Si hay una cuestión que apenas ha ocupado espacio en esta campaña electoral, al menos, en la Comunitat Valenciana, esa ha sido la inmigración. Diría, incluso, que ni los líderes de los cuatro grandes partidos con representación len ha prestado mucha atención: sólo salió en el segundo debate, el de Atresmedia, y las posturas fueron bastante moderadas, y solo para denunciar las mafias que trafican con los que quieren entrar en España.
Como dije el pasado domingo, la campaña ha sido pobre en propuestas, y ha sido monopolizada, por los partidos de centro-derecha, a la hora de denunciar la catalanización de la Comunitat Valenciana, y, por el centro izquierda, por defender los derechos y servicios públicos, así como las mejoras en los empleos precarizados. Ya en un segundo plano, han aparecido cuestiones como la libertad o calidad educativa, la reducción de las listas de esperas, los chiringuitos institucionales, la mejora de la economía, la fiscalidad y el mantra del agua. Poco más, y muy reiterativo todo.
La inmigración, en cambio, no ha ocupado share. En el caso que nos ocupa, la Comunitat Valenciana, hay inmigración, mucha de ella irregular, pero, por el momento, no es un problema de primer orden (ningún gran partido así lo ha fijado en sus prioridades discursivas), es complejo, pero mejorable desde el punto de vista administrativo. El partido ausente (en los debates) sí que ha intentado incluir el asunto en la campaña nacional, pero, a tenor de las reacciones, no lo ha conseguido. Y si lo ha hecho es para retroalimentar a los suyos: esta noche mediremos su éxito. Su estrategia casi siempre ha sido optar por el silencio: sólo se ha matizado lo de un hipotético cierre de La Sexta, pero a día de hoy desconocemos, por ejemplo, que hará el partido con el candidato de Orihuela, que presumía de lucir una bandera preconstitucional, o del de Benidorm, condenado por violencia de género.
Sobre la inmigración se han construido muchos discursos maniqueos y demagógicos. La inmigración en un país como es España es necesaria; como no, debe ser regulada, y si ha generado algún problema de conflicto social, que diría que es muy puntual, ha sido por la falta de regulación, bien del interesado en reclamar sus servicios, bien de la administración en supervisarlo. Pero insisto, la cuestión está ahí: inmigrantes hay, algunos regulados, otros no, pero sin generar, por el momento, al menos en la Comunitat Valenciana, grandes problemas de cohabitación social, quizás con alguna contadísima excepción. Insisto, la polémica no ha centrado titulares ni debates, pese a los intento de algunos no ya colocar el tema, sino discriminar en función de la procedencia de migrante. Lo digo por si esta noche del 28-A se intenta relacionar el auge de alguna fuerza con ello con la presencia de esa población migrante. Posiblemente, en Andalucía, como frontera sur de Europa y puerto de llegada de la inmigración ilegal, y con la existencia de casos problemáticos de cohabitación social, si que había ejemplos en los que articular argumentos -otra cosa es la base científica para ello- para relacionar los tráficos ilegales de población con el auge de alguna formación política.
En la provincia de Alicante, sí que podría usarse torticeramente ese mismo argumentario para ligar una cosa con la otra: hay muchos municipios del interior de la Vega Baja o zonas del Vinalopó en los que más de 15% de los empradronados son ciudadanos magrebíes, aunque no sé dé ningún problema de convivencia. Otra cosa es que se dé algún tipo de sentimiento xenófobo que las autoridades no han sido capaces de combatir, atenuar y revertir.
En su día, en el mes de agosto, cuando el vicepresente de la Diputación de Alicante, Alejandro Morant, dijo aquella barbaridad de calificar la inmigración en una invasión silenciosa y de que había que acabar con privilegios y ayudas y propuso cerrar fronteras y hacer deportaciones masivas, yo defendí que el centro derecha, en ese momento, el PP cometía un triple error con la inmigración, aunque fueron muchos los que desmarcaron de Morant. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Ahora, el PP y Cs han enfocado el discurso electoral hacia otras cuestiones. De la inmigración han pasado con puntillas, pese a que debe ser un debate serio y sereno. Todos sabemos que ha sido otro partido el que ha intentado colar éste asunto (y muchos más) en la pantalla de su campaña.
Pero llegado el caso, me reitero en lo que dije en su momento, y que además, defendió el economista liberal Juan Ramón Rallo con datos en la mano: la magnitud del problema de la inmigración" no es tal, de acuerdo con las cifras y, porque la inmigración es "una de las soluciones liberales muy preferibles a conservar el actual Estado de bienestar a costa del cierre fronterizo" y que los inmigrantes no suelen ser perceptores de las dos mayores partidas presupuestarias del Estado de bienestar (pensiones y sanidad) y, en cambio, sí aportan como trabajadores ingresos a las arcas del Estado". Ahora bien, el populismo conservador ha insistido en todo lo contrario. Esta noche, puede que se hagan todo tipo de análisis, y de conexiones entre una cosa y otra, además de otras razones, pero las cifras no lo avalan. Ahora bien, en política todo es posible, y todas las lecturas son posibles.
Lo dicho, ha habido un debate pobre en este campaña. A los partidos se les pedía, por lo menos, algo de compromiso (real) con las inversiones en la provincia de Alicante y en la Comunitat, aunque desgraciadamente cunde más el ejemplo de prometer y no cumplir. Pero bueno, la Cámara y la CEV preparó un decálogo de infraestructuras pendientes para la provincia de Alicante. Era muy fácil comprometerse. Lo triste es que sólo lo hayan hecho solo PP y PSPV. Más allá de lo que den los bloques ideológicos, en esta campaña, además aportar propuestas diferentes y recurrir al !y tú más¡, creo que era lo único se le podía exigir a todas las fueras con representación parlamentaria: comprometerse, no con diez propuestas, con diez necesidades.