Esta vez, sí que podemos decir que la Comunitat Valenciana ha tenido un comportamiento diferente al de Madrid. Lo digo no sólo por el impacto de la crisis sanitaria del coronavirus, que ha sido menor, sino también por el comportamiento de nuestros representantes políticos. Sin obviar la crítica, que siempre es sana si está bien fundamentada, y reconocido el perdón, esta vez los partidos políticos con representación en las Cortes Valencianas han sabido estar a la altura de las circunstancias, mostrar su predisposición a colaborar con el Gobierno valenciano, independientemente de su composición, y proponer medidas para el futuro.
Y en este caso, creo que es importante destacar el papel de la presidenta del PPCV, Isabel Bonig, que, sin que su partido menguara ninguna crítica hacia la gestión de algunos aspectos de la gestión sanitaria o de las residencias geriátricas, ha optado por un perfil bajo, de colaboración institucional y de respaldo, insisto, sin obviar ninguna crítica, a la labor del Ejecutivo. Hubiera sido más fácil para la lideresa del PPCV haber hecho un martilleo diario de críticas y, además, haberlas verbalizado ella personalmente. Pero no ha sido el caso.
Insisto, en un perfil muy diferente a la que nos tiene acostumbrado en su papel de oposición, Bonig podría haber optado por seguir los pasos de Pablo Casado y competir con Vox en cuestionar toda y cada una de las medidas del Consell en una crisis, que, por su envergadura y situación, inédita, nadie, nunca, se ha enfrentado a ella ni dispone de un manual para tales circunstancias. Una cosa es la valentía, el tacto y la estrategia de comunicación que se adopte hacer frente a ella, y otra, era la previsión, de la que muy pocos han hecho autocrítica.
Bonig lo ha dicho en varias ocasiones: el PP ha gobernado en situaciones muy difíciles, y siempre ha ofrecido su experiencia a otros ejecutivos. Ese gesto siempre le ha honrado. Ahora bien, este ejemplar comportamiento de estos días pasado, contextualizado en el Estado de Alarma, y en las diferencias notables que existen con la recesión de 2008, también le debería hacer reflexionar para el futuro, a tenor de los pasos dados. Con perspectiva todo siempre se ve mejor. Si Bonig ha entendido ahora que el PP debe ayudar es porque sabe, insisto, que el PP es, ha sido y será opción de gobierno. Quizás esta reflexión le sirva para encarar en el futuro.
No lo ha tenido fácil, como tampoco lo tuvo en su día Alberto Fabra. Tuvieron que recoger los cristales rotos de la fiesta y, además, expulsar a los corruptos poniéndose rojos cada vez que había una detención y una imputación de algún cargo que formó parte de los gobiernos populares. Y además de ello, la crisis de Cataluña, un boomerang, también para el propio PP. Si en su día la ceguera de Zapatero por no dar respuesta (o darla tarde) a la crisis le costó la huida y fraccionamiento del voto a una nueva izquierda, la corrupción y Cataluña no sólo le han generado el mismo problema al PP, sino que además arrastraron, en este caso a Bonig y al PPCV a posiciones de las que nunca se debió mover, por eso, por ser y haber sido opción de Gobierno.
Es posible que no sólo haya sido Cataluña, también otros factores endógenos de la Comunitat Valenciana, los que llevaron a Bonig a inmiscuirse en batallas en las que debió exhibir más centralidad, o cuando menos haber llevado al PSOE a un punto de encuentro, como garantes del sistema. Es verdad, no lo tuvo fácil porque además de la herencia recibida tenía a feroces tendencias políticas, primero por el centro, y después por la derecha más conservadora, amenazándole el terreno. Y eso que ella sí hizo los deberes contra la corrupción. Pero no lo tuvo fácil, por la herencia y el contexto; a veces, no acertó el tono -en política no sólo se trata de asegurarte a los tuyos, que también, sino de no ahuyentar a los posibles- y el equipo siempre fue mejorable, aunque eso en un partido no es sencillo. No es como una empresa; se hacen equilibrios.
Todo va a cambiar. El coronavirus nos va a cambiar. La sociedad ya había cambiado y más que van a cambiar. Espero que la reflexión le sirva, nos sirva. Una buena lectura de lo ocurrido hasta el 13 de marzo le ayudará. Y mi consejo es que ni Madrid (porque su vorágine quita más que da) ni Barcelona (porque le que da no se rentabiliza); la prioridad, siempre el territorio, el que gobiernas, y, sobre todo, el que gobiernan los otros. Suele dar muchas pistas de lo que ha pasado.