VALÈNCIA. Huir sin mirar atrás del scroll infinito de las redes sociales. Leer en orden cronológico todos los tomos de Astérix. Acabar con la pila de libros pendientes (esa que no para de ganar altitud) en la mesita de noche. Ver por fin esos clásicos cinematográficos a los que todavía no les has dado una oportunidad (aunque cada enero te empeñas en que esta vez sí que sí), Priorizar en la agenda tus propias prácticas artísticas. Ir a más conciertos, compartir la experiencia musical en directo con otros seres humanos. Convertirte en un experto en literatura japonesa o en la obra de Clarice Lispector.
Estos son tan solo algunos de los buenos propósitos que los agentes culturales valencianos (al menos, aquellos a los que hemos preguntado en Culturplaza) se han marcado para 2025. Metas, retos o aspiraciones en el ámbito de la creación que buscan cumplir durante los doce meses que se despliegan ante nosotros. Un catálogo de anhelos íntimos. Y un deseo que va brincando de inventario en inventario: permitirse atravesar el arte ajeno con lentitud y cuidado; sustituir la obligación por el disfrute, el FOMO por el gozo. Combatir –desde el papel de lectores, oyentes o espectadores– la aceleración, la inmediatez y los afanes productivistas. Apostar por un 2025 sin deberes culturales y repleto de placeres.
David Silvestre, poeta, periodista y gestor cultural
“Mis propósitos culturales para 2025 incluyen una obligación, una propuesta y un capricho.
La obligación: reducir el consumo de redes sociales. Cada vez estoy más convencido de que, independientemente de la deriva de Twitter, las redes son un espacio ruidoso en el que es muy difícil hacer un uso responsable. De la misma forma, creo que son un símbolo de nuestra época y que hay que estar presente en ellas. Además, existen propuestas culturales potentes y expresivas que juegan un buen papel dentro de ese océano acelerado del que, sin darte cuenta, levantas los ojos tras una hora en la que no sabes muy bien qué has visto.
La propuesta va ligada a la obligación: perderle completamente el miedo al silencio, a la pausa, e invertir tiempo en lectura sostenida y consciente. Muchas veces siento que leo en automático, casi de carrerilla y pasando por encima de los detalles. He de cambiar eso y leer y releer sin prisa, volver sobre los textos que me han despertado algo… Si hablamos de lecturas concretas en las que me gustaría profundizar, este 2025 invertir me gustaría seguir la línea de la literatura japonesa o relacionada con ese país. En 2024 pude leer tres libros que recomiendo: dos básicos como Bushido, de Inazō Nitobe, y El libro del té de Okakura Kakuzō (con una edición bellísima de Libros del Zorro Rojo), y La semilla y el corazón, una antología de poesía japonesa a cargo de Teresa Herrero y Juan Fernández Rivero. Una verdadera maravilla de libro.
Por último, un capricho: viajar a otras ciudades con alguna excusa cultural. El año pasado salimos exprés a Madrid para ver la pieza teatral Así hablábamos, de La Tristura, y fue una experiencia estupenda. En la medida de lo posible, sería un puro capricho que me encantaría incluir en mi vida”.
Áurea Ortiz, crítica audiovisual y técnica de La Filmoteca
“Mis propósitos de año nuevo son, desde hace tiempo, poco elaborados y definidos, más bien deseos. Volver al cine clásico o a la obra de algunos cineastas esenciales de la historia, no solo clásicos, cuya obra vi hace más de treinta años, por ejemplo, pero sin decidir autores o épocas, lo que vaya surgiendo de forma nada sistemática y según el día. Leer más es también un deseo que me formulo habitualmente, sea o no principios de año: las series se llevan gran parte de la energía a costa de la lectura y eso sí que intento subsanarlo. Y otro propósito, más genérico, sería intentar tener criterio informado de los fenómenos culturales y las tendencias, para poder analizarlas y entender un poco mejor el presente.
Y más allá de lo personal, y en el caso valenciano, creo que, colectivamente, las gentes de la cultura, tanto las técnicas que estamos en la gestión dentro o fuera de las instituciones, como los creadores y creadoras, deberíamos hacernos el propósito de denunciar sin descanso la situación actual, esa terrible certeza de que no hay nadie al volante y de que, en general, a las autoridades no les importa lo más mínimo la cultura. La cultura y el conocimiento son derechos, no lujos ni cosmética, y me temo que, tal como estamos, no nos queda otra que salir firmemente en su defensa”.
Javier Pérez Alarcón, traductor audiovisual
“Mi objetivo para 2025 es en realidad un no-objetivo: dejar de hacer mi tradicional hilo anual, antes en Twitter y ahora en Bluesky, con todos los títulos que veo y leo. Llevaba ya mucho tiempo haciéndolo y al final acaban siendo deberes. Los primeros dos años lo disfruté bastante, pero en 2024 se me hizo muy cuesta arriba. Las películas ya las registro en Letterbox y los libros en Goodreads, me gusta llevar un inventario propio de lo que voy viendo y me gusta escribir sobre al respecto, no por performar nada de cara a la galería, sino porque sencillamente me gusta escribir. Pero después tengo que adaptar cada reseña a cada plataforma, sintetizar el texto según la limitación de caracteres… y con eso ya no me lo pasaba tan bien. Este año lo que haré es comentar alguna película, libro o discos que me gusten especialmente, pero sin la necesidad autoimpuesta de ir alimentando un hilo poco a poco. En general, quiero rebajar esa sobreexposición digital
Además, quiero animar a la gente a dejar de ver producciones audiovisuales por obligación. Si están todos hablando de esta serie, pero a mí no me llama la atención o no me apetece verla no sentir que debo hacerlo. Porque, en realidad, si no te asomas a estas series o películas que lo están petando en un momento concreto, no pasa absolutamente nada. De hecho, probablemente a la semana y media ya nadie está hablando de ello. Hay que acercarse a las creaciones cuando tengas ganas. Y si eso ocurre cinco o seis años después de que se estrene y ya no está de moda, da lo mismo. La película no ha cambiado, si era buena lo seguirá siendo.
