parece muy bien que se controlen los aforos de un concierto, pero luego da rabia que se permitan otras cosas en el ámbito del fútbol o de los toros… incluso simplemente a la hora de coger un tren, donde te meten como a sardinas en lata. Es una frustración ver cómo se ningunea y se maltrata a todo un sector del que vive muchísima gente. Aun así, dentro de todo esto nos sentimos bastante afortunados porque nosotros seguimos tocando. Estamos presentando el disco Vamos a volvernos locos y por esa parte me siento afortunado, pero por la otra me entra muy mala hostia. Esto que pasa solo lo puedo entender pensando en que hay saña contra el sector musical. Es incomprensible que las comunidades autónomas avisen (de las medidas restrictivas) con horas antes de antelación al concierto.

— ¿Está sirviendo esta situación para detectar fallos en el sector que cabría reformar en la próxima y definitiva ‘nueva normalidad’ que está por llegar? ¿Qué debe cambiar?

— Creo que sí. Habría que hacer un análisis profundo, pero están apareciendo fallos como la protección de determinados niveles o roles dentro del sector como por ejemplo los técnicos, que se han visto en un limbo sin protección. Quiero pensar que esto servirá para hacer un examen y mejorar cosas que hemos visto que dejan desprotegida a mucha gente. Su fórmula laboral no les ha permitido a acogerse a ninguna medida de protección. Ha sido terrible. Tenemos que ser conscientes de que un concierto o un festival no son solo la promotora y los músicos, sino que detrás hay mucha más gente. Mucha gente que no es que sea necesaria sino fundamental. Sin ellos, no funciona nada, por mucha estrella del rock que haya en un festival. Lo que hace que funcione es el sustrato de abajo y con todo este lío se ha puesto de manifiesto que esa gente está en situación muy precaria.

— Ahora dejamos de “volvernos locos” en conciertos multitudinarios para ir a eventos más íntimos y reposados… ¿Habéis reenfocado vuestros directos?

— Nosotros llegamos a plantearnos hacer eso, pero no somos un grupo de acústicos. Queríamos preservar la intención y la propuesta que teníamos preparada antes de todo esto y eso ha implicado ir con todo. Vamos a los conciertos con todo nuestro equipo, porque es parte de nuestra motivación. Cuando llegó esto llevábamos cincuenta bolos y no podíamos seguir con otro formato porque teníamos que preservar el trabajo de todos. No solo de los músicos, sino también los técnicos. 

Entonces, seguimos con todo y eso es de agradecer, sobre todo, a los promotores que nos han llamado y que nos han propuesto trabajar así, además, en unas condiciones de seguridad que son flipantes. Me imagino que puede sonar a un mantra que todo el mundo dice, pero yo que lo he vivido en los ocho bolos que llevamos, puedo decir que está siendo impecable. Esto nos ha permitido hacer conciertos iguales en cuanto a nuestra propuesta, con caña y con todo. Es rarísimo porque ves que la gente está a punto de salir volando de su silla, pero es eso o nada. Creo que es importante seguir haciendo música y visibilizar que esto no es más peligroso que bajar al portal y tocar sin querer el pomo de la puerta. Esa es una de las cosas que tratamos de evitar, que se estigmaticen los conciertos que, obviamente, se tienen que hacer con cabeza y medidas de higiene y seguridad.

— ¿Cómo prevéis el invierno musical, con las dificultades climatológicas para organizar eventos al aire libre y la imposibilidad de hacerlo en las salas?

— Personalmente, soy bastante pesimista. Si ahora que estamos en verano y tenemos ciertas circunstancias a favor nos estamos encontrando con esto, cuando llegue el momento de meternos en salas, será imposible. ¿Metemos a cincuenta personas en salas de trescientas? No saldrán los números ni para los músicos, ni para promotores, ni para los dueños de las salas. Será una hecatombe a no ser que cambien las cosas y se interesen por un sector al que ahora mismo no nos dejan casi trabajar. A parte, está el hecho de que todo esto sea tan cambiante, porque lo que hoy vale, mañana no sirve. Eso hace que sea difícil pensar en una estrategia efectiva. Necesitamos apoyo por parte del ministro este del que nadie sabe nada…

— En temas como Disparando a los caballos habláis de la desafección política. No estará sirviendo esta situación, precisamente, para que cambiéis de opinión… ¿Qué falla?

