VALÈNCIA. ¿Cómo recuerdas los veranos de tu niñez?
Muy felices, largos y fantásticos. Eran infinitos por ese cronometro infantil que hace que todo sea largo y que nada llegue y nada termine, porque el tiempo de niño es distinto. Momentos de pausa y mucho cariño. Hasta los 11 años veranee en Cullera, allí teníamos una casa familiar que pude conservar hasta hace algunos años. Las mañanas eran de playa y las tardes de paseos por la huerta cerca de la desembocadura del Júcar. El mercado municipal, el pueblo, la subida al castillo, Casa Salvador, las primeras carreras en circuito urbano de motos. También las grandes tormentas de verano con esa montaña tan cerca de la plata. El primer Famobil de la colección, y de mi vida, el albañil blanco con el casco naranja y la escalera y la caja de herramientas marrón, llegó también un día de agosto en Cullera.
Unos veranos muy familiares en un lugar típico como Cullera.
Aquellos veranos eran compartidos con la familia de Madrid de mi madre y compartíamos con ellos parte de aquellas mañanas y casi todas las tardes. También recuerdo que había una importante colonia de franceses que veraneaban en casi todos los edificios de aquella zona de San Antonio. En aquellos tiempos era algo que podríamos tildar de exótico, ver a tantos extranjeros que venían a Cullera a pasar sus vacaciones.
Pero, veranear en un lugar tan popular como Cullera, especialmente en la adolescencia sería muy divertido.
Aunque a mediados de los setenta ya existía una gran vida nocturna en Cullera, la edad no nos permitía participar de la misma ni tampoco de unas amistades como las que llegarían más tarde. Curiosamente pasamos de veranear en Cullera a la urbanización Carambolo, en el termino municipal de Chiva, frente al circuito de velocidad Ricardo Tormo. Pasamos de la playa a la piscina del polideportivo, de jugar en la arena a jugar tanto a frontenis que formé parte del equipo de aquella urbanización que competía en el campeonato provincial.
Creo que las urbanizaciones de interior han sido el universo veraniego de varias generaciones.
Desde los doce años y hasta casi los dieciocho, aquella urbanización se convirtió no solo en el lugar de veraneo sino en el de encuentro de todos los amigos durante el resto del año. Recuerdo con mucho, mucho cariño, aquellos días de verano en Carambolo: piscina, bicicleta, deporte, pero también ‘Vacaciones Santillana’. Alcanzada cierta edad los amigos se convirtieron en referencia vital. La discoteca Los Ejes era el lugar de encuentro de todos los que veraneábamos en aquella zona: Calicanto, El Bosque, Sierra Perenchiza, Olimar y la zona de Chiva y Cheste. Todos teníamos ciclomotores pese a nuestra juventud, nos movíamos con total libertad, lo que nos permitía acudir a las fiestas de unas u otras urbanizaciones y también salir hacia los pueblos más cercanos.
En la etapa universitaria, ¿sigues en la zona de Cheste?
La libertad de movilidad pasó de aquella vespino SC a la NSR y de ahí a primer coche. Eso nos facilitaba viajar más, sobre todo porque retomé algunos veranos de nuevo en la playa de Cullera, compartiendo con algunos compañeros de facultad que también veraneaban allí. En eso años también iba al Perelló, Perellonet o Gandía. Incluso algunas escapadas hacia el sur, como Campello o Alicante.
Y al finalizar los estudios universitarios, tu espíritu viajero comienza a desarrollarse plenamente. Cuéntame.
Tras unos años de playa primero, interior después y turismo nacional, a partir de 1998 comenzó mi interés por viajar por todo el mundo. En 2003, y entre finales de julio y principios de septiembre viajé primero a Tanzania, Kenia, Zanzíbar y vuelta a España y terminé aquel verano en Brasil. En 2018 China, Hong Kong y, de regreso, Republica Dominicana. Japón, Maldivas y, tras parada en Valencia, México, fue otro de los agostos largos. Entre todo ello, y desde aquel año 98, veranos en Gambia, Nepal, India, Sri Lanka, Mozambique, Mauricio, Tailandia, Costa Rica, Cabo Verde, Senegal, Cuba, Honduras, Guatemala, Belice, Uruguay, Argentina, Europa casi al completo, Rusia, Egipto, Marruecos, Túnez, Puerto Rico, Perú… Los veranos en Banjul, en la Republica de Gambia, eran los dedicados a la ayuda a los demás.
