Las elecciones del 10N, más allá de los resultados, han dejado dos consecuencias; el PSOE ha tenido rectificar su política de alianzas y Ciudadanos se ha quedado sin su líder fundacional. Lo del PSOE no sabemos cómo acabará: no lo tiene fácil Pedro Sánchez en tanto en cuanto depende del soberanismo catalán, y éste no funciona con la lógica de la política estatal, como ya quedó demostrado en el debate de los Presupuestos de 2019, que provocaron el adelanto electoral.
La otra gran incógnita es el futuro de Ciudadanos. Casi todos los cargos públicos se han abalanzado sobre Inés Arrimadas como lideresa natural mientras el politburó de Rivera ha ido plegando velas. En el caso de la Comunitat Valenciana, la caída de Rivera no ha hecho más que evidenciar las dos almas que habitan en la formación naranja: la dispuesta a pactar con el PSOE, si los socialistas -sin Pedro Sánchez- hicieran gestos de distancia con el nacionalismo; o la de llegar al poder con el PP, y con Vox, sin ningún tipo de miramiento.
Los posicionamientos también parecen claro en clave valenciana: la sucesión de Rivera les ha confluido a ambos bandos en respaldar a Arrimadas, otra debate es con qué objetivo, pero, por contra, ha acentuado las diferencias de los dos bloques. Por una parte, la diputada alicantina Marta Martín, con mejores porcentajes de voto que en otras provincias, intenta asumir ese liderazgo territorial en la organización, con varios mensajes: fue de las pocas que se abstuvo en el dilema lanzado por Rivera para ni siquiera abrir negociaciones con el PSOE de Pedro Sánchez -pese al clamor de patronales y parte de la prensa capitalina-. Y por otra, está Toni Cantó, que también quiere ganarse a Arrimadas con elogios y exigiendo cabezas, que ha quedado viudo de apoyo divino: era el vicario de Rivera en la Comunitat, y ahora resulta que el líder ya no está.
Y con Arrimadas por bandera, ambos bloques está librando una batalla para afianzar posiciones y en el que, más que autocrítica, hay una ajuste de cuentas con la exigencia de dimisiones por ambos bandos. Empezaron los de Alicante, este semana también se ha apuntado el entorno de Cantó.
De nada sirve todo ello. Al menos, por ahora, con la sangre del difunto caliente. En todo caso, lo que sucede en Madrid, pero no en la Comunitat, donde todos se agarrarán a sus cargos hasta que pase el temporal. Habrá que esperar hasta marzo, en todo caso, cuando se celebre el congreso y ahí, una vez encumbrada Arrimadas, ver qué rumbo el partido.
Está claro que la situación perdida es de oro. Deberían admitirlo. Lo fue ya no intentar la investidura en Cataluña, pero después la posibilidad de marcar posición, según las circunstancias -porque de eso se va la política, de tener un mensaje creíble y ejecutable de acuerdo con el contexto-, también ha esfumado: primero tras el 28A, en dos ocasiones, primero en mayo o junio; después, en septiembre. El 10N ya fue definitivo.
¿Cuál es la conclusión? Pues que la política no deja de fijar y establecer contrapesos y esos contrapesos hay que saberlos interpretar. Lo hizo el 28A, y lo ha hecho ahora la ulterior consulta. Y la situación más clamorosa no fue no saber leerlo, fundamentalmente después de las locales y las autonómicas de 29M. Y esos contrapesos se deben establecer en las instituciones, en el seno del partido, con el objetivo de no depender de los hiperliderazgos o de tener margen de cambio, si las circunstancias lo requieren.
Bien es verdad que la sentencia de los ERE ha dado justificación a las posiciones de Ciudadanos, pero lo triste, dimitido Rivera, es no disfrutar más alternativa que los 10 escaños que la formación naranja tiene ahora en el Congreso de los Diputados. Tampoco se trataba de venderse al mejor pastor, como no hizo Ciudadanos, pero ahora los de Arrimadas podrían disfrutar de más poder territorial o plazas institucionales de tronío para lanzar mensajes, fijar posiciones o discrepar. Si, eso tan sano en democracia que es discrepar -como sucede o ha sucedido en los grandes partidos sin que le apliquen la guillotina política.- Sólo han alzado la voz aquellos, unos a favor o otros en contra, que han hecho gala de una máxima de Ciudadanos: no tener apego al sillón, ni siquiera el interno. Han saltado algunos, pero no todos. Tampoco se trata de abandonar el barco en tropel.
Pues eso, si Ciudadanos quiere remontar el vuelo debe aprender la lección: la política no es ni blanco ni negro, hay una escala de grises que el contexto va aplicando en función del objetivo coral. A veces se acierta, o se falla -de lo que se aprende, y mucho-, pero el problema es que el Cs no le dio ninguna oportunidad a los matices, y dar un volantazo ahora también supondría restar credibilidad al proyecto. Pero alguna puerta abierta había que dejarse. Siempre.