El maestro de la animación Mamoru Hosoda explora los alter ego virtuales en su última maravilla, Belle
VALÈNCIA. Mamoru Hosoda (Kamiichi, 1967) lleva largo tiempo dándole vueltas a cómo plasmar en dibujos la informe e inabarcable red de redes. En concreto, suma 22 años. “Si repasas mi carrera, hay una continuidad en mi trabajo. En mi corto Digimon Adventure (1999) marqué una línea de visualización del mundo digital en la que luego he profundizado a través de las películas Summer Wars (2009) y Belle (2021). Me obsesiona darle entidad visual a internet y explorar cómo representamos lo que sucede en su interior”, comparte con Cultur Plaza el maestro japonés de la animación.
A diferencia de otras aproximaciones distópicas a las nuevas tecnologías, marcadas por un agorero pesimismo, Hosoda ha envuelto las suyas de una visión optimista, en la que las herramientas digitales procuran el autoconocimiento y el entendimiento y la conexión con el otro.
Si en la franquicia Digimon sus personajes son un grupo de niños transportados contra su voluntad a un mundo digital del que luego no quieren regresar, y en Summer Wars, un chaval retraído explora con su avatar una red social en 3D inspirada en Second Life, en su última incursión toma el mito de La Bella y la Bestia y lo imbrica en el multiverso. La citada Belle, ya en cines, es una fantasía exuberante y musical que desborda los sentidos del espectador en un despliegue multicolor, plagado de un sinfín de pequeñas criaturas que interactúan al ritmo de pop nipón y samba con resonancias al carnaval de Río de Janeiro.
Su protagonista es una adolescente que supera sus inseguridades forjando un alter ego virtual en una plataforma llamada U, donde interactúan miles de millones de personas. Al contrario que en la vida real, donde se la come la timidez y la honda tristeza de haber perdido a su madre, su otro yo, llamada Suzu, se catapulta en esta ciudad de fantasía como una famosísima cantante de pop. Hasta que un ser monstruoso boicotea uno de sus conciertos.
“Tanto en La bella y la bestia como en internet hay una dualidad. En el cuento de hadas soy fan de la bestia, porque es un personaje violento pero tiene un interior vulnerable y sensible. En internet sucede igual, nuestro yo real y el virtual, el que proyectamos en las redes, no son exactamente el mismo, aunque seamos la misma persona. Así que pensé que de ambas dualidades podía salir una buena película”, confía.
Belle se basa en esa dicotomía, pero en el origen de su gestación está su hija de cinco años. Hosoda ha estado proyectando el futuro en el que la menor disponga de móvil propio y acceso a redes sociales y, por extensión, preguntándose cuál será el impacto de la digitalización en las generaciones venideras: “Van a hacerse mayores en un mundo donde internet va a coparlo todo. Me pregunto cómo será ese futuro y espero que sea positivo”.
El cuento de Perrault no es la única referencia en su película. El creador explica que ha indagado en relatos que donde sus personajes se convierten en animales para afrontar sus desdichas.
Entre las obras que más le han influido cita el cuento La luna sobre la montaña, de Atsushi Nakajima, sobre un funcionario del gobierno chino que decide dejar su trabajo para convertirse en poeta. En su búsqueda de la excelencia en la escritura descuida a su familia y se obsesiona de tal modo que se convierte en tigre.
Los humanos que se convierten en animales y las bestias antromofórmicas son comunes en la obra de Hosoda, que cuenta en su filmografía con Los niños lobo (2012), un drama sobre dos niños licántropos que han de decidir entre su naturaleza animal y humana, y El niño y la bestia (2015), sobre un niño solitario que irrumpe en un mundo fantástico habitado por bestias sobrenaturales.
En Belle, su Gastón resulta ser un ser humano herido en la vida real y Bella, una quinceañera que se sobrepone a su timidez para ayudar a resolver la incógnita de esa figura desconocida que está pidiendo ayuda a gruñidos.
“Bella no es tan interesante en el cuento tradicional ni en la película de Disney. Cuando estuvimos pensando quién podría ser ese personaje que encarnase la belleza, todo pasaba por la fuerza. Nos daba igual que fuera femenino o masculino, solo queríamos un ejemplo para que los jóvenes generaciones puedan enfrentar estos tiempos difíciles”, profundiza el director, asociado en sus inicios a franquicias de calado popular como Dragon Ball, Sailor Moon y la citada Digimon, y a proyectos alimenticios de fuste, caso del cortometraje Superflat Monogram de Takashi Murakami para Louis Vuitton.
Desde 2011 codirige su propio estudio de animación, Chizu, en el que ha dirigido películas que ya son un referente del anime, como Mirai, mi hermana pequeña (2018), nominada al Óscar a la mejor película de animación.
Muchos lo han etiquetado como el nuevo Hayao Miyazaki, por la entidad internacional que ha alcanzado en su trabajo y por ser un fan confeso del trabajo del Estudio Ghibli. No en vano, Hosoda comparte que su flechazo con el que es ahora su oficio se dio durante el visionado de El Castillo de Cagliostro (Hayao Miyazaki,1979). Pero Mamoru es un referente de la animación por sí mismo, con una narrativa de inquietudes íntimas entrecruzadas con la mitología local y la literatura universal en universos creativos tan conmovedores como apabullantes.
Graduado en pintura al óleo en la Universidad de Arte Kanazawa, el director suele apostar por la animación tradicional. Cuando estuvo promocionando Mirai declaró su preocupación por la paulatina desaparición de los artistas que pintaban los fondos en el anime. En Belle ha renunciado al dibujo artesano, pero no porque esté llegando a sus límites, que también, sino por las dificultades que impuso la COVID: “Al principio intenté recurrir a esta técnica, pero la pandemia nos golpeó y volvió más difícil reunir a todo el equipo en un estudio y trabajar juntos. Por eso tuvimos que hacerlo todo en remoto y digital. Pero también me ha hecho feliz, porque gracias a este cambio he conocido al director de arte Nobutaka Ike, que previamente había trabajado con Satoshi Kon”.
No son las únicas alianzas con las que cuenta este proyecto. Suzu fue esbozada por el veterano diseñador de personajes de Disney, Jin Kim, al que conoció en los Globos de Oro, y en el desarrollo de la película ha colaborado con la enseña irlandesa de la animación que está detrás de joyas como El secreto del libro de Kells (2009), La canción del mar (2014) y Wolfwalkers (2020), Cartoon Saloon. “Tuvimos una conexión instantánea. Somos estudios independientes de animación y coincidimos en nuestras inquietudes y en nuestra filosofía de trabajo”
Hay un personaje en Belle que asegura que no eres verdaderamente famoso hasta que no tienes a haters entre tu fandom. Hosoda no tiene ni idea de que nivel de odio despierta en internet, pero sí qué lema va a marcar su futuro: “Nunca he buscado mi nombre en Google ni en redes sociales, pero internet es un espacio propenso a la presencia de gente con ánimo de odiar. No importa a lo que te dediques. Lo que pienso es que si te dedicas a la creación artística lo que ha de primar es la honestidad. Si te preocupa no provocar reacciones negativas, tus obras no serán auténticas ni sinceras. Mi lema es intentar hacer justicia a la gente que ha disfrutado de tus propuestas, no agradar a los que las han detestado”.
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz