VALÈNCIA. El mundo asiste insólito a una guerra en el corazón de Europa y en pleno siglo XXI. Un conflicto militar que ante todo está dejando una estela de horror y terror con miles de muertos, una crisis humanitaria sin precedentes y un país devastado. La invasión rusa de Ucrania se está cobrando miles de vidas y muchas familias huyen de su país, obligados por las bombas, en busca de auxilio para salvarse.
Pero, también la contienda está provocando una dura factura económica tanto a nivel industrial como doméstico. El precio de la energía se ha disparado, dado que Rusia es uno de los grandes productores, lo que ha llevado a un fuerte encarecimiento de la luz y el gas.
Asimismo, ha ido al alza el combustible y la mayor parte de las materias primas que necesitan las empresas para abastecerse, lo que aboca a subidas en el precio final que pagan los consumidores por los productos. Y todo ello con una inflación que sigue desbocada y situándose en febrero en el 7,6% en España, récord desde diciembre de 1986.
Un tsunami económico que está poniendo en jaque el tablero comercial mundial y que ya está afectando el bolsillo de los ciudadanos. La gasolina está disparada y los precios de los alimentos siguen la senda alcista en febrero con un incremento del 0,8%, lo que supone una subida anual del 5,6% en esta partida. Un escenario que está llevando a muchas compañías a tener que parar su producción o acometer ERTE ante la imposibilidad de sobrellevar unos sobrecostes derivados de la escalada inflacionista. Y las previsiones no hacen presagiar que haya una estabilización de la coyuntura actual en el corto plazo.
Este es el caso del sector cerámico, uno de los más golpeados por la actual crisis económica porque tiene serios problemas para hacerse con las materias primas necesarias, como la arcilla, para seguir funcionando. Pero, además, el gas está por las nubes y los dos principales referentes de la industria azulejera española, Pamesa y Porcelanosa, ya plantean paros productivos por los altos costes. Concretamente, estos dos gigantes cerámicos apuntan a Semana Santa para cesar su producción, y así se lo están transmitiendo ya a sus empleados.
Paralelamente, otras firmas como Grespania ya han llamado al comité para negociar algún ERTE. Según el indicador TTF, el gas alcanzó este pasado lunes los 322 euros el megavatio. Esta cifra supone multiplicar por 20 el precio de hace justo un año, cuando la cotización era de 16,12 euros. Un escenario que ha llevado a la patronal cerámica Ascer a urgir al Gobierno a implementar "medidas inmediatas, tanto financieras como fiscales, que aporten liquidez a las industrias. Pero esto será "insuficiente ante la gravedad de la situación en la que nos encontramos", recalcan, motivo por el cual exigen la intervención del mercado energético europeo.
El sector agroalimentario es otro de los más amenazados por la crisis actual. Las empresas que más problemas de suministro están teniendo son las que importan de Rusia, Ucrania y los países de la zona productos como maíz, girasol, pipas o semillas. Pero, también está en jaque el pienso que necesitan las granjas. Según explica Mar Fernández, directora de la Organización Interprofesional del Huevo y sus Productos (Inprovo), el impacto en su caso es doble porque a la escalada en el precio del pienso, que se ha encarecido un 50% en los dos últimos años, se suma ahora el freno a las importaciones de grano desde el Mar Negro, por lo que el principal riesgo ahora es agotar las actuales reservas de pienso para alimentar a sus animales.
Un bloqueo en la llegada de cereales que afecta a toda la ganadería porque España es un país que compra a Ucrania cerca del 30% del maíz y el 60% del girasol del total que importa. Con el corte del suministro, los fabricantes de piensos ya han alertado al Gobierno de la necesidad urgente de permitir las compras de grano y cereal en mercados alternativos para evitar problemas de abastecimiento de alimentación animal, que podrían llevar a tener que planificar sacrificios en pocas semanas.
También la Federación Empresarial de Agroalimentación de la Comunidad Valenciana (Fedacova) reclama al Ejecutivo de Pedro Sánchez medidas que ayuden a preservar el modelo de cadena de valor agroalimentaria para mantener los "altos estándares" de seguridad alimentaria y calidad de los productos, a pesar de las consecuencias de este conflicto internacional.
Esta falta de suministro y las fuertes subidas de electricidad que tienen que hacer frente las empresas han llevado a un encarecimiento de los alimentos. Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), la fruta fresca ha subido un 3,8%; las legumbres secas o en conserva, un 3,1%; mientras que la leche entera lo ha hecho un 1,9%; la leche desnatada (1,6%), el pescado congelado (1,3%), el pan (1,1%) y el queso (1,1%). También las salsas y condimentos (5,2%), el agua mineral (5,1%) y los platos preparados (4,5%).
