ALICANTE. Si Echávarri presenta la dimisión hoy mismo como alcalde de Alicante, y no hubiera 15 votos para poner a otro candidato del PSPV, el Partido Popular tendría un problema: elegir un candidato, que fuera alcalde o alcaldesa con interinidad, con el riesgo de que se afianzara en el cargo y echara por tierra los planes de la organización provincial, a la que le gustaría que el subdelegado del Gobierno, José Miguel Saval, fuera el elegido para liderar la lista en 2019.
Los populares de Alicante no han tenido más remedio este miércoles que salir públicamente y reivindicar la Alcaldía, como fuerza más votada. Sacaron 8 concejales en 2015 frente a los 6 del PSPV-PSOE, los seis de Guanyar Alacant (EU-Podemos) y los 6 de Ciudadanos. Saben que lo tiene muy difícil, que los tres grupos de izquierda no permitirían la vuelta del PP al Gobierno de la ciudad, pero la verdad es que tampoco los tres grupos de izquierda tienen, hoy por hoy, garantizados los 15 votos necesarios para hacer un relevo. En ese caso, si Echávarri dimite, y no hay alternativa, la Alcaldía sería para el PP.
El PP es sabedor que con aquella frase de que "sólo aceptaríamos la alcaldía era por imperativo legal" no estuvo a la altura de la circunstancias. Bien es verdad que la crisis en el Ayuntamiento de Alicante es mayor de lo que inicialmente se pensaba: a las imputaciones judiciales del alcalde -una por el supuesto fraccionamiento de contratos y otra por supuesta prevaricación por el despido de la cuñada del portavoz del PP, Luis Barcala-, se sabía que los socios, Compromís y Guanyar, iban a abandonar y, por lo tanto, a dejar al PSPV en solitario, con seis concejales, al frente del consistorio.
Con su comparecencia en la sala de prensa del Ayuntamiento de Alicante, Císcar ha respaldado al grupo municipal, en general, y al portavoz, Luis Barcala, en particular, pero no ha designado quién sería el futuro alcalde o alcaldesa, en caso de que se vieran en las condiciones de tener que asumir la Alcaldía. Y esa es la gran pregunta. ¿quién sería el futuro alcalde o alcaldesa? Císcar no ha desvelado ese nombre, pese a tener a Barcala a su izquierda y a Carlos Castillo, escuchándole en persona. Más bien, ha puesto ha mirada en Ciudadanos, como posible socio, aunque ambos no suman votos suficientes para hacer una moción de censura: en todo caso, serían 13 votos (Ciudadanos tenía seis, pero uno de ellos, Fernando Sepulcre, pasó al grupo de no adscritos).
El PP provincial juega la baza de que el subdelegado del Gobierno, José Miguel Saval, sea el futuro candidato a Alcaldía. Designar ahora a un concejal o concejala como alcalde trastocaría sus planes. Por varias razones: la primera, es obvia: el elegido o elegida se puede afianzar en el cargo, con lo que es muy difícil, con posterioridad, desplazarle de la candidatura. Y la segunda, en el caso de que sea Luis Barcala, hay que convencer a la número dos, María Ángeles Goitia, para que renuncie. De esta manera, Barcala podría alcalde. Pero Císcar también podría elegir a Carlos Castillo, hombre de su confianza; vicepresidente de la Diputación de Alicante y número siete de la lista: entonces habría que hacer renunciar al propio Barcala y a María Dolores Padilla. Hay que recordar que Castillo y Barcala dieron un paso atrás en la pugna por la presidencia del PP local porque así se lo pidió el propio Císcar para evitar el choque de trenes en el grupo municipal. Bien es sabido, que en estos momentos hay divergencias entre Barcala y Castillo sobre el trabajo de oposición. Además, Castillo tiene otros horizontes políticos que no pasan, de momento, por la política local.
Ante esta tesitura, al PP de Císcar le interesa que Echávarri siga en el cargo. Si no hay dimisión, el PP no tiene porqué adelantar los pasos, en caso de que tuviera que gobernar. Y le conviene que ese escenario se mantenga hasta Semana Santa, cuando se espera que Génova oficialice el nombre de José Miguel Saval, si finalmente es la persona elegida para encabezar la lista del PP a la Alcaldía de Alicante. Al menos, sí que será uno de los propuestos, y con fuerza. De esta manera, se entiende la estrategia del PP, que siempre ha defendido que no le interesa asumir la Alcaldía ahora, sino en 2019, y, de esta manera, rentabilizar el desgaste de la izquierda, en general, y de las causas judiciales del alcalde, en particular.