Este viernes hemos conocido el repliegue de la plataforma Gorillas, el servicio de entregas a domicilio bajo demanda que arrancó algo más de un año en España, que ha iniciado el proceso para el despido colectivo de 300 trabajadores que tienen en el país, entre ellos, los de su tienda en Alicante. La frenada en seco de este proyecto empresarial es un síntoma: no todos los negocios que surgieron de la pandemia son un ejemplo de negocio seguro y próspero.
Y máxime, cómo lo fue la llegada: la plataforma alemana planteó su despliegue en España como una expansión de un modelo de entregas ultrarrápidas sin probar antes cómo eran las particularidades de cada mercado o cómo evolucionaría éste tras la pandemia. Pertrechada de millones, Gorillas abrió los denominados dark store con la promesa de entregar las compras de los clientes en un plazo de 15 minutos, con atractivas ofertas en precios y una campaña de contenidos protagonizada por influencers. Sin embargo, la marca alemana no ha conseguido la rentabilidad esperada y ahora debe cambiar la estrategia. Admiten sus dirigentes que no pueden caminar solos y buscan un socio para que sacar más efectividad a los envíos. Además del propio negocio en sí, el paso atrás de Gorillas pone de manifiesto varias cosas: no es la primera vez que una denominada startup, adocenada de millones logradas en varias rondas de financiación, se lanza a un proyecto sin hacer estudios de mercado exhaustivos; lo hace sin conocer las particularidades del país e, incluso, las de las diferentes regiones de un país, con culturas de compra diferentes, y lo hace solo sin explorar vías de colaboración, que podrían ahorrar costes y, por lo tanto, encauzar la sostenibilidad del negocio. Ahora, toca repensar el modelo.
A ello, habría que sumar que la mayoría de los países han vuelto a la normalidad, que las restricciones pandémicas han caído totalmente y que si había una normalidad que no había caído, al menos, en España era la de ir al supermercado. Y que aquí teníamos ya un segmento como es la distribución de la alimentación que está desarrollando la venta online, con servicios muy competentes, en precio y tiempo de entrega, y en algunos casos, muy localizados, en función de la zona, que puede ser una ciudad o una comarca.
Dicen los diferentes artículos que abordan el fracaso de Gorillas es que a su particular modelo de negocio, la entrega ultrarrápida, se une el estrés generado entre los repartidores para llevar el producto en menos de 15 minutos, algo que se podía agravar el picos de alta demanda. Dicen los expertos que para que ese modelo logre la rentabilidad habría que multiplicar el volumen de repartos y el tícket medio de la cesta a repartir, algo que por el momento no se ha dado.
Sea como fuere, lo de Gorrillas es una muestra de que el sector de delivery da muestras de saturación. Que en su momento fue una vía acertada para sortear la restricciones, pero que ahora, ya en plena normalidad, tiene muchos competidores, que mueven más volumen y negocio, y que además cuentan con estructura propia. A ello, habría que sumar cómo es la cultura de comprar online y en qué circunstancias se da. Y otro elemento importante, las devoluciones del producto, que al principio comenzaba a ser un atractivo, y ahora ya son un coste. Y de ahí que hasta el gigante Inditex haya comenzado a cobrar por las devoluciones (1,95 euros) en algunos países. Por ejemplo, en España se devuelven el 30% de las compras on line. Amazon también ha decidido aplicar restricciones en sus clientes con altas tasas de devolución.
Y por si faltara algún elemento más, que también debemos tener en cuenta, la huella ambiental que causa el delivery. No nos podemos permitir tener las ciudades repletas de furgonetas -muchas de ellas de gasoil- y motocicletas dando vueltas para entregar paquetes, algunas de ellas, con rutas poco eficientes. Es verdad que poco a poco van aumentando las flotas de vehículos eléctricos y el uso de la bicicleta para la entrega denominada de última milla, pero lo que demuestra el caso de Gorillas es que es muy difícil sostener estructuras propias y, además, con entrega rápidas. De ahí que se tengan que plantear la colaboración con otros socios. Es una cuestión que con el tiempo, cuando volvamos a la normalidad de la oferta, el mercado lo tendrá que estructurar de otra manera, además, en un escenario nuevo, como son las zonas de bajas emisiones que cada ayuntamiento prepara para su ciudad. Pero aunque el caso de Gorillas sí que tiene muchas más aristas -antes descritas-, el replanteamiento de su modelo y las decisiones que están adoptando otros players sí que muestran síntomas de saturación en el sector del delivery, otrora salvador en la pandemia, ahora sobrepasado en determinados aspectos. Si la inflación lo permite, veremos en los próximos meses como se reestructura este sector que tanto millones mueve.