Debemos abandonar este modelo de consumo asquerosísimo de ir a destajo y ver 500 películas cada año o leer 100 libros en diagonal para poder decir que me he leído 100 libros, aunque luego no haya asimilado nada. En lugar de ver y leer cuantas más cosas mejor, apuesto por ver y leer mejor las cosas; intentar cogerles el poso y reflexionar sobre ellas, pensarlas. Hubo un año que intenté ver una película al día. Empecé muy bien, pero luego hubo momentos en los que la cabeza no estaba para ver una película y tampoco pasa nada! Si convertimos la experiencia cultural en una actividad productivista más, se le quita toda la gracia, deja de ser algo placentero. Por cierto, también recomiendo a todo el mundo a que se proponga para este 2025 informarse de los mil problemas éticos, creativos y medioambientales que suponen las IA generativas y las dejen en paz”.
Ana Beltrán Porcar, artista visual
“Mis propósitos culturales de 2025 parten de uno genérico que es aprender a organizarme mejor el tiempo: organizar bien mi agenda para poder hacer todo lo que quiero, aprender a decir que no para poder gestionar mejor esa agenda. Un propósito específico es, como dice Julia Cameron, regalarme algunas citas de artista para dedicarlas al arte y la cultura. Para empezar, querría aprovechar propuestas locales, como el Castelló Violeta que propone el Liceu de Dones de Castelló durante todo el año, con conferencias, club de lectura y encuentros maravillosos con compañeras geniales. También me gustaría ir a eventos como el festival Ultrasons o el Terra Ceràmica, que me ilusiona porque puedo compartir con artistas que admiro. En Valencia no me voy a perder la exposición Fadrines y seguro que a algún evento de danza contemporánea me acerco.
Mi objetivo cinéfilo por el momento contempla sólo una pelícuka, Lee Miller, el biopic sobre la fotógrafa de guerra y modelo de Vogue interpretada por Kate Winslet, que siempre me encanta. Por otra parte, soy una maestra tsundoku y tengo muchas lecturas pendientes, así que espero terminar algunos títulos de arte como Performance Drawing, Tembló acá un delirio o Inteligencia artística y seguir atenta a publicaciones de autoras como Ana de Miguel o Mónica Alario. También tengo pendiente alguna novela gráfica, como Miedo o La espera.
Y entre toda esta amalgama stendhaliana, el propósito esencial es dedicarle mucho tiempo para la creación propia y que así, entre los propósitos culturales de otras personas se puedan contemplar algunas de mis muestras, talleres o performances”.
Santiago Álvarez, escritor, gestor cultural y músico
“Yo soy muy de ponerme buenos propósitos y muy de planificar. Me gusta que las cosas fluyan, pero también me gusta tener un plan porque, si no, luego no tengo tiempo para todo. El año pasado conseguí leerme todos los álbumes de Tintín en orden cronológico y este año quiero repetirlo con Astérix. Intento acabar algo más de 70 libros al año y este 2025 quiero mantener la costumbre. Pero, además, aspiro a explorar a grandes clásicos del cómic como Will Eisner… Es un género que siempre he descuidado y cuenta con títulos tremendos.
También me interesa dejar de ver tantas series porque me he dado cuenta de que son un tipo de producto que me engancha en el sofá, me hace un poco esclavo y no me aporta demasiado. Por el contrario, deseo ver todas esas películas de grandes directores que siempre he dicho que iba a ver y que no he visto. En cierta manera, mi misión de este año es escapar de la metralla que nos llega por redes sociales y dedicar ese tiempo a leer un gran libro, ver una película inmortal, ir al teatro a ver grandes actores o a un concierto donde la gente se deje el alma. Quiero vivir experiencias con personas de verdad, no con plataformas. Me parecen que son muchísimo más valiosas, imprescindibles”.
Óscar Brox, librero en Ramon Llull
"La verdad es que cada año tengo menos propósitos, aunque diría que es más por aquello de hacer un ejercicio de concentración: pocos objetivos, misma energía. Ahora que mi hijo me deja un par de horas sueltas por la noche para leer, mi sueño este 2025 va a ser intentar acabar con la pila de libros pendientes que, a cada poco, crece desmesuradamente entre caprichos y obligaciones varias. Si consigo eso, el siguiente paso será recuperar mi tradición de leer toda la obra de un autor (Clarice Lispector, allá vamos). Con el cine y la música en directo ya me he resignado, prefiero concentrar mis esfuerzos en el teatro -venimos de una temporada francamente interesante en producciones y estrenos- y volver a tomar el pulso a las exposiciones. Si consigo eso, enviar regularmente mis boletines culturales (ay, amigo) y no dormirme en el intento, este año cultural habrá valido la pena".
La nueva obra de Maria Aucejo recorre la AP-7 como símbolo de un mito original: un viaje a la modernidad de la España de los 70s a través de iconos arquitectónicos a medio camino