ALICANTE. El bombardeo de los nazis a cuatro pueblos de Castellón en 1938 enganchó a los directores Pepe Andreu y Rafa Molés para realizar su documental Experimento Stuka. Una historia prácticamente desconocida durante 75 años que les llegó a través de un profesor de la Universitat de València, Óscar Vives. Y ante la que se plantearon ¿cómo reflejarlo en imágenes para una película? Las maquetas que realizó Manuel Soriano en Elche fueron la solución.
Estos días Andreu y Molés están inmersos en el cierre de este trabajo que empezaron a tratar en 2014. Ahora, mientras finalizan los últimos detalles recuerdan la labor que hicieron con Soriano, presidente de la Asociación Ilicitana de Modelismo Estático. Con ellos empezaron a trabajar al principio del proyecto y con ellos lo cerraron el pasado noviembre.
El trabajo que hicieron con Soriano les permitió crear el teaser para poder vender el proyecto y conseguir financiación. En él aparecen maquetas que reproducen el aeródromo de La Sénia, casas derrumbadas, la caserna desde la que los nazis eligieron los objetivos, y un cementerio. Con ellas conseguían reflejar la imagen que querían: en el interior de Castellón Benassal, Ares, Vilar de Canes y Albocàsser se convirtieron en “el tablero de un juego de mesa”, como describen los directores.
Los 25 kilómetros que separan las cuatro poblaciones fueron bombardeados del 21 al 31 de mayo de 1931 por los Stuka, un nuevo modelo que la Luftwaffe alemana quería probar. Y esa aeronave fue precisamente la que llevó a Andreu y Molés a Soriano. “Nos escribieron un correo a la asociación porque buscando fotografías encontraron una reproducción que había hecho”, cuenta este último. “Como aeromodelista tocamos muchos temas y la temática de la Guerra Civil la conocía”, apunta. Lo que no sabía por aquel entonces es que la pieza que había montado se había llegado a probar en nuestro país. “El Stuka es un avión muy conocido de la Segunda Guerra Mundial, que tuvo muchas versiones”, explica.
En esta asociación ilicitana preparan anualmente un concurso nacional donde el realismo en los acabados refleja el meticuloso trabajo con el que abordan los proyectos. En este caso debían dejarlo de un lado, “no querían que se viera ese acabado para que se viera la esencia del documental, que los poderosos manejaban a las personas como marionetas”. A partir de un pequeño borrador y dibujos a lápiz con las escenas que querían trabajar Soriano y su compañero Gabriel Sánchez se pusieron a trabajar. “Elaborábamos una distribución con los elementos y ellos nos decían cómo lo querían distribuir para que tuvieran un efecto más dramático”, recuerda.
“Cada maqueta es con un personaje”, apunta Andreu, y con ellas preparaban diversas escenas, “se trata de relacionar momentos que son pinceladas”. Por ejemplo, la más grande de todas es de dos por dos metros en las que se reproduce el aeródromo de La Sénia con los camiones y aviones de la época, “todo muy detallado”. En otra, se muestra un campo de trigo donde un niño de quince años observa los tres aviones que llegaron a las siete de la mañana y soltaron las tres bombas. “Me parecieron una cosa rara pero imaginé que eran bombas, una cosa larga que caía, como una persona vestida de negro”, cuenta en el vídeo uno de los supervivientes. Andreu explica que tenían prisa por grabar aquellos testimonios dada la avanzada edad de estos, “de hecho, ya han muerto los cuatro este año”.
El pasado noviembre grabaron las escenas con los dioramas para el montaje final de la película. Fueron dos jornadas intensas de trabajo en un taller de las antiguas fábricas de zapatos del barrio de Carrús en Elche. “Era un plató perfecto por los espacios abiertos y el encanto que tenía”, dice Andreu. Grabarlo en Elche era necesario dado el gran tamaño de los dioramas preparados por Soriano y Sánchez, y además porque los retocaban in situ durante ese rodaje. Soriano recuerda detalles como el ajustar la cabeza de una niña rescatada para que se apoyara más en el pecho del padre o que un edificio derruido tuviera una parte más quemada. Confiesa que “acostumbrados a trabajar nuestro albedrío”, en el rodaje sintieron la presión del trabajo al momento, aunque lo que prima es el sentimiento de satisfacción de esta colaboración, “por el orgullo personal de ver reflejado en la pantalla tu trabajo”.
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz