socialmente inquieto / OPINIÓN

Guardan como un tesoro

9/12/2019 - 

Es lógico que los jóvenes aspiren a llegar a lo más alto en su vida laboral y social. Y es imprescindible que lo hagan desde una buena base formativa para aspirar a grandes retos.

Recuerdo con agrado unas sesiones formativas con Xesco Aspar sobre gestión del tiempo y liderazgo. Xesco, Licenciado en Ciencias de la Educación Física, fue entrenador del F.C. Barcelona Balonmano en su época dorada. No soy culé, aunque respeto quien lo sea, por supuesto. Xesco Aspar formaba parte del asesoramiento técnico de ese equipo de balonmano cuando hubo una vacante para el puesto de entrenador porque Valero Rivera lo dejó para pasar a ocupar el de Director General Deportivo de ese club. Por muy bueno que fuera en su trabajo Xesco pensó que nadie iba a creer en él para ese puesto, nadie sabía sus aspiraciones y su plan para hacer grande a ese equipo. No quiso esperar a que llegara una oportunidad como esta para demostrarlo y dio un paso adelante que le cambió la vida. Se presentó al presidente del club y le convenció que él era la persona que buscaba como entrenador y la que necesitaba el club para ganar campeonatos. Consiguió el nombramiento como entrenador y fue una etapa memorable de éxitos para su equipo y para él (2004-2007) que forman ya parte de la historia de ese club.

Este es el perfil de Aparicio, salvando las distancias que son muchas, además de la actividad y del momento histórico que le tocó vivir a cada uno. Ya saben que las comparaciones son odiosas, pero verán que hay puntos en común entre ambos. Ahora se lo cuento.

Situemos a Josef Aparicio Inglada, que este es su nombre, en su época. Nació en Alicante el 14 de diciembre de 1770. Desde su adolescencia destacó con sus dotes en el dibujo y la composición. Y se formó, quería ser pintor de la Corte, nada menos, ya apuntaba ambición y maneras, necesarias para aspirar a lo más alto, convencido que su arte superaría fronteras. Los sueños son gratis y todos los tenemos. Cada uno pone el empeño que cree oportuno para conseguirlos o, en cambio, quedarse en el camino.

Estudió en la Academia de San Fernando de Madrid (1792) donde consiguió un premio de 1.ª clase en 1796. Empieza a destacar en la pintura y el rey Carlos IV lo pensiona y lo manda a París (1798) para seguir estudiando. Su estilo es historicista siguiendo las modas del entorno de la Corona española. De esta época es el cuadro "Godoy presenta la paz a Carlos IV". En París conoce al "maestro" Jaques-Louis David que le influye en su estilo constructivo y clásico. Sigue su periplo formativo en Roma (1807). Italia no puede faltar en la formación de un artista. En Roma pinta "El rescate de los cautivos en tiempos de Carlos III", siendo alabado por la crítica. Se le nombra académico de San Lucas. Entonces se le compara con Velázquez, Ribera o Murillo, nada menos.

En Roma se niega a jurar fidelidad a José Bonaparte como rey de España, después que el ejército napoleónico dominaba buena parte de la geografía española. Por esa negativa es encarcelado en el castillo de Sant Angelo. Después de ser liberado, regresa a España en 1815. Se presenta al rey Fernando VII (que había regresado a Madrid el 13 mayo de 1814 después de su cautiverio en Francia) y le sugiere ser pintor de su Cámara. No espera que otro lo haga por él, no vaya a ser que las envidias - el deporte nacional en España - que seguro que las había entre artistas de aquella época, truncaran su objetivo. Lo tenía todo a su favor: formación, experiencia, arte y demostrada fidelidad a su rey incluso en situaciones adversas. Lo consigue. Desde entonces pasa al servicio del rey con una renta de 6.000 reales.

De entonces es el cuadro "Glorias de España", junto con una serie de cuadros de gran formato de contenido patriótico. Es época de éxitos. En 1818 se le nombra académico de San Fernando. Siendo maestro del Infante Francisco de Paula, pinta el cuadro "El hambre en Madrid" (1818), en el que representa "la constancia española y el carácter de un pueblo que rehúsa el sustento de sus opresores" durante la invasión napoleónica. Expuesto en San Fernando, es aplaudido y aclamado por toda la Corte. Ya tiene Aparicio lo que buscaba desde su juventud, que su arte fuera reconocido y traspasara fronteras, exponiendo algunos de sus cuadros en diversas capitales de Europa.

Siguen los éxitos y reconocimientos. El Ayuntamiento de Madrid le encarga el cuadro "El desembarco de Fernando VII en la isla de León de Cádiz" para regalárselo al rey. Cuadro de grandes proporciones con multitud de retratos junto a la familia Real, lo termina en 1827. La Academia de San Carlos de Valencia le nombra académico en 1829.

Después de una vida ajetreada de éxitos y fidelidades, se "jubila" en 1836 con una renta de 3.000 reales anuales. Contemporáneo de Goya, creó un estilo propio pintando cuadros historicistas, retratos y temas bíblicos. Fallece en Madrid en 1838, mientras se estaba recuperando de una pulmonía.

Uno de los reconocimientos que recibió en su ciudad natal fue darle nombre a una calle. La tuvo, posteriormente se la quitaron y luego volvió a tenerla. Le confundieron, dijeron, por otra persona, pero ya quedó hecho y hubo que enmendarlo. Vean. Después de su fallecimiento, como suele pasar en muchos casos, en vez de hacerlo en vida del reconocido, se le dio nombre a esa calle. El Ayuntamiento sustituyó la calle que tenía el nombre de Cádiz por la de este pintor, entre la calle San Francisco y la de Barón de Finestrat. Hubo después otro Aparicio ilustre en Alicante, Francisco Aparicio y Pardo, Gobernador Militar de la capital alicantina durante el reinado de Isabel II. En el periodo revolucionario de 1868 la Junta de ese movimiento sustituyó el nombre de la calle Aparicio otra vez por el de Cádiz al confundir a este con el gobernador militar mencionado. No estaban muy documentados aquellos revolucionarios y confundieron un Aparicio con otro para hacer ese cambio. Pero bien está lo que bien acaba. Años más tarde Josef Aparicio recuperó su nombre en el callejero alicantino, en una de las nuevas calles que se urbanizaron (1880) donde estaba la fábrica de gas. Se hizo justicia con uno de los pintores alicantinos que han llegado más lejos. Hoy esta calle baja o sube, según se mire, paralela a la plaza Séneca.

Muchos de los cuadros de Josef Aparicio Inglada forman parte del archivo del Museo del Prado en Madrid. Este museo lo creó el rey Fernando VII, influenciado por el empeño y la sensibilidad de su mujer la reina María Isabel de Braganza. Se ubicó en el edificio que el rey Carlos III construyó para albergar el Gabinete de Ciencias Naturales y se usó para exponer las Colecciones Reales, pintura y escultura principalmente, siendo hoy una de las pinacotecas más importantes del mundo. Este año es el 200 aniversario de la inauguración de este museo (1819). Aprovechando esta efeméride, reivindico desde estas líneas que el Ayuntamiento o la Diputación de Alicante propongan al Museo del Prado hacer en Alicante una exposición sobre Josef Aparicio Inglada con algunos de los cuadros de este pintor que guardan como un tesoro. Qué mejor que exponer y disfrutar del arte de este ilustre alicantino, con esos cuadros tan bien guardados, además de recordar su figura. Que así sea.

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