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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Entre los paisajes y la abstracción. Vuelve la pintura, si es que alguna vez se fue

 “Dedicarse al arte significa elegir una realidad donde instalarse”.
Jordi Teixidor

6/03/2022 - 

VALÈNCIA. Llevamos dos décadas del siglo XXI en los que las múltiples disciplinas del arte desafían a la pintura en su preponderancia. Más allá de la escultura en todos sus formatos y técnicas hallamos el arte conceptual, videoarte, recientemente el arte digital, además de las disciplinas más urbanas con el muro como soporte. Sin embargo, si el arte tiene un refugio donde acudir siempre ese es el del lienzo o el papel y, en definitiva, la pintura. A tenor de varias de las exposiciones que podemos visitar en la ciudad parece que esta ha vuelto, pero, realmente ¿alguna vez se fue?.

El Centro Cultural Bancaja desarrolla estos días una actividad frenética y ha decidido homenajear en una exposición comisariada por Sofía Barrón y Eduardo Alcalde a tres de los más importantes paisajistas valencianos que desarrollaron su carrera a lo largo y ancho del siglo XX. Se trata de pintor castellonense Juan Bautista Porcar, (1889-1974), el valenciano Genaro Lahuerta (1905-1985), y el nacido en la localidad de Antella, Francisco Lozano (1912- 2000). Tres nombres que conocerán muchos de ustedes porque su pintura ocupa no sólo colecciones públicas sino también es habitual hallarla en muchas colecciones privadas valencianas. Tres han sido los convocados, pero se podría haber añadido alguno más como Luís Arcas o Juan Ribera Berenguer si de paisajes valencianos hablamos. En este caso no es baladí que les haya añadido las fechas de nacimiento y muerte porque son esenciales tener en cuenta a la hora de valorar su obra pictórica. Estamos hablando de artistas que en su juventud conocen las vanguardias y en su madurez van creando un lenguaje que, de alguna forma, y en mayor o menor medida, no se sustrae al influjo de aquellas por mucho que nos hallemos ante un paisajismo que tampoco rompe con todo. Quizás ahí esté su difícil equilibrio y su personalidad.

Les invito a observar la exposición comparando y relacionando el camino estético de cada uno de los tres, empezando por dónde dirigen la mirada, pues se trata de miradas a lugares diferentes, y como la trasladan a sus lienzos. Si bien son artistas que no se sustraen a las corrientes figurativas resultantes de la evolución surgida de las vanguardias, más que una continuación de la corriente más clásica e iluminista de los paisajistas de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, cada uno de estos imprime una personalidad que los hace reconocibles en un simple golpe de vista.

Como sucede habitualmente la pintura evoluciona y muchas veces nos sumamos a la apreciación de una de las épocas por las que transcurre su arte. De Porcar me gusta especialmente la última etapa de corte mas fauvista y de perspectivas inconfundibles en cruces de caminos, pasos a nivel en que la vida urbana se fusiona con la naturaleza y los amplios cielos. Genaro Lahuerta cambiando por completo la perspectiva y poniendo la mirada en las tierras y sus cromatismos empleando campos de color que distribuye y representa con gran decisión y valentía, huyendo del detalle y mirando, aunque sea de reojo, a ciertas ideas expuestas en las premisas que con Cézanne darían paso a los postulados cubistas. Francisco Lozano logra sin embargo la ruptura desde otro punto de vista puesto que él sí que entiende las texturas de los paisajes (dunas e interior) a través de sus detalles vegetales concretos aunque los exponga a través de un impresionismo simplificador inconfundible.

