Viñetas de Fernando Izquierdo sobre la vida en las prisiones franquistas. Archivo familiar
Para ello desde Memoria y Libertad trabajan incansablemente durante 20 años para recopilar las cartas de los represaliados y trabajan con sus familias para “ponerles cara y darles voz”, un homenaje digno en el que además permiten a los familiares hacer un ejercicio de correspondencia desde el presente. Un ejercicio emocional que para Camarillas permite que las familias puedan despedirse correctamente: “Las familias hacen el enorme ejercicio de responder a la última carta que reciben, suelen ser mensajes de amor, relatos de sus rutinas o anécdotas que les cuentan”
“Las familias hacen un ejercicio terapéutico para cerrar el duelo respondiendo desde un espacio más reflexivo o emocional”, añade el editor, quien explica que entre las cartas que analizan se encuentran desde preciosos poemas hasta dibujos y tiras de cómic, también muchas de las despedidas que hacían algunos de los presos a capilla de su fusilamiento, en cartas en las que dejaban ir su último aliento. Para compilar todas estas historias el libro se divide en dos bloques principales: Cartas hasta perder la vida, en las que se compilan postales y escritos y Cartas hasta salvar la vida, donde se ven fotografías, enseres personales y otros relatos. Cierra la publicación el escrito El grito más alto, en el que Camarillas llama a la lectura “para que ninguna voz vuelva a ser silenciada”: “Escuchad las cartas, por favor, para que ninguna quede sin respuesta”.
Entre las Cartas hasta perder la vida se encuentran relatos como el de German Paredes quien escribe a sus hijos desde la cárcel de Porlier, un 3 de julio de 1941 y horas antes de su muerte: “Estoy viviendo las últimas horas de mi vida y pienso en la vuestra. Quisiera poder daros un abrazo y, ante la distancia que lo impide, os beso “in mente”. Seguid mi conducta que siempre fué honrada; dejaos conducir por los buenos amigos que me acompañaron en el encierro; estudiar mucho y me honrareis con vuestra vida como yo os honro con mi muerte”, añade Paredes desde la cárcel.
Ochenta años después y gracias a este libro, cuenta con la respuesta de su nieta Cecilia, con quien se reencuentra a través de este proyecto: “Recién hace algunos meses me leyeron esa carta tan hermosa y tierna de despedida que nos dejaste horas antes de morir. Hoy día sé que fuiste juzgado y te dieron treinta años de prisión y un buen día, de la noche a la mañana, te comunicaron que serías fusilado al amanecer [...] Abuelo, fueron unas palabras muy hermosas para una persona que sabe que le quedan pocas horas de vida ¿No crees? Espero recibas esta carta y quiero que sepas que toda tu familia está muy orgullosa de ti. No te olvidaremos y siempre estarás presente en nuestros corazones y oraciones”, relata en su respuesta.
Dibujo a tinta sobre cartulina, anverso de la postal enviada por Fernando Izquierdo Montes desde la Prisión Provincial “El Ingenio” de Almería a su mujer, María Pascual Sánchez (Madrid), el 16 de diciembre de 1939.
Haciendo un análisis general de las correspondencias Camarillas señala que entre las cartas no hay “una sensación de rencor” pese a la injusticia que estaban viviendo los presos sino un cuidado por quienes están fuera y la seguridad de que son inocentes: “Saben que son inocentes y que no han hecho nada malo, no se arrepienten. Entre las cartas lo que más se repite es la preocupación por quienes se quedan fuera cuidando de la familia, por el futuro de sus hijos y la voluntad de que sepan cuidarse entre todos” repasa el editor, quien añade que uno de los grandes retos que tenían de cara a este libro es poner cara y nombre a todos los represaliados: “El trabajo de Tomás Montero es crucial, consigue unir a las familias a pesar de haber pasado dos o tres generaciones y de sus ideologías para que cuenten su historia. En el libro hay anarquistas, socialistas, comunistas, liberales y democráticos que exponen su intimidad familiar en un ejercicio de generosidad absoluta”, celebra.