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la nave de los locos / OPINIÓN

¿Es Nadal un monstruo de la naturaleza?

Foto: EFE/EPA/DEAN LEWINS

Una perla en un lodazal. Ese es Rafa Nadal en una España secuestrada por unas élites políticas y económicas que viven ajenas al sufrimiento de la mayoría. El tenista mallorquín sigue dándonos lecciones de humildad, coraje y entereza ante la adversidad. Es un héroe moderno del que deberíamos aprender   

7/02/2022 - 

Los mallorquines me caen bien. Los que he conocido no me han defraudado. Son educados, muy correctos en el trato, un tanto distantes al principio, pero luego se van abriendo a medida que toman confianza. Su carácter es diferente al del resto de los nacidos en el Mediterráneo. Supongo que lo de vivir en una isla explicará esta singularidad.

Recuerdo, entre ellos, a Pablo Llop, un caballero que parecía salido de un cuadro del Greco, secretario paciente y cortés de la entonces todopoderosa María Consuelo Reyna, exdirectora de Las Provincias, y a mi amigo y compañero José Martín, con quien coincidí en la Redacción de un diario nacional.

He visitado Mallorca dos veces en mi vida, en la primera década del siglo. Palma es una ciudad hermosa, idónea para pasear, en la que no me hubiera importado vivir unos años. También estuve en Valldemossa, donde residió Chopin un invierno, y se vende un licor de hierbas riquísimo. Conocí Inca, donde cené y tuve la oportunidad de hablar con el dueño del restaurante y exjugador del Albacete, Miquel Buades; y en el cabo de Formentor, que da nombre a un prestigioso premio literario. En la plaza de España de Palma cogí, como casi todo el mundo, el tren de época que lleva a Sóller, pueblo famoso por sus alpargatas.

Rafa Nadal en la final del Open de Australia. Foto: EFE/EPA/DEAN LEWINS

De Mallorca es uno de mis escritores favoritos, Llorenç Villalonga, falangista de primera hora, novelista de finura estilística, como puede apreciar quien haya leído Mort de dama y Bearn. Y en Mallorca nació aquel que nos dio otra gran alegría hace dos domingos, lo que es de agradecer entre tantas calamidades.

La última hazaña del tenista

Regresaba a València cuando me enteré de la victoria de Nadal en el Abierto de Australia. No quise ver el partido porque me pongo muy nervioso. Mi hermano, encendido con el triunfo del mallorquín, me envió un guasap para celebrarlo. Las radios contaban la hazaña del tenista con el acostumbrado lenguaje hiperbólico y previsible. “Épico”, “inenarrable”, “agónica” y todos esos adjetivos que deberían estar prohibidos en las facultades de Ciencias de la Información.

Cierto es que lo de este hombre, que atrás dejó la juventud, transciende los límites de lo deportivo para convertirse en un fascinante objeto de estudio de la biología y la psicología. Nadal se merece el calificativo que Cervantes le reservó a Lope de Vega: es un monstruo de la naturaleza.

“Nadal no es sólo un milagro porque le dé la vuelta a un partido perdido; lo es porque vive en una España que representa todo lo contrario a él”  

Los que hemos superado el ecuador de la vida ya no veremos a nadie como él. Es mucho más que el mejor deportista de la historia del país. En la hora de la retirada, que intuyo cercana, lamentaremos su marcha. Nadal es un milagro no sólo porque le dé la vuelta a un partido que tenía perdido frente a un gran tenista diez años más joven; lo es porque vive en una España que, además de no creer ya en milagros, representa todo lo contrario a él. Valores como el sacrificio, la humildad, el coraje, la paciencia frente a la adversidad y el patriotismo han sido olvidados en este país. Duermen en el cuarto de la limpieza, junto a la fregona y el palo de la escoba.

Rafa Nadal con el trofeo del Open de Australia. Foto: EFE/CATI CLADERA

La mayoría de los compatriotas dicen tenerlo como modelo, sentirse orgullosos de él después de asistir a sus proezas, pero muy pocos se atreven a imitarlo.

Un país envilecido por sus élites golfas

Nadal no el resultado de un éxito colectivo, sino la expresión de un genio individual. Así ha sucedido con los grandes españoles que se han dado en la historia: lo que consiguieron fue a pesar de sus compatriotas, nadando siempre a contracorriente, en un país que los castigaba con la indiferencia o la hostilidad. Y, sin embargo, necesitamos a héroes como Nadal en una España envilecida por sus elites golfas, cada día más pobre y cada día más injusta, en la que la mentira y la traición son monedas de uso corriente, el cambalache es espectáculo diario en las instituciones del Estado, mientras la lealtad y la franqueza son la extravagancia de unos pocos.

Necesitamos a héroes como Rafa Nadal que nos devuelvan la confianza en el país y saquen lo mejor de cada uno de nosotros, dentro de los márgenes impuestos por la vida. Un héroe es el espejo en el que todo pueblo se mira en tiempos recios como el actual.

Os confesaré un secreto. Nadal sería mi candidato si se presentase a la presidencia del Gobierno al frente de una coalición de centro-derecha, mal que les pese a los actuales dirigentes conservadores, timoratos, torpes y cenizos, que deberían aprender de la humildad, la osadía y el coraje de Nadal, el que en buena hora ciñó la raqueta.

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