Paisaje de Genaro Lahuerta

Sin salir del edificio y en buena parte de su producción sin salir del lienzo, vamos a dar un salto temporal con la exposición retrospectiva que comisariada por Fernando Castro dedica la institución a José Sanleón, después de más de 30 años cuya trayectoria ha estado presidida por la una gran coherencia y la permanente exploración aunque eso conlleve romper por completo con lo anterior. No es contradictorio ser coherente con la incesante e impulsiva búsqueda de resultados que, en el caso de este artista, son imprevisibles. Unos resultados, eso sí, que siempre tienen marchamo de calidad que es el verdadero hilo conductor además de una mirada muy pegada al terreno que habita. De entre las corrientes de vanguardia que transitan de arriba abajo todo el siglo XX y parte del XXI nos podemos situar más cerca de unas propuestas o de otras. No puedo ocultar que personalmente mis filias se centran en aquellos artistas que transitan con todo el riesgo que ello conlleva, por el estrecho margen entre la abstracción y la figuración, resolviendo el enigma como si en realidad se tratara de dos caras de una misma moneda y por tanto entienden que toda figuración tiene parte de abstracción y esta última puede remitir a figuraciones que nos rodean y que podemos identificar. Ahí se encuentra en muchas ocasiones el arte de José Sanleón y su invitación a que, a partir de unas premisas, participemos e imaginemos. Al ser una muestra antológica Fernando Castro ha procurado citar todas las series temáticas como o El esclavo (ya histórica), Laberinto, Manhattan, Paisajes, Domus Dei, Seu o Devesa. Y además de lo puramente pictórico como artista total que es, podemos ver escultura adherida al muro, fotografía incorporada al lienzo, serigrafía, y por supuesto, óleo sobre lienzo. Lo mismo sucede con los materiales: no se deja ni uno (madera, papel, aluminio, lienzo, lonas de camión, ladrillo, etc).

Por si fuera poco, una tercera exposición, sin abandonar la plaza de Tetunán, de nuevo eminentemente pictórica recoge la obra de tres maestros que necesitan poca presentación Pinazo, Sorolla y Mongrell: pintura en torno a 1900, y que es complementaria para comprender la evolución de la dedicada a los tres maestros del paisaje y de allí dar un salto a José Sanleón. Son capítulos de una misma historia.

Se trata de una pequeña muestra puesto que no sobrepasa las diez obras que provienen de la misma colección de la Fundación Bancaja, de la Casa Museo Pinazo en Godella, cuya visita recomiendo vivamente y de otras colecciones particulares dedicada a proyectos y encargos que recibieron para decorar estancias privadas de edificios valencianos.

Mongrell es el artista de los tres que podría ser menos conocido popularmente y que merecería más atención por ese contrapunto a los dos monstruos con los que comparte muestra. Es este artista, quizás, un verso suelto en la pintura valenciana del momento con esa mirada de una mirada contenida, mesurada y de evidente clasicismo formal, armonía de trazas orientales incluso. Alegoría de la música de 1908 destinado al edificio Ortega situado en la Gran Vía Marqués del Turia 9 es un claro ejemplo de lo que decimos.

De Joaquín Sorolla se expone Yo soy el pan de la vida (1897), realizado por encargo de Rafael Errázuriz para su casa en Valparaiso (Chile), junto a tres apuntes realizados por realizados en Biarritz y San Sebastián. Podemos ver asimismo a un poco conocido Pinazo que flirtea con el erotismo bajo la apariencia de una escena mitológica, lo que no es nada habitual en su producción pictórica, aunque sí es cierto es que inicialmente el artista de Godella se acercó en diversas ocasiones a la temática más clásica con obras como Niño tocando el aulós que también se expone.

José Sanleón ante uno de sus lienzos en Bancaja

Mas pintura en el IVAM: Teixidor y Pinazo

No es nada fácil hacer buena abstracción alcanzarla es una suma de premisas que ni siquiera son sencillas de poner sobre el papel. Más difícil todavía es hacer un ejercicio de abstracción y búsqueda durante sesenta años. Coherencia mantenida, relaciones cromáticas, composición…De todo ello, a estas alturas, no hay que explicarle nada a un maestro y académico como Jordi Teixidor (1941), uno de los últimos históricos de la vanguardia valenciana y española, todavía en activo y en buena forma.

El titulo Final de partida, se trata de otra retrospectiva (la segunda que le dedica el IVAM, después de la de 1997), al igual que el caso de Sanleón aunque en el caso de Teixidor estamos hablando de seis décadas de producción, desde los años sesenta a la última obra del artista. Para una mejor comprensión de la exposición se ha completado la muestra con cuadernos, notas esquemas o dibujos previos que nos revelan que la aparente inmediatez del proceso de abstracción pictórica es en artistas como el nuestro una suerte de trampantojo de un proceso intelectual de elaboración compleja y meditada. Es algo que conforme se va tomando contacto con su pintura nos va revelando sus secretos. Una pintura de enorme elegancia tanto en sus obras más expresionistas y gestuales como en los grandes lienzos mas cercanos a la abstracción geométrica de Barnett Newman y otros.

La estación de término de este viaje pictórico nos hace retroceder en el tiempo con la amplia exposición dedicada al ya citado Ignacio Pