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FESTIVAL GARAGE-ROCK BENIDORM

La importancia de propuestas como el Fuzzville: rompiendo dinámicas masivas

16/04/2017 - 

BENIDORM. Podríamos no acabar de contar si empezamos a enumerar los festivales de música clónicos que existen a nivel estatal, sobre todo de ese indie que es más bien pop rock que toca un poco las guitarras y que no llega a ser radiofórmula, pero que siguiendo un par de estructuras sonoras ya es casi sinónimo de éxito. 

Poco tiene que ver con los grupos de rock norteamericanos de los ochenta con los que se fraguó el indie rock (el canónico, para entendernos). Y de ese estilo, una de las palabras en lo musical hoy más vaciadas de contenido, es del que tiran gran parte de esos eventos musicales, instalados en una zona de confort. Suelen tirar siempre de los mismos grupos ante los que el público responde. Y la Comunidad Valenciana puede hablar bastante de ellos, también la provincia de Alicante, como no podía ser de otra forma. Por eso, dentro de un panorama tan homogéneo, fue un golpe en la mesa que hace dos años naciera un nuevo festival con una filosofía totalmente diferente: el Fuzzville!!!.

Como un proceso de gentrificación en el que los nuevos invitados van desplazando a las clases populares de toda la vida, estos festivales masivos han ido ganando mucho terreno, sobre todo entre la gente joven, con todos su significados culturales, y con el paso del tiempo, progresivamente parecía que iba perdiendo fuelle la cultura musical más ‘tradicional’ por la que se había caracterizado Alicante: el rock ‘n’ roll. Poco queda de ese ambiente y esas tribus de otros tiempos por la capital, pero sí quedan sin embargo algunos refugios, como las tiendas de discos Naranja y Negro, Blue Velvet, Music Passion, el pub Supporters y recientemente el bareto La Cucaracha, que ha venido a ser una pequeña herencia del Cure Antidisco Bar. Por el resto de la provincia podemos encontrar el TNT Blues de Cox o La Gramola en Orihuela, que acaba de cumplir 26 años. No hay muchas alternativas, pero estos refugios para huir del mainstream siguen existiendo en la provincia y congregan a bastantes herejes.

Para volver a ganar algo de espacio y tener mayor presencia con alternativas al circuito habitual de festivales y eventos, hacía falta precisamente un proyecto de calado para recuperar ese espíritu que con el paso de los años se ha ido convirtiendo en algo más minoritario y generalmente dominado por veteranos de cuando sí que había mucha escena en este ámbito. Ese proyecto es el Fuzzville de Benidorm, que ayer mismo acabó su tercera edición, un festival que ya habla por sí sólo con su eslogan, the real junk party: la verdadera fiesta de la chatarra; de las chapitas y los clips en la chupa de cuero, del rock andrajoso de tugurio, del punk 77, del garage clasicón y del que tira por el pop. E incluso de elementos más pesados y tirando al metal, aunque aún son excepciones dentro del cartel.

Un festival que como el más veterano Funtastic Drácula Carnival, rompe la dinámica en la provincia de los eventos musicales de ese indie de pega clónico al que se han ido sumando incluso discotecas míticas de electrónica con sus festivales como Metro Dance Club. Frente a esa burbuja que no para de crecer, salvo alguno que no puede sobrevivir por mera cuestión de saturación del mercado, el Fuzzville refuerza ese circuito alternativo de romanticismo con el rock ‘n’ roll clásico, el que se respiraba en Alicante hace alguna década. Otro espacio para los acordes incendiarios, donde sudar la camiseta con el pogo y desempolvar las mejores galas.

En este sentido, como las otras propuestas del estilo de la provincia también se contrapone a la masividad de los grandes festivales, como el Low Festival, el más grande de la zona. Aquí se apuesta por aforos moderados en los que poder respirar y ese intercambio de sellos, fanzines, discos y experiencias entre veteranos y más jóvenes genera dinámicas que hacen pensar que la escena sigue viva, que se mueve. Y que seguirá teniendo continuidad en el futuro, pues el poder de lo auténtico frente a los artificios culturales siempre se resiste a desaparecer. Precisamente tener ese espacio que aglutine a un público determinado, que permita la compra de discos, de fanzines, la visualización de pequeños sellos, hace que sea una especie de sede vertebradora de todos esos agentes que luchan para que la llama no se apague.

Por todo ello, en 2015 se llevó el Premio al Festival Revelación en los II Premios Fest. Eso sí, no es el único del país, hay algunos más que apuestan por ese sonido similar y aforos más cómodos y familiares, pero en Alicante, que tenía esa tradición que se ha ido perdiendo, es significativo que se esté manteniendo. Demuestra a su vez que en Benidorm hay vida más allá del Low, el turismo barato y la embriaguez veraniega. Así pues, es de destacar la apuesta por espacios como este, propuestas que salen del circuito masivo musical que se mueve en todo el país, anteponiendo la música con personalidad al negocio que reportan determinadas escenas o grupos. Un no-tan-pequeño santuario donde rezarle al Do It Yourself y al punk rock por encima de todas las cosas. Junto a los otros templos hermanos, más pequeños y humildes pero con más recorrido, configura en la provincia un circuito de espacios indispensables hoy.

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