Uno de los primeros efectos tras la invasión fue la decisión de los supermercados de racionalizar la venta de aceite girasol para evitar una rotura de stock. Ucrania es conocida como el granero de Europa, porque de ahí se importa buena parte de los productos alimentarios que se consumen habitualmente como los cereales, las semillas, la harina o el aceite de girasol. Del país que preside Volodímir Zelenski se importa el 30% del maíz, el 17% del trigo y el 60% del aceite de girasol.
Las sanciones impuestas a Rusia y el estallido del conflicto provocaron que muchos consumidores se lanzaran a comprar este tipo de productos por miedo a quedarse sin suministro. Ante la alta demanda, las grandes cadenas de distribución como Mercadona, Consum o Makro optaron por limitar su venta por cliente. No tanto por una cuestión de dificultad de abastecimiento, sino para evitar "ese comportamiento anómalo de la demanda" que recordó a la histeria por adquirir papel higiénico durante la pandemia, explican desde la Asociación de Supermercados de la Comunidad Valenciana (Asucova).
"A corto plazo no prevemos mayores dificultades de suministro. Nuestra misión es garantizarlo a través de los diferentes canales y con nuestros proveedores", subrayan desde la asociación para señalar que la decisión de fijar una cantidad de litros de venta del aceite de girasol se adoptó para evitar el 'efecto papel higiénico'. "Detectamos a consumidores comprando de forma injustificada. Era un comportamiento anómalo que quisimos evitar de forma rápida. Por eso, una vez se estabilice la situación y el consumidor comprenda que no hace falta sobreaprovisionar se eliminará", explican desde Asucova.
Para evitar desabastecimiento, la gran distribución alimentaria está buscando nuevos mercados, principalmente en Latinoamérica, así como alternativas con productos sustitutivos al aceite de girasol como son los aceites de colzas, el de orujo o el de oliva. "Tengamos en cuenta que España es el principal productor mundial de aceite de oliva y eso lo podemos aprovechar", recalcan para pedir "tranquilidad" y descartar que vaya a faltar producto. "Ya demostramos en la pandemia que no faltó de nada", subrayan.
Respecto a la subida de precios, recuerdan que hay una grave tensión en la cadena de suministro con un coste de la electricidad y del gas disparado que provoca sobrecostes en las empresas que se ven en la necesidad de repercutirlo en el precio final. "Nosotros tenemos que asegurar el aprovisionamiento, pero garantizando que la cadena de valor sea sostenible", insisten desde Asucova.
La automoción es otro de los sectores que más están siendo castigados por la guerra ya que Rusia y Ucrania son piezas clave para el sector. El país que preside Vladimir Putin es el principal exportador de paladio a nivel mundial. Se trata de un metal utilizado en los microchips y los catalizadores de los sistemas de escape de los motores de combustión. Ahora mismo el mercado está cerrado como también el del níquel, clave para la industria automotriz. Pero, además, Ucrania produce entre el 20-25% de gases nobles -como el neón- a nivel mundial que también se utiliza en la fabricación de los semiconductores, por lo que ahora mismo peligra la producción.
De hecho, el mercado mundial de microchips lleva meses acusando una escasez de componentes obligando a las fábricas de automóviles a tener que suspender su actividad cada cierto tiempo. Un escenario que, a la vista de la actual coyuntura, va a continuar. Pero, además, en Ucrania se sitúa una de las principales plantas de fabricación de cableado eléctricos, que en estos momentos está cerrada, y la falta de suministro ha obligado a fabricantes como Volkswagen, BMV o Volvo a tener que parar su actividad.
"Hay insuficiencia de componentes y ello provoca que el volumen de fabricación descienda derivando en paradas de producción en las fábricas", lamenta Elena LLuch, gerente del Clúster de la Automoción Valenciana (AVIA). De hecho, existe mucha preocupación en las empresas de un sector que aún lastraba los efectos de la pandemia. Según las estimaciones de AVIA, cerca del 90% de las compañías de automoción españolas están sufriendo las consecuencias de la guerra.
Aunque Rusia y Ucrania no son mercados importantes para la exportación e importación valenciana, sí lo son países fronterizos como Hungría, Eslovaquia, Rumanía, Polonia o Moldavia, donde algunas empresas cuentan con sedes o plantas. Y el conflicto armado ya está frenando la llegada de mercancía. "Los países limítrofes están ya con desaceleración de sus economías y eso nos afecta. Las exportaciones de la automoción valenciana a Rusia solo representan el 0,4% y a Ucrania, un 0,4%, pero si se suman otros países cercanos llegamos al 4,15%. Y lo mismo ocurre con las importaciones que representan un 8,3% los países próximos a la zona de guerra", señala Lluch.
