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La dignidad que no se vende

1/07/2022 - 

Hace unos días mandé un wassap al director de este medio, Miquel González. Raro por mi parte, y así se lo dije, porque opino que igual que los periodistas tienen su sitio, los políticos tenemos el nuestro, y los encuentros forzados mejor tan infrecuentes como útiles. Pero tenía un motivo: felicitarle por su artículo ‘La dignidad ante el bipartidismo’. Le dije, de hecho, que para mí cumplimentar a un periodista por escribir bien en forma y fondo era como hacerlo con un estudiante que aprueba un examen: es su trabajo. Sé que me entendió.

Atreviéndome a concluir a partir de las líneas de Miquel González, y advirtiendo de que, lógicamente, se trata en cualquier caso de mi opinión, de dicho artículo creo que se filtra un mensaje claro: las coaliciones suponen un evidente riesgo para el partido pequeño si no se hace respetar en su identidad frente al grande y si renuncia a forzar ese mismo respeto a su dignidad y valores propios en la acción de gobierno ante el abrazo del oso que acecha, aunque ello suponga tensiones.

Ciudadanos gobierna en varios municipios de Alicante y en su Diputación Provincial en coalición con el PP. Como igualmente en otros ayuntamientos junto al PSOE. Y en ambos casos hay y ha habido problemas de convivencia política porque, como nos dice la experiencia, y créanme que sé lo que digo después de haber sido concejal de gobierno en coalición a derecha e izquierda desde el centro, el bipartidismo cree tener una especie de derecho divino a gobernar, a hacerlo sin dar cuentas a nadie, y teniendo a sus socios de gobierno, en su caso, como meros apéndices a sus órdenes. No hay nada que peor lleven PP y PSOE que tener que compartir poder, y el summum es tener que ceder ante el pequeño. Es su genética…

De hecho, en numerosos municipios alicantinos Ciudadanos ha venido a acabar con mayorías de muchos años del bipartidismo, cierto es que en bastantes más de la del PP. Y entrando en despachos de gobierno local a gestionar nuestros concejales lo han hecho bien, sobre todo por conseguir hacerlo sin escándalos, corruptelas o apaños como los que tanto hemos visto. En esa fórmula exitosa el ingrediente necesario es la autonomía y la independencia de un proyecto político propio cuya disolución en otros sólo pueden desear quienes, en el fondo, no quieren que las reformas para alejar las malas prácticas bipartidistas se queden en las instituciones.

Por lo demás, la situación de estar al fondo en la foto del gobierno municipal de turno lo venimos llamando “comunicar mal”. Y quizá sea cierto, pero a un peligro comunicativo no se debe responder con el planteamiento de resignarse a abandonar las ideas que no se están sabiendo trasladar. Ese sería sin duda el triunfo del bipartidismo, cuyo objetivo en numerosos municipios con gobiernos compartidos no ha sido la colaboración en aras de la mejora institucional, de los servicios públicos, o del interés general, sino la de recuperar el poder para sí mismos.

Y en esa estrategia de los grandes hay un trámite fundamental: localizar al Efialtes de turno que, bajo promesa de recompensa, muestre a los persas el paso por las Termópilas que permita rodear y aniquilar a los espartanos. En ello están ahora mismo en algunos municipios los conservadores, seguros de que fomentar transfuguismos no pasa factura electoral, y de que bastará tirar cuando toque de otro clásico -el de “Roma no paga traidores”- para calmar a quienes entre los suyos ven como advenedizos usurpadores a estos conversos repentinos.

Como escribía Miquel González: “se podrá perder o ganar, pero al menos si pierdes que te vayas a casa con la dignidad de que hiciste lo correcto, que suele ser lo difícil, y con el convencimiento de que los tuyos están ahí, sean más o menos”. Efectivamente, de eso se trata: de mantener la dignidad ante el bipartidismo.

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