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isidro serrano y pablo miranzo

Ganarse la vida como fotoperiodista, las andanzas de dos jóvenes ilicitanos

15/05/2017 - 

ELCHE. No es el camino más fácil que se puede elegir en el periodismo, quizá uno de los más gratificantes, pero requiere de mucho esfuerzo y sacrificio para lograr entrar en el mundillo y vivir de él. Es el oficio de fotoperiodista, y el propio hecho de que sean pocos en nuestro país habla por sí solo. En la provincia de Alicante hay algunos de ellos, como los ilicitanos Isidro Serrano y Pablo Miranzo, dos jóvenes periodistas que se licenciaron además en Atzavares, el santuario periodístico de la Universidad Miguel Hernández. Aprovechamos que este mes han vuelto de Jordania y América Latina respectivamente, para hablar con ellos sobre el oficio, la situación que se vive como fotoperiodista y las diferencias culturales de los países en los que trabajan.

Isidro eligió Jordania hace dos años para dar cobertura al éxodo que estaban viviendo los refugiados de Oriente Medio, su razón es que “es el movimiento migratorio más grande desde la II GM” y además era lo más seguro dentro de Oriente Medio. Así que era un buen momento para profundizar en el fotoperiodismo, ahora la cosa está calmada porque ya no interesa tanto. Anteriormente ya había estado en Palestina y conocía gente que había estado en Jordania y le habían dicho que se podían sacar piezas y entrar a los campos de refugiados. De hecho, le fue bastante bien al principio, “vendí bastante”.

Jordania es el país que más refugiados ha acogido, de hecho allí está el segundo campo de refugiados más grande del mundo, Zaatari. Por otra parte, la situación geográfica del país proporciona una actualidad bastante candente: está al lado de Siria e Irak, pero sin peligro, además, “iba con una mano delante y otra detrás”, como en Palestina. Así que era una situación propicia para entender más la problemática, y un buen momento para profundizar en el fotoperiodismo. Aunque ahora la cosa está calmada porque ya no interesa tanto.

Por su parte, Pablo estuvo un año en el periódico La Verdad, pero no le satisfacía, “hay mucho temas que no me importaría tratar aquí, pero lo veía difícil porque en la prensa local a nivel de fotografía van a contenido muy inmediato: la rueda de prensa, la exposición de turno… me faltaba algo más documental. Me aburría aquí, y para ir a otra ciudad española como Barcelona donde pegas una patada a una piedra y salen 15 fotógrafos, preferí salir fuera y a Lationamérica por el tema del idioma”. No está en un sitio fijo, empezó en México, después pasó por Colombia y antes de volver ha estado en Perú. Allí ha encontrado temas de interés como los desaparecidos en México, Colombia y el proceso de paz… aunque reconoce que ahora todo está saturado allí de información con ese proceso entre gobierno y las FARC. “La idea de ir a esos sitios es porque se vive barato y porque lo que pasa interesa en los países ricos, así de frío y así de cierto: cobrar en euros y vivir en pesos”, reconoce. Por dar más contexto a esa sentencia, señala que “aquí el diario te paga 70€ y no haces nada, pero allí tienes la comida de una semana”, asevera.

Conseguir sobrevivir en un oficio que puede ser muy duro y precario

Respecto a su forma de trabajo y si se centran más en una temática concreta, Pablo tiene la filosofía de no obsesionarse con una historia e ir a por ella, “me gustaría, pero no tengo la capacidad ni la experiencia para crear temas cerrados, quiero juntarme con alguien que escriba bien para poder venderlo. Hago las cosas que tengo un poco al alcance. Me invitaron a un taller en Veracruz con desaparecidos y lo hice. Y en Ciudad Bolívar en Colombia traté la limpieza social con jóvenes”. Se refiere a cómo se quitan de en medio los señores del narcotráfico, pequeños empresarios o paramilitares a activistas o pequeños hurtadores que molestan para sus negocios. “Me invitan allí a hacer fotos de desplazados porque las necesitan y yo mover fotos, pues por ahí. Luego la ONG jesuita de Perú con la que estoy quiere fotos de los barrios pobres de Lima, pues sigo por ahí”, relata.

Isidro en cambio sí se ha centrado mucho más en los refugiados: no había fotógrafos en Jordania y no se trataba el tema, hay de Líbano, Siria, Irak… Era una zona en la que podía destacar, y como no había publicado antes, era absurdo tratar de competir en Siria, Irak o Palestina”. Señala que se puso una meta realista y durante el primer año colocó muchos trabajos, cosas propias del fotoperiodismo; el segundo hice más trabajos para ONGs, cubrir sus actividades, fotografía humanitaria”. Ahora mismo el tema de los refugiados se ha estancado y ya no vente tanto, por lo que está viendo qué camino elegir ahora con la fotografía. Incide en que Jordania es una olla de refugiados (sudaneses, iraquíes, sirios…), podría seguir por ahí con ONG o ir a otro país y empezar de cero.

