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'Ortifurama valencià' está hasta el 24 de abril EN LA NAU

La historia detrás de la historieta: Ortifus en primera persona

20/03/2022 - 

VALÈNCIA. El lápiz de Antonio Ortiz Fuster, es decir, Ortifus, ha retratado la historia de València a través de unos personajes narigudos de ojos saltones y sin orejas que ya forman parte del imaginario popular. Dibujos acompañados por juegos de palabras con doble sentido para hablar de la realidad que nos rodea. Una vida en viñetas que atesora celosamente en su particular hemeroteca y de la que ha extraído un 1% —tiene cerca de 40.000 dibujos— para que nos colemos en su particular mundo: Ortifurama valencià, la retrospectiva más amplia realizada sobre su trabajo y que se puede visitar en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València hasta el 24 de abril. 

Cerca de un millar de piezas, entre ilustraciones, esculturas y material bibliográfico, ordenadas de forma cronológica para recorrer la historia de València a través de más de 600 imágenes, entre las cuales también hay caricaturas de personajes políticos, que se suceden a través de dibujos y proyecciones. Una exposición comisariada por Álvaro Pons y Daniel Tomás, que el propio Ortifus va desgranando para contar las historias que hay detrás de esas historietas, como su colaboración en la revista El Jueves, el anuncio que creó al modo Walt Disney o las fallas que se quedaron en un boceto. 

La Expo de 1992 y la Senyera indultada

Nada más entrar a la exposición está el rincón dedicado a las Fallas, donde Ortifus ha dejado y quemado su ingenio y originalidad en distintas ocasiones —Plaza del Ayuntamiento (1988), Blanquerías (1994), Convento Jerusalén (1998) o Na Jordana (2000 y 2014)— y en otras se ha quedado en un boceto. “Mis fallas siempre giran entorno a un solo tema, son satíricas y en ellas deben salir mis personajes porque un artista tiene que reconocerse siempre. De ahí que no acepte solo realizar el guion de un monumento”, concreta.  

"Fui el plan B para la falla del Ayuntamiento de 1988 porque estaba previsto montar la falla ideada por Berlanga"

A las Fallas accedió casi por casualidad y de rebote pues aquel año, 1988, estaba previsto plantar una falla ideada por Berlanga bajo el título Mamella: “Realmente fui el plan B porque estaba previsto montar la falla ideada por Berlanga, pero me llamaron y me dijeron que finalmente no la hacían, que si podía hacerla yo”. Aceptó el reto y planteó el monumento Lo tenemos todo debajo, pero…, que criticaba las excavaciones arqueológicas que había en València y que se juntaban a las continuas obras que habían por las calles de la ciudad. Su idea era "hacer una falla al revés" pero técnicamente no fue posible y se construyó en altura. 

Un monumento elaborado por Manolo Martín con tantas anécdotas como figuras tenía, como la historia de la Senyera que ondeaba en lo alto. “El concejal Martín Quirós me dijo que pusiera una Senyera y en vez de poner la actual puse una del siglo XVI. Lo gracioso es que el día de la crema se tuvo que quitar porque Quirós dijo que no podía quemarse la Senyera”, explica divertido.

Otra curiosidad que se conoce en la exposición es la falla diseñada por Ortifus para la Expo de Sevilla de 1992. Señalando al boceto, relata que era una crítica a la conquista de Colón, con una especie de palmera enorme con una gran una piña tropical a la que llegan unas olas que traen las tres carabelas —la Pinta, la Niña y la Santa María—. “No se atrevieron a plantar la falla y optaron por la de José Puche, que representaba un Miguelete vestido de saragüell abrazando a la Giralda vestida de andaluza”, cuenta con pena y recordando que “las fallas son una crítica”.  

La entrada del color en los periódicos supuso un inconveniente pues el color tiene textura y también representa

Como “compensación”, explica, se le encargó la falla de Blanquerías de 1994, la mítica de Las Camas. “Fue complicada de hacerla porque tenía que estar muy encima del artista fallero para que no hubiera ninguna cama en el mismo ángulo porque era un caos estructurado difícil de entender. De hecho, después de quemada, me confesó que debía haber creído más en mi falla desde el principio”, relata. De este monumento hay distintas figuras en la exposición moldeadas por el propio Ortifus durante su proceso creativo y, posiblemente, sea uno de los monumentos más míticos de las últimas décadas. 