A los problemas de suministro se suma la escalada desproporcionada del precio de la energía. "Muchas empresas están ya planificando paradas porque los costes no se pueden asumir. Y en la automoción es difícil repercutir esas subidas en el precio final porque se negocian antes los proyectos", explica Lluch, que también apunta a un repunte de los ciberataques en las empresas como consecuencia del conflicto.
"Esto es una situación compleja que se suma a la mochila que ya arrastraba la automoción. En estos momentos, las empresas están aguantando y haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantener la actividad y el empleo", subraya. No obstante, no descarta que si la situación se prolonga en el tiempo tener que hacer ajustes.
Junto al de la automoción, el otro subsector del metal más directamente expuesto al impacto del conflicto en su comercio exterior es de la fabricación de bienes de equipo porque si tiene un nivel significativo de negocio con los países afectados y los de su entorno. La afectación se produce incluso en forma de problemas para contar con personal.
Sin embargo, según la patronal sectorial Femeval, el impacto indirecto abarca prácticamente a todas sus ramas de actividad, pues todas sufren la escalada en un precio de las materias primas que, según destaca su presidente, Vicente Lafuente, van a tener que repercutir en el precio de sus productos terminados, aunque sea de forma temporal.
Algunas compañías incluso están viendo cómo les cancelan pedidos incluso ya abonados de materias primas como el níquel, cuyo precio se eleva prácticamente de un día para otro.
Agonizando. Así describen su situación los transportistas valencianos que advierten del impacto del conflicto en el combustible: 300 euros más caro en menos de dos semanas. Según sus cifras, desde la invasión rusa, el precio del gasóleo A no ha parado de crecer hasta alcanzar los 1,777 euros por litro, un 20% más caro. De esta forma, llenar el depósito de un vehículo de carga general de 1.000 litros cuesta 299 euros más que hace 13 días.
"Estamos asustados porque la subida de combustible no es una cuestión de céntimos, sino que esta situación supone arruinarnos", subraya Juan Ortega, vicepresidente de la Federación Valenciana de Empresarios del Transporte y la Logística (FVET). El empresario explica que ahora va a tocar repercutir estos costes en el precio final porque, de lo contrario, van a pérdidas. "De momento no estamos parando, pero no habrá más remedio que repercutir estos aumentos en el precio del transporte porque la alternativa es parar la flota", subraya.
Por el momento, explica que las empresas no se han visto obligadas a acometer ERTE ni suspender su actividad, pero no descarta que haya compañías que en las próximas semanas se vean abocadas a tomar medidas en este sentido ante la imposibilidad de dar el servicio. "Nuestra materia prima es el combustible. En un camión supone el 30-40% de los costes y si ahora nos los elevan un 50% nos quedamos sin margen de beneficio", remarca para insistir en que van a tener que subir los precios de sus servicios porque en caso de no hacerlo acabarán "en la ruina".
Ante esta tesitura, el Comité Nacional de Transporte de Mercancía por Carretera, al que pertenece FVET, ha solicitado una reunión con urgencia con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para garantizar la aplicación de medidas que permitan la continuidad de las empresas transportistas y eviten el "colapso económico". La federación valenciana por el momento no ha secundado la huelga que algunas asociaciones han convocado para el próximo lunes 14 de marzo.
"El Gobierno tiene que poner de su parte porque esto es un desastre. Hay mucho agobio en el sector porque esto es definitivo y va a ir a más. Muchas empresas van a acabar mal. Nos tienen que cuidar más", sostiene Ortega.
Los comercios también afrontan este nuevo escenario con preocupación ante un mercado energético que sufre alzas cada vez mayores, por lo que ahora mismo exigen medidas para proteger a unas empresas que viven un contexto económico complicado y que antes de la irrupción de este conflicto estaban empezando a retomar el puso de su actividad comercial tras la pandemia.
"Si ya antes de la guerra la subida de los costes energéticos y de las materias primas se calculaba en un efecto de 11.000 millones de pérdida de capacidad adquisitiva de los hogares, ahora es mucho más", advierten desde la patronal Confecomerç. "La guerra genera incertidumbre en los consumidores e inseguridad porque no sabemos hasta dónde van a llegar las consecuencias ni hasta cuándo se va a prolongar. Esto se traduce en una retracción del consumo, dado que el consumidor está preocupado e inseguro", señalan.
Además, recuerdan que los comerciantes deben hacer frente a un aumento de sus costes fijos, causados por el cada vez más desmesurado precio de la energía que repercute en su cuenta de explotación, así como de materias primas, con unos márgenes muy ajustados, y con unas ventas que "no son las mismas que antes de la pandemia".