ELDA. Raúl Rico Martínez tiene 34 años y, desde mediados de 2020, es gerente de Fabricantes Martínez, una pequeña industria zapatera que debe su nombre a su familia materna. Además de su padre, la mayoría de sus miembros —incluido él— han dedicado sus vidas a la fabricación de calzado en la que siempre ha sido la cuna del sector: Elda. Ahora, con un equipo de entre 10 y 15 trabajadores y el apoyo personal y profesional de su mujer, Raquel Iñíguez, procura mantener su propia empresa respetando los valores bajo los que la creó: “Hacemos artesanía, no producciones masivas”, apunta.
A los 20 años —con el Bachillerato acabado y formación en idiomas—, Raúl entró a formar parte de la que entonces era una firma de calzado eldense conocida a escala mundial: Platino. Allí, aprendió durante una década sobre facturación, exportación y gestión administrativa en general de la mano del que siempre recordará como su mentor: Eduardo Bofill, la cabeza pensante de la marca. Cuando se disolvió Platino, trató de importar y vender vehículos eléctricos, aunque —cuenta— “era un producto muy costoso e innovador, por lo que nadie estaba a la vanguardia de incorporarlo a nivel nacional”.
Después de casi un año, decidió dejar el negocio del automóvil y atender a los clientes para los que había trabajado en el sector del calzado. “Dediqué gran parte del tiempo a escuchar a esos clientes que buscaban ese calzado especial, esa finura, ese zapato de calidad que ya no se fabricaba en Elda”, relata. Con el tiempo y la competencia desleal —asegura—, “todos apostaron por unas producciones masivas, de bajos costes”. “Lo único que querían era producir, producir y producir. Yo hui de eso, porque la rapidez y la calidad no van de la mano”, sentencia.
Al principio, funcionaron como una pequeña comercial de calzado en la que Raquel figuraba como autónoma. Ella se encargaba de los trabajos de oficina y él la ayudaba en la organización. Pasaron por muchos talleres pidiendo atención de calidad para esos antiguos clientes, pero viendo que no se la ofrecían, decidieron asumir la producción. “Fabricantes Martínez surge de los problemas con otras fábricas”, confiesa Raúl, consciente de los pros y los contras que conlleva dirigir un negocio: “Lo controlas tú, pero tienes muchos gastos y muchas preocupaciones, no solo del cliente, sino también de los proveedores y del personal”.
Con todo —se sincera Raúl—, su empresa se funda con “una cartera de clientes fieles” como único recurso. Además de trabajar con porcentajes de anticipos, la experiencia y los contactos le sirvieron de gran ayuda para conseguir los materiales que necesitaba: “Gracias a muchísimos proveedores que conozco desde la etapa de Platino y gracias a mi padre y a toda mi familia materna, que trabajaron en Kurhapies [una antigua fábrica de calzado eldense], he tenido las materias primas para poder empezar a trabajar”. La maquinaria, dice, la tiene alquilada con opción a compra.
En su pequeña fábrica, elaboran todo tipo de calzado —diario y de fiesta— para firmas prestigiosas incluso a nivel internacional. Y aunque no disponen de tienda física, también venden al consumidor final a través de su página web (un servicio que, reconocen, quieren reforzar). Ahora mismo —detalla Raúl—, cuentan con compradores de América, Miami, Santiago de Chile y Holanda —entre otros países—. A pesar de tratarse de una empresa nueva, admiten que la crisis también les ha afectado, pues la producción de cada pedido se ha reducido a la mitad. Aun así, Raúl es optimista: “Los clientes tienen productos sin vender, pero deben sacar colecciones nuevas. No nos podemos paralizar”.
En este tiempo, Fabricantes Martínez ha ido introduciéndose en sectores “más selectos” como el de la novia, un mundo —según Raúl— “muy amplio pero, a la vez, muy estrecho, porque los modelos son infinitos, pero no todo vale”. La innovación, en cualquier caso, es constante en su empresa: “Todos los días, esto es una batalla física y mental”, revela. Pese a ello, Raúl Rico Martínez tiene muy claras sus expectativas: “Mi proyecto de futuro es continuar; continuar con el calzado que hacemos, mejorando día a día la calidad, la atención y pudiendo exponer a los clientes qué es lo que hacemos y por qué lo hacemos”. Con ello, no solo lograría sus objetivos personales, sino también un reconocimiento social a su sector. “Caminamos todos los días”, concluye con reivindicación.