ALICANTE (EFE). La ausencia de un transporte regular todo el año entre la península y Tabarca, la isla poblada más pequeña de España, ha vuelto a "expulsar" este septiembre a las pocas familias con niños de este enclave privilegiado, al ser imposible la vuelta al colegio y acudir al trabajo.
Los pocos vecinos de Tabarca (73 personas pasaron el confinamiento en el islote aunque en verano la cifra sube hasta varios centenares) están "indignados" por lo que consideran un nuevo incumplimiento por parte de la Conselleria de Movilidad de la Generalitat.
El pasado mayo, la Dirección General de Puertos anunció que ultimaba un servicio regular y diario de ida y vuelta con un barco que conectaría la isla y la cercana Santa Pola, y ahora les han comunicado verbalmente que el proyecto ha caído en el olvido, según ha relatado a Efe la presidenta de la asociación de vecinos Isla Plana de Tabarca, Carmen Martí.
Esta portavoz vecinal ha denunciado que en las últimas fechas las pocas familias con hijos que habitaban este islote "se han tenido que marchar para que los niños puedan acudir a la escuela, y los padres a los trabajos". Y se han visto obligados, precisamente, por carecer de transporte a primera hora de la mañana y a última de la tarde, un recurso que posibilitaría que las familias que quisieran pudieran continuar en sus domicilios de esta isla, la única habitada de la Comunitat Valenciana.
"Así no se favorece la recuperación de la población", según Martí, quien ha insistido en que los vecinos siguen a la espera de que la Conselleria de Movilidad resuelva formalmente su petición de una conexión diaria y regular con el puerto más cercano, el de Santa Pola. La reivindicación de los tabarquinos ha recabado el apoyo del Síndic de Greuges (defensor del Pueblo valenciano), de Les Corts Valencianes, que aprobó por unanimidad el 11 de junio de 2018 una Proposición no de Ley en ese sentido, y también del ayuntamiento de Alicante, que el pasado 24 de junio emitió una declaración institucional para urgir al Consell valenciano un barco regular.
Para aumentar su población y favorecer la ansiada desestacionalización económica, que se concentra en el verano, los tabarquinos se miran en el espejo de la isla canaria de La Graciosa, que hace 14 años abrió conexiones regulares con la vecina Lanzarote y esto le permitió multiplicar por tres el censo y abrir numerosos comercios y hasta de un colegio de primaria.
De 0,3 kilómetros cuadrados de superficie y a solo 4 kilómetros en línea recta del cabo de Santa Pola, Tabarca depende administrativamente del ayuntamiento de Alicante como una pedanía o partida rural más, y sus habitantes solo aspiran a tener cubiertas "las mismas necesidades que cualquier vecino de otro barrio" de la ciudad.
Históricamente la isla ha estado habitada desde 1769, cuando durante el reinado de Carlos III se trasladaron los primeros tabarquinos de origen genovés tras ser rescatados de su cautiverio en Túnez. Desde entonces es un pueblo habitado con una historia y una cultura propia, de la que dan cuenta un recinto amurallado que resguarda una iglesia, la Casa del Gobernador, las bóvedas, el torreón y el faro, que fue escuela de fareros.
Tabarca dispuso durante el siglo pasado todo tipo de servicios "como un pueblo normal", en palabras de Martí, quien ha recordado que esa suficiencia se fue perdiendo al cerrar la Almadrava, hasta entonces el sustento de muchas familias que se vieron abocadas a emigrar. Ahora, transcurridas dos décadas del siglo XXI, la situación ha cambiado y los vecinos quieren volver a recuperar la vida en la isla. Y, precisamente por estar rodeados del Mediterráneo, ven vital un buen puerto y un transporte regular, más allá de los barcos que llegan con turistas solamente en los meses de verano.