Empezar de cero es, precisamente, uno de los hándicaps que hay dentro del fotoperiodismo internacional, puesto que para periodistas jóvenes como ellos, es más duro hacerse un hueco ya que no conocen el terreno ni las fuentes. Se van abriendo paso por ellos mismos. Como recuerda Isidro, se subsistía con otro trabajo. “Al principio estaba en un hotel y servía desayunos, fregaba platos y me pagaban con comida y una cama. Después quedaba con mi compañera para ir a manifestaciones de sudaneses que estaban acampados que en la sede de Naciones Unidas. Más tarde vinieron los medios a interesarse y pude colocar alguna foto en El País”. Luego estuvo cubriendo otras masas de refugiados como los palestinos o los egipcios.

“En mi tiempo libre o por las tardes trabajaba con lo que quería. Un poco más tarde, estuve en el desierto tres meses con un beduino que vive allí para hacer fotos de un sitio inexplorado. Es turístico pero es un desierto abierto, como no pilles un 4x4 y un beduino, que conoce el terreno, no se puede explorar”. Un año y medio después, ese trabajo lo va a colocar en El País Semanal, en la Guía del Viajero de la Editorial Anaya, aunque aún no se han publicado. Como hacía con el hotel, con los beduinos intercambiaba sus fotos y una página web para subirlas a cambio de alojamiento. En el caso de Pablo, vivía de ahorros (estuvo trabajando una temporada en Elche haciendo fotos de zapatos) y en Perú intercambiaba fotos por comida en la ONG. Respecto a estas últimas, Isidro indica que con la que ha colaborado saca dinero pero no temas.

A la hora de intentar colocar temas propios, es difícil vivir de ello, al menos para periodistas más jóvenes que acaban de empezar como ellos. “Si te lo compran, tienes que tener margen de dinero porque ese dinero te lo van a pagar a dos meses vista, por ejemplo”, indica Isidro. “Podrías vivir así si tienes trayectoria y mucho vendido que te vaya llegando poco a poco y buenas cantidades, que vendas un tema de 1000€, luego otro de 800€ que tienes por ahí pendiente de cobro… Pero si esperas por uno de 200€, es obvio que no puedes vivir así”, apostilla Pablo. “Si quieres hacer trabajitos de 70€ o similares tienen que ser cosas que te pillen de paso, porque si no, no merece la pena. Aunque ahora también hay nuevos nichos para fotógrafos, como Instagram, con cuentas que te promocionan tus fotos”, prosigue. “Si vas a estar investigando, no vale la pena perder tanto tiempo para cantidades pequeñas”, matiza Isidro.

En ese sentido, este último asevera que lo que hace falta es tener un enganche, en la jerga de los fotoperiodistas, lo que se conoce como un fixer. “Es algo que no se ha hablado en la carrera de la UMH, el papel del conseguidor. Te hace de guía de las zonas candentes, dónde tienes que dormir, dónde hay cosas reseñables, las fuentes… Es la gente del terreno. En Siria se saben hasta el checkpoint para los extranjeros, la casa donde tiene que dormir para antes de que lo pongan… Lo bueno de Latinoamérica Am es que no hace falta tanto como en un país árabe”, apunta Pablo Miranzo. El propio Isidro también estuvo haciendo de fixer en el desierto de Wadi Rum.

Sobre la relación el resto de compañeros, Pablo señala que nada más llegar a Colombia ya tuvo buenos contactos y encontró más colaboración que aquí, de hecho vendió la primera foto por tres cifras. “Aquí los medios de Alicante tienen política de no comprar medios de fuera, usarla sí pero pagarla no. Allí hay mucho compañerismo, conozco más periodistas de allí que de aquí por encuentros”. Aunque también indica que aquí no es que sean muchos. En el caso de Isidro Serrano, colabora con un compañero local, cuando uno se entera de trabajos para hacer de la ONG, se informan el uno al otro.