— Falta honestidad en general. Si alguien de un partido A hace una cosa bien, al del partido B le dará igual el interés general y la rechazará solo porque viene del partido de enfrente. Hay un exceso de hooliganismo político. Hay una sensación de crispación terrible, pero, realmente, lo más triste de todo esto es la hipocresía de estos políticos que encima nos dicen que es por nuestro bien. Van a lo que van y les da igual todo. Faltan buenas personas que empaticen con la gente de verdad, pero eso es opinión mía personal. Además, la falta de rigor en la información que dan hace que se les vea el plumero. Sueltan mierda y, aunque sea mentira, algo queda. Esta cosa hooligan y cerda es algo que me parece horroroso y muy triste, porque no es bueno para la gente ni va a solucionar nada. No sé para qué queremos políticos si en el momento en el que más los necesitamos no sirven absolutamente para nada. Lejos de servir para algo, nos joden más. Para esto ponemos un ordenador sin sentimientos y que tome las riendas, porque será lo mismo.

— La crítica os encumbró como una de las bandas que estaban llamadas a relanzar la música indie… ¿Consideráis que estáis cumpliendo la tarea?

— En primer lugar, no nos sentimos reconocidos con la etiqueta inde, pero bueno, imagino que son pistas que se dan para colocar la música en un estante y vender más. A parte de esto, la gracia de León Benavente es que somos cuatro personas diferentes, de cuatro ámbitos muy distintos, que pudimos conectar en un momento de nuestras vidas con una visión de la música que es bastante parecida. Eso hace que los cuatro rememos en la misma dirección y hace bueno al grupo. Luego, sobre la crítica y eso del “supergrupo”, pues, como tenemos una experiencia y no nos pilla de nuevas, seguimos adelante centrados en hacer canciones que nos motivan y que están hechas de forma honesta. La crítica podrá decir lo que quiera; también nos da palos a veces. Nosotros tenemos claro hacia dónde queremos ir y eso hace que no seas tan permeable como si tuvieras 20 años y te dijeran que vas a ser la próxima gran banda del indie. Te creerías algo que no eres y acabaría en lío, seguro.

Para nosotros el verdadero éxito es que nuestra música siga interesando y que la gente quiera venir a nuestros conciertos. Cuando empezamos, no venía tanta gente. Somos gente que llevábamos muchos años en la música antes de León Benavente y eso hizo que en nuestros conciertos cuidásemos mucho los directos. Hay gente que también lo hace y sin embargo no le ocurre lo mismo que a nosotros, pero eso será cosa de la providencia, no sé. Todavía hoy seguimos sorprendiéndonos con la respuesta del público. Puede sonar a tópico manido, pero te aseguro que no es así. Sigo tocando desde los 17 años, en cosas muy variadas y, que este proyecto siga teniendo interés, es algo que agradezco cada mañana. Sin duda.  

— ¿Cómo definirías el mensaje que lanzáis a vuestro público en los conciertos? ¿Qué pueden esperar de la próxima cita en Noches Mediterráneas? 

— No nos gusta dar mensajes. Nos gusta, como dice el título de nuestro disco, “volvernos locos” y que las canciones tengan varias lecturas posibles. Para nada somos un grupo aleccionador ni de canción protesta. Queremos que las letras tengan un significado abierto para que cada uno lo escuche y pueda darle su propia interpretación. Canciones no tan explícitas que tengan vigencia una vez pasado el tiempo. Nos parece más entretenido. Queremos que la gente conecte con nosotros y viceversa. En los últimos bolos que hemos hecho en plena pandemia y gracias, no sé, a un Dios de la música quizá, pues, hemos comprobado que prevalece esa sensación que surge cuando la banda toca tratando de emocionar al público y es la propia gente quien le devuelve eso a la banda. Eso es para nosotros lo esencia. Es impresionante. Esta cita seguro que será igual y no será un acústico, sino que iremos con todo.

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