cabeza negra / OPINIÓN

In Flores we trust

Foto: Rafa Molina
30/01/2017 - 

ALICANTE. Toda la semana esperando el partido con la ilusión por bandera y en tan solo quince minutos ya te estás acordando de la madre que los matriculó, la enésima oportunidad perdida. Otra primera parte echada al sumidero y una segunda que, aunque todos los presentes en el estadio califican como buena, no alcanza siquiera para puntuar. Que sí, que tendremos un equipazo y Tevenet será un crack, pero unos y otros se empeñan en demostrar lo contrario partido tras partido. Este año el juego del Hércules se muestra como un nudo gordiano; una puñetera manta corta que no llega a taparte todo el cuerpo; un sudoku imposible que nunca termina de encajar.

Es lo que hay, así que pasan las jornadas y como diría mi tío Andrés: “se masca la tragedia”. A estas alturas de la temporada me atrevo a asegurar, sin encuesta de por medio, que ya somos mayoría los que firmamos con sangre entrar en el play-off aunque sea de penalti injusto en la última jornada, y todo indica que por decimocuarta oportunidad en nuestra centenaria historia no podremos campeonar en esta categoría maldita de la Segunda B. Pero como diría Murphy todo es factible de empeorar así que el domingo que viene nos visita un filial. Reconozcámoslo, miedo es poco y me temo que una vez más tocará apretar el culo desde la grada. Mestalla.

Foto: Rafa Molina

Ya que sale a colación les diré que si hay un elemento que distinga físicamente a los seguidores herculanos cual miembros de un hecho diferencial cualquiera, es ese glúteo ostentosamente fortalecido a fuerza de pasar sufrimientos y penalidades siguiendo a nuestro equipo. De hecho, muchos de nosotros ante la visión de un glorioso trasero y a modo de piropo solemos exclamar: ¡Macho Hércules!

Y es que a base de repetir el gesto en cada balón parado en contra, en cada contraataque del rival, en cada pase perdido y con la esperanza de resistir incólume las embestidas del rival de turno, uno se acostumbra a apretar el trasero aun a sabiendas de la inutilidad del gesto. De igual manera que hacemos en la cama ante cualquier ruido extraño protegiéndonos con ese escudo mágico que es la sábana, también mantenemos la falsa creencia de que apretando el esfínter conseguiremos los tres puntos en juego. Es un acto reflejo adquirido después de millones de años de evolución así que no seré yo el que lo ponga en duda.

Pero el negacionismo nos hace seguir adelante ignorando la realidad del pobre juego del equipo y nos aferramos a la esperanza de un glorioso final liderados por la estirpe de los Flores. Es nuestra última baza, nuestra última bala, o todo o nada. Solo si aparece el talento de los de arriba, liderados en particular por estos dos, tendremos una oportunidad de conseguir el ansiado premio del ascenso. Lo dicho, “In Flores we trust”.

Foto: Rafa Molina

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