ALICANTE. Ha sido suficiente con anunciar el regreso de Fran Escribá al banquillo del Elche para que al entorno de la entidad, deprimido por la marcha del equipo y la gestión del club, le cambie la cara y se muestre convencido de que el viejo ídolo logrará el más difícil todavía, una nueva permanencia en Primera División.
Escribá, uno de los entrenadores legendarios de un club con 98 años de historia, tiene por delante el reto de salvar del descenso a un equipo que se ha olvidado de ganar (dieciséis partidos consecutivos sin vencer) aunque con una plantilla que no está diseñada a su imagen y semejanza.
La opción de Escribá estuvo en mente de aficionados y dirección deportiva desde que Jorge Almirón, anterior entrenador, presentó su dimisión la noche del viernes tras perder en Vigo ante el Celta por 3-1, ya que consideraban al técnico valenciano como el único capacitado, más allá de sus conocimientos tácticos y su experiencia, para unir al entorno en busca del objetivo.
El único obstáculo pendiente era el del propietario, el representante argentino Christian Bragarnik, quien finalmente dio luz verde a la operación consciente de que su crédito entre la hinchada ilicitana estaba ya bajo mínimos.
Escribá, quinto entrenador con más partidos en la historia del club, llegó al Elche para afrontar su primera aventura al frente de un equipo profesional en la temporada 2012/13, en la que el conjunto ilicitano pulverizó todos los registros de la categoría.
Aquel "Elche de los récords" permaneció las 42 jornadas en la primera posición de la tabla y regresó a Primera tras veinticuatro años ausentes de la categoría.
En la temporada siguiente, el equipo ilicitano, con la base que logró el ascenso, logró la permanencia en la penúltima jornada tras igualar ante un Barcelona que se jugaba la Liga.
Su tercer proyecto no arrancó bien en lo deportivo. El equipo completó una primera vuelta decepcionante y estuvo en descenso y como colista durante varias jornadas, hasta que reaccionó en el mercado de invierno.
La imposibilidad de reforzar al equipo y los problemas en los pagos a los jugadores unieron al vestuario. El equipo, lejos de hundirse, protagonizó una segunda vuelta de ensueño y aseguró la salvación a cuatro jornadas del final, un hito casi sin precedentes en la historia moderna del club.
Fran Escribá, que acabó prácticamente como portavoz del club y en casi como oposición al presidente, José Sepulcre, supo caminar sobre el alambre durante toda la segunda vuelta y cimentó la permanencia en una gran efectividad en los duelos directos ante los equipos implicados en el descenso, ante los que fue casi infalible.
Su popularidad era de tal magnitud que el ayuntamiento de Elche aprobó dedicarle una palmera del Parque Municipal, tesoro de la ciudad, un honor solo reservado a personalidades muy relevantes.
Sin embargo, los problemas institucionales ya eran más que evidentes y Escribá optó por abandonar la entidad, pese a tener dos años más de contrato, ante la deriva del club, fraccionado socialmente, y la imposibilidad de diseñar un proyecto deportivo ambicioso a corto plazo.
Días después de conocerse el descenso administrativo, y en plena batalla judicial, Escribá anunció su marcha, dolido, cansado y desgastado de tantas batallas dentro y fuera del terreno de juego.
"Me llevo muchas heridas, pero sanarán", aseguró el técnico, quien añadió en su multitudinaria despedida que dudaba de que en algún sitio le quisieran como en Elche. Casi seis años después de su abrupta salida, el afecto de la afición permanece intacto y sus heridas por fin sanaron.