Aunque aún les queda un largo recorrido, ya van asomando el hocico por el mundo fotoperiodístico. EN el caso de Isidro, sus fotos ya se han visto en El Mundo, Foreign Affairs, en el libro de viajes de Anaya, y en el programa de La 2 Héroes Anónimos. Por su parte, Pablo ha publicado en Diagonal y en Vice, donde más han pagado por foto, y sus trabajos hechos a través de Rumbo a Gaza se han visto en multitud de medios, aunque no ha visto un euro por ello. Envió las fotos a Associated Press y de allí llegaron a El País, El Mundo, Los Ángeles Times y medios israelíes o de EEUU. En su opinión, no cree que sirva para el nombre, “no vale nada. Hace más a veces un buen perfil en Instagram que otra cosa”, de hecho Isidro lo utiliza también a modo de currículum.

Respecto a las tarifas de publicación, señalan que “hay secretismo por los precios. En Inglaterra hay sindicatos de fotoperiodistas que tienen los precios de lo que paga cada medio, es público”. Los medios compiten para ver quién paga más, porque luego saben que el fotoperiodista busca al que más paga, cuenta Pablo. “Hay más secretismo entre los medios que entre los periodistas”, apunta Isidro, quien agradecería “más claridad” a los medios con las tarifas. En ese sentido, Pablo se muestra crítico y achaca esa falta de formación de saber cómo moverse a la carrera, “nos han hablado de el hombre orquesta, pero eso no vale”. De hecho, se apoya en el testimonio de Isidro, que pone como ejemplo a su compañera periodista Layla, que buscaba a alguien que hiciera fotos porque no podía hacerlo todo: escribir, editar foto, vídeo, relacionarse con el medio… No puedes estar con todo. Y si es para 80 euros tampoco, no vale la pena”, sentencia.

Respecto a su experiencia en países tan lejanos como los quehan visitado en Oriente Medio y América Latina, indican que no han tenido ningún choque cultural. “Yo estoy súper cómodo, por el idioma y porque la gente es muy hospitalaria. Hay mucha psicosis con el tema de la violencia, pero mucha gente vive muy tranquila y relajada y que es 15 veces más pobres que tú. Aquí no pasa nada en comparación, la gente está bien, somos unos privilegiados”. Sobreesa visión occidental que tenemos sobre esos países, apunta también que “estamos machacados con este sistema que te mina la moral, con trabajos poco gratificantes, pero esto de matanzas de sicarios, de bombas en Yemen, o de persecución de gays en Rusia… aquí no estamos tan mal”. Y sentencia al decir que “aquí hay muchas cosas que cambiar, pero es iluso pensar que la gente se vaya a movilizar de lanada”.

Por su parte, Isidro tampoco ha vivido ningún choque, de hecho, asegura que “nos parecemos más a un árabe que a un finlandés o un francés. En la forma de ser, se asemejan más a nuestro carácter: son hospitalarios, la forma de hablar, de sentarse, de reunirse en la calle y jugara las cartas y otros pasatiempos… En países del Reino Unido te miran mal y te ven como gente gritona y follonera, y ese aspecto follonero lo tienen los árabes”. Respecto a la visión occidental de países de otras culturas, relata que “cuando fui a Palestina vi que no es tan exagerado todo lo que cuentan de allí y en Jordania desmitificas cómo Oriente Medio es terrorismo y cómo en su caso (en referencia a Pablo) América Latina es drogas y sicarios”.  

De cara al futuro laboral y esas visiones, Pablo Miranzo reconoce que esos puntos de vista más transgresores son más interesantes: “Aquí todo el mundo habla de la yihad”. Aunque con esos reportajes de mayor profundidad, Isidro Serrano reconoce que “tienes que tener cuidado. Si abordas el tema de la droga o de la prostitución, la policía te busca, sabe dónde te mueves, te puede pinchar el teléfono, has de llevar cuidado con lo que haces y cuando se publique tu nombre”. Como anécdota, recuerda lo que le pasó en Israel, estuvo tres meses con permiso pero no les gustó que estuviera tanto tiempo allí, por lo que le recomendaron no volver en un par de años. “Cuando me hice el visado en Jordania, ya me conocían y me habían descrito los viajes que había hecho antes”. En resumen, vivencias que van aportando experiencia y que ayudan a estar más curtidos de cara a luchar por conseguir un nombre y poder vivir del fotoperiodismo, una profesión dura y que sin duda pasa factura y desgasta. Pero sin duda, a pesar de las piedras del camino es un trabajo gratificante y satisfactorio cuando se hace bien. Seguiremos viendo su trayectoria y cómo se van abriendo camino en este mundo por el que merece la pena luchar. Los grandes referentes han conseguido concienciar y poner sobre la mesa problemas que a menudo son invisibles o abiertamente injustos. Y como se suele decir, una imagen vale más que mil palabras. 


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