Aunque sea por una doble imputación del alcalde de Alicante, ese rara avis de la política que es la agrupación socialista de Alicante, el PSOE de la ciudad abrazará el jueves el sueño que ha perseguido durante muchos años: gobernar en solitario. La pírrica cifra de seis concejales frente a los 29 no va a ser, por mucho que la oposición, la de ahora y la antes les azuze, un obstáculo. En breve, nos pondrán el caso de Ada Colau, si es que rompe con el PSC: gobernará con 11 de 41. Es decir, esta escapada del todavía alcalde, Gabriel Echávarri, no es una cuestión personal, sino que cuenta con el respaldo de la militancia socialista, de la parte de la militancia socialista que viene controlando la agrupación desde lo años 90. Es una locura colectiva como alternativa a un tripartito fracasado.
Y de ahí que el portavoz de Compromís, Natxo Bellido, se quedara tan chafado el martes, cuando tras conocer el auto de procesamiento del alcalde y los dos asesores, Pedro de Gea y Lalo Díez, escuchara la frase: "No voy a dimitir". Bellido había caído en la trampa del pacto firmado entre las cúpulas del PSPV y de Compromís por el cual Echávarri debía dimitir si su situación empeoraba. Y claro que ha empeorado: ha pasado de investigado a procesado, aunque la decisión no sea firme. El PSOE de Alicante, único, simpar e inigualable él en toda la Comunitat Valenciana, sabía que sólo tenía que rendir cuentas con Blanquerías quedando bien con Compromís.
Y ese acuerdo de refundación del pacto era la prueba. Con Guanyar ya hace tiempo que no cuentan, sino que en la sede de Pintor Gisbert está la botella de cava esperando al jueves para descorcharla y brindar por quitarse el cinturón de castidad que el PCE de Alicante, con el patrocinio de Podemos, impregnó al pacto tripartito (y del que el propio conseller Manuel Alcaraz era consciente). Y la satisfacción de los socialistas se ha visto refrendada este viernes, con el decreto de paralización de la descarga de graneles en el Puerto y posiblemente se ratifique el martes con el plan de reordenación de las terrazas del tardeo. Eso, por si nadie lo quiere ver, son razones de peso de Echávarri ante Blanquerias para mantener los pasos dados. Ya hace tiempo que le decían que rompiera amarras.
La gran sorpresa de la agrupación socialista de Alicante ha sido ver como Blanquerías ha respetado todas las decisiones de emprendidas desde Alicante y, a su vez, las ha respaldado, con pequeños matices. Sólo hay que ver el comunicado de Manuel Mata del pasado jueves. Y no olvidemos que el PSPV de Puig, en cuestiones de ética, sigue siendo 2.0.
Mientras no haya auto de procesamiento por la parte de la Audiencia Provincial, el PSOE gobierna en Alicante, se intenta trasladar la imagen de que la ciudad debe tener un Gobierno, por mini que sea, y, al tiempo, se impone la táctica del Cholo Simeone: partido a partido, y, además, sin ataduras de los socios. Lo de Compromís era deseable mantenerlos, y se luchó por ello, ahora se han ido; lo de Guanyar, el deseo inexorable es que se vayan.
De momento, en la estrategia, ganan los dos: Puig gana tiempo (y se ha quitado presión); y Echávarri, con el respaldo de una parte importante de sus bases, gobierna en solitario y tiene el escenario deseado: "Que nos juzguen por lo que hacemos", dijo el miércoles, aunque esa partida sea a base de salir humillado en todos los plenos municipales y que todo se acabe, si es que acaba, cuando haya auto de procesamiento firme. Porque ese día se abrirá un nuevo escenario, y un nuevo tiempo.
El escenario será comprobar si la locura era de Echávarri en solitario, o era un movimiento del tododepoderoso Ángel Franco, para entregar la cabeza del primer edil a Puig a cambio de nombrar al futuro candidato. Y eso va a depender de cuándo dicte sentencia la Audiencia: si lo hace antes del verano, más Compromís que Guanyar querrán volver a reeditar el tripartito con una nueva alcaldesa o alcalde, siempre que existan 15 concejales para posibilitar el relevo, que recuerdo -por mucho que la bisoñez de algunos lo crean- hoy todavía no están. Pero si llegadas las Hogueras la Audiencia no se ha pronunciado, la lucha ya estará únicamente en la agrupación socialista de Alicante.
Si las circunstancias quisieran que el caso se archiva o el alcalde es exonerado por los jueces -ya saben que el argumento que hará valer su defensa es que él se lo encontró con todo hecho tres meses después de que pasara y que no hubo dolo con un tercero-, Echávarri, con su locura, exigirá el derecho de pernada, y además, como mártir, si también logra sortear la otra causa. Bien sea en Alicante o en otro puesto donde quizás no genere tanto sonrojo a los suyos.
Pero si no, ya saben: Franco entregará su cabeza a Puig, aunque Echávarri siga de alcalde hasta junio de 2019, y lanzará a su chico, Carlos Giménez, a las primarias con el reto de que sea la cabeza visible en la próxima cita electoral. Porque si muere (políticamente) Echávarri, Eva Montesinos no tendrá ninguna opción. Y que no cuente Puig o Blanquerías con lanzar otro candidatura que no tenga la aquiescencia del sempiterno Franco, porque puede salir derrotado, como se ha demostrado en más de una ocasión. Franco sólo ha perdido las primarias federales que ganó Pedro Sánchez, y porque el voto se dividió a conciencia. Esa es la desgracia de ser crítico o renovador en esa agrupación: estás condenado al ostracismo; dos partidos en uno donde los que mandan siempre tienen el 70%. Una condena.
Es decir, esta operación, la de gobernar en solitario, no es una locura de Echávarri: es el plan de deseado por la mayoría de la agrupación, y que tiene plan b y c. Y en la que siempre va a ganar el mismo: o eligiendo al candidato, o al portavoz en la oposición, aunque el PP ya se rife la Alcaldía. ¿Otra salida? Sólo se me ocurre la aplicación de un 155 desde Ferraz, pero Franco no es tonto: sabe lo que se lleva entre manos.