De Ortiz Fuster a Ortifus 

Resulta curioso saber que en sus inicios Antonio Ortiz Fuster firmaba como Ortiz. Rubrica que cambió por su coincidencia con José Ortiz, un dibujante de cómic de la época al que respetaba mucho. Después de darle algunas vueltas, decidió juntar sus dos apellidos (Ortiz y Fuster) y dejarse llevar por la moda del sufijo ‘-us’, como el ilustrador francés Moebius o la banda Pegasus. Y es así, con Ortifus, cuando a los pocos meses ya comienza a firmar sus viñetas y forjarse como el humorista que es hoy.  

La primera viñeta de la exposición es de una silueta de un tanque desintegrándose para, luego, ir viajando por la historia de València a través de su trabajo para las publicaciones Diario de Valencia, Noticias al Día y, principalmente, Levante-EMV, así como para distintos proyectos vinculados a la publicidad institucional. “Empecé a dibujar en diciembre de 1980 pero debido al golpe de Estado me dijeron que era mejor destrozar todas las viñetas que tuviese, y así lo hice”, recuerda sobre aquellos meses convulsos. Una primera época en la que se advierte un trazo más fino de sus personajes, siendo más estilizados. “Han evolucionado como yo”, dice riéndose Ortifus.

Una retrospectiva en la que también se advierten dos partes, una en blanco y negro y otra en color. “En 1997 The New York Times introduce el color y luego lo hace El País. Esto supuso un inconveniente pues el color tiene textura y también representa, por lo que hay que tener cuidado en qué color y tonalidad elegir”, matiza. Llegó el color, pero también la tecnología, algo que también destaca el humorista gráfico: "Cuando empecé mi colaboración con La Vanguardia mandaba mis dibujos unas semanas antes por correo postal y cuando llegó el correo electrónico todo cambió porque tenían más vigencia las viñetas”. 

Ortifus sigue dibujando a mano porque no le gustan las tablets y sí el tacto del papel. “Siempre he dibujado con papel El Galgo porque aguantaba bien la tinta, pero desde hace unos años —la empresa quebró— dibujo en papel normal”. Aunque lo suyo es la viñeta y sus personajes, en la exposición también hay caricaturas de políticos. “No era consciente del gran número de caricaturas que tenía hasta que Álvaro Pons me lo comentó preparando la exposición y decidió colocarlas arriba a modo de friso”, reconoce.

Un corto a lo Walt Disney y El Jueves

Entre la colección hay un apartado dedicado a las colaboraciones. Allí está una animación de no más de tres minutos para advertir de la salmonelosis en verano y que fue realizado íntegramente por él mismo pese a no tener experiencia. “Lo hice al modo Walt Disney, dibujando diecisiete dibujos para un segundo de escena. Pero fue mucho más que eso porque un amigo nos grabó a mi mujer y a mí haciendo las acciones del sketch que había pensado. De cada fotograma calqué con un acetato a la persona real y luego dibujé en el fotograma mi personaje”, recuerda todavía con ese miedo que tuvo en el cuerpo. 

De entre todas las colaboraciones, aparece una en El Jueves de la década de los noventa y cuya viñeta compartía con Fontanarrosa.“Envié unos dibujos con unos personajes de la época de la conquista de América y me llamó Gin, el entonces director de la revista, para decirme que le gustaban mucho, que de dónde había salido”, comenta dando la contestación: “llevo once años trabajando en València”. Un lugar que, dice, no le ha dado la proyección que hubiera tenido en Madrid o en Barcelona pero que aún así “no lo cambio por nada”. 

La pregunta: ¿Se quemará al inquisidor?

Al salir de la exposición, en el Claustro de la Nau, se puede ver al  “inquisidor ninot” realizado por el artista fallero Raúl Martínez, que dialoga con la emblemática escultura del humanista Joan Lluís Vives, que preside el Claustro desde finales del siglo XIX. Y, sí, con se juego e palabras que tanto le caracteriza: "Ojito Luís que sabemos dónde vives". “La idea original era quemarlo en fallas pero parece que se lo va a quedar la Universitat”, dice con cierta pena pues “las cosas malas hay que quemarlas”. 

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