¿Viajes con familia o de mochilero?
Los viajes en familia fueron en la niñez con mis padres, en los años setenta, el clásico turismo nacional de escapada a Canarias en verano algunos años. Luego hay una serie de destinos que he conocido y disfrutado solo como son: Guatemala, Honduras, Cuba, Belice, Tanzania, Gambia, Senegal, Perú. Es un reto a tu psicología, a la decisión de estar y tomar decesiones en soledad. Pero el resto de viajes han sido en pareja.
No me atrevo a imaginar si tienes alguna rutina en tus días de verano.
El día ideal de verano para mí no es, ni ha sido nunca, despertarme tarde, tomar el clásico desayuno inglés y bajarme a la playa. Como puedes imaginar prefiero visitar ciudades, conocer lugares, ver sitios, conversar con la gente, parar, comprar, seguir. No los concibo como días de descanso sino como jornadas activas con deporte, visitas y gastronomía. Eso sí, soy más de piscina, mucho más, que de playa. Cualquier rincón del mundo es sorprendente, pero, desde luego, tras haber viajado tanto me atrevo a afirmar que España es el mejor país del mundo.
Llevo varios años haciendo esta sección y no recuerdo un invitado que viajara tantísimo durante sus veranos.
Como curiosidad, no he estado nunca en Formentera, aunque extrañamente he estado dos veces en Kioto o cuatro en Shanghái. La ilusión y las ganas de viajar no se pierden jamás y cuanto más viajas más te queda por ver y conocer. Aún con todo, seguimos desconociendo incluso nuestra propia ciudad, fantástica e infinita y con rincones por descubrir para los propios valencianos. Algo que he aprendido es a diferenciar entre el turista y el viajero, entre aquel que va a descansar o a disfrutar, sin más, y aquel que quiere ver y conocer la cultura local. Si bien es cierto, que caben en la misma persona ambas “almas”.
¿Recuerdas alguna experiencia o anécdota impactante que hayas vivido?
Guatemala fue un destino complicado. Cada vez que salía del hotel el portero me recordaba que podían matarme. En Cuba también tuve algún capítulo difícil. En Argentina me robaron dos veces el mismo día. En Egipto sucedió algo fantástico al entrar en una de las pirámides. En el resto de los destinos, y sobre todo en los viajes en solitario, siempre hay varias situaciones a superar a cada instante.
De las múltiples culturas que has tenido la oportunidad de conocer, ¿cuál te ha llamado más la atención?
Sigo recordando la imagen del río Ganges en la India, ese río sagrado a su paso por la ciudad de Benarés considerada la capital espiritual del país. Ahí donde la cultura del tránsito a la muerte y sus rituales se manifiesta de forma tan distinta a la nuestra. Por otro lado, la cultura peruana es espectacular y desde luego muy desconocida para nosotros. Y Japón es un país muy impactante, desde su gastronomía hasta su arquitectura o desde su educación hasta su historia son absolutamente fascinantes. En definitiva, todo llama la atención cuando nos dedicamos a comparar personas, culturas o religiones.
A nivel gastronómico, recorriendo tantos países, habrás probado de todo.
En China he comido escorpiones, caballitos de mar, gusanos, grillos y saltamontes, gastronomía no tan sorprendente y que ya se vende en el Mercado de Ruzafa. En Senegal, mientras se planta el arroz, las mujeres nos traían arroz blanco hervido con pescado, que comíamos todo junto en una especie de albóndigas autóctonas. Soy muy aficionado a la carne, y las hamburguesas, he podido probarlas desde Rusia hasta Argentina y Uruguay pasando por Japón, Estados Unidos o Turquía. Creo que la mejor cocina del mundo está en España, aunque destacaría la gastronomía peruana y japonesa.
¿Algún olor y sabor que te recuerde especialmente al verano?
El olor del galán de noche me recuerda a mi adolescencia en Carambolo. El sabor de la sandía a Cullera. Los olores y sabores de verano te hacen regresar, por obligación, a un lugar y a un momento concreto. De la misma forma que todas las calles y todos los rincones en cualquier parte del mundo te recuerdan a otro punto del planeta.
Por último, si tuvieras que elegir un viaje de todos, ¿cuál sería?
Desde luego que los dos países a los que regresaría cada fin de semana alternos serían Japón y Perú. Aún con todo, en agosto de 1992 el Camino de Santiago desde Pamplona hasta Santiago en bicicleta se convirtió en el mejor viaje que he podido hacer jamás.