ALICANTE. La Entrevista de Alicante Plaza toma como protagonista a Juan Soto Ivars (Águilas, 1985). Es columnista de El Confidencial, colaborador de Espejo Público y ha participado en programas como Cuarto Milenio. Precisamente en su último ensayo La trinchera de las letras (Ediciones Nobel) nos habla sobre el misterio de la batalla cultural que enfrenta a la izquierda y a la derecha. Es autor de los ensayos Nadie se va a reír (DEBATE) y La casa del ahorcado (DEBATE).
-Te acabas de mudar de Barcelona a Madrid, ¿es la situación de Cataluña como la pintan?
-La situación está mucho más tranquila que hace algunos años, comparado con aquello está todo más calmado. Lo que pasa es que el PSC ha mutado y ha heredado la posición de Jordi Pujol, se ha convertido en una especie de nacionalismo tranquilo. Salvador Illa encabezó la crítica frontal a la sentencia judicial que obligaba a dar un 25% del horario lectivo en castellano. Como el votante independentista terminó hastiado del proceso secesionista una parte ha votado al PSC, y los soberanistas se han quedado fuera, están cortocircuitados. El éxito del PSC reside en su mutación hacia el nacionalismo.
-En el libro dices que "el mundo está lleno de fanáticos que han leído demasiados libros". Es interesante esta reflexión porque siempre me han chocado esos perfiles bohemios que se alejan de la realidad al sumergirse demasiado en lo que leen.
-No creo que se puedan leer demasiados libros, pero como la gente no lee se idealiza el acto de la lectura y se le atribuyen poderes mágicos. Esa perspectiva está alejada de la realidad, ha habido tiranos que han leído mucho. El fanático por mucho que se forme contribuirá a que ese fanatismo se incremente. Creo que todo depende de si tienes un espíritu integrista o no. Tiene que ver con la educación que te han dado en casa, en aspectos intangibles imposibles de precisar. El espíritu fanático utiliza el conocimiento para fortificar su posición y el espíritu intransigente utiliza el conocimiento para ponerse a prueba y dudar. Idealizar la cultura son recursos retóricos de una sociedad que sabe que la educación es deficiente, que la lectura es escasa y que el conocimiento rehúye de las personas.
-Julio Camba decía que en España no había periodistas sino periódicos, y si que es cierto, que hay determinados perfiles que antes de leer una columna sabes lo que va a pensar sobre un determinado tema. ¿Hay columnistas de trinchera?
-Eso responde también a lo que la gente busca. Determinadas personas piensan que un articulista tiene la razón cuando es de su cuerda, y se equivoca cuando discrepa con su tesis. Tienen un público determinado. Creo que la opinión no está fragmentada más que antaño pero sí creo que los activistas le han perdido el respeto a sus lectores. La polarización es la constatación de que si agitas al enemigo da igual lo mal que lo hagas que la gente te va a seguir votando.
-La fe en la polarización, en las trincheras, quizá sea una forma de la sociedad de creer en algo, ¿no? Una especie de sustitutivo de la religión para buscar sentido a la vida.
-No puedo estar en el corazón de las personas pero la religión siempre ha movido hordas y ejércitos. Juan Pina define la batalla cultural como una nueva cruzada, y es que realmente estas son la demostración de que no hace falta no creer en Dios para querer cargarse al que piensa distinto. De ahí viene lo de Milei de "zurdos de mierda". Que el otro piense diferente a ti no es una cuestión de un debate, es el pensamiento de que para que tú existas el otro tiene que desaparecer. La batalla cultural es una constante negación del otro para reafirmarme yo.
-La batalla cultural nace de la intolerancia de la percepción de realidad que tiene el otro, sin embargo, en algunas ocasiones esa crítica a un determinado pensamiento está justificada. Por ejemplo, en el asunto de la inmigración es evidente que hay determinadas percepciones que atentan contra nuestra sociedad. Supongamos que una tribu indígena que tiene por costumbre hacer sacrificios humanos emigra a España, ¿habría que respetar también ese punto de vista?
-El otro día fue el Orgullo Gay. Pues escribí una columna diciendo que me sentía orgulloso de vivir en una sociedad en la que estuviese normalizada la homosexualidad. Hay inmigrantes que proceden de países en los que la homosexualidad es delito. Muchas veces cuando sucede una agresión se oculta la procedencia del agresor. La izquierda dice que la cultura es la culpable, sin embargo, pese a que en la cultura española sigue habiendo ciertos rictus homófobos, en determinados países existe una cultura mucho más homófoba que la nuestra, y en cambio no se critica esa cultura. Está protegida al ser una minoría. La derecha no deja de hablar de los valores occidentales, pero como hay cierto poso de homofobia en ciertos postulados de la derecha dura, sólo les molesta una agresión homófoba cuando la perpetra un magrebí. Es puro relativismo, las cosas valen lo que me puedan interesar a mí. Cuando escribí el artículo sobre el orgullo muchos que me tildaron de progre son los que critican a la inmigración árabe por ser intolerante con los homosexuales.
-En el libro hablas de la falta de creatividad de la industria cinematográfica de Hollywood, hace varios meses, en la tertulia del podcast de Alicante Plaza, en un momento en el que uno de los contertulios espetó que estábamos abriendo tantos melones que esto parecía una frutería yo dije que me iban a cambiar al final por un pakistaní. Hubo cierta incredulidad en la mesa, alguna risa, pero cierto escándalo, ¿tienen los creadores miedo a innovar por miedo a atentar contra la corrección política?
-Hollywood es mal terreno para pensar en la creatividad, pero sí que ha habido un cambio con respecto a épocas pasadas. Todo son refritos de películas anteriores, es todo muy conservador, ya no hay ningún tipo de inventiva. La corrección política es mala para los creadores, pero es buena para otros, porque está dando pie a la posibilidad de ser disruptivos y de desafiar los límites. Siempre van saliendo en tiempos de represión creadores que se rebelan. Todo tiene que ver con el aspecto económico, cuando tienes menos recursos no puedes permitirte ser revolucionario, la publicidad huye de todo lo que sea percibido como incorrecto. Cuando El País vilipendió a Carlos Vermut muchos personajes de la industria del cine le apoyaban en privado y en público miraban para otro lado.
-En términos de la creatividad políticamente incorrecta, sí que es verdad que se han podido saltar ciertos límites. Ahora que Santiago Segura ha anunciado una nueva película de Torrente, se ha compartido mucho en X (antiguo Twitter) una escena en la que el protagonista de la cinta viola a una mujer, ¿no se han pasado a veces de rosca?
-Ninguna escena está pasada de rosca, nadie obliga a nadie a ver una película, desde el momento que no estamos en Corea del Norte tú puedes ir o no al cine. Soy partidario de que los creadores hagan lo que les dé la gana, creo que ninguna película se ha pasado de rosca. Nadie te obliga a estar sentado en el cine, te levantas y te vas. Estoy a favor de que los creadores sean todo lo anormales que quieran. Yo no te obligo a ver mi película, no te obligo a leer mi libro, mi artículo o está entrevista. Haz lo que quieras. Cada uno dice y hace lo que le parece. Desde el momento en el que las multinacionales eléctricas están con la matraca de que cuidan el planeta, no se puede reprochar nada a los artistas.
-Hablando de las trincheras, me da la sensación de que hay gente de derechas que odia más a Pedro Sánchez que lo que los votantes de izquierdas detestan a los líderes conservadores.
-Creo que es bastante recíproco. El PSOE acaba de publicar el mapa de la vergüenza donde piden a los ciudadanos que denuncien con un cuestionario que denuncie cualquier atentado contra la igualdad. El odio a Pedro Sánchez es desaforado y el odio a Isabel Díaz Ayuso también lo es. Entiendo que la manía al primero sea mayor porque es el que está gobernando España en estos momentos. Los gobernantes, ya que cobran de nuestros impuestos, tenemos derecho a detestarlos. Me imagino que Carlos Mazón será odiado y querido a partes iguales. Es lo que tiene estar en el poder. Es lo que tiene formar parte de ese juego, por eso a mi no me interesa la política.
-Oye, ¿a ti te han ofrecido alguna vez meterte en política?
-Me han ofrecido ir a actos de partidos, y siempre lo he rechazado. No me interesa nada la partitocracia. Voto pero me interesa más ver la política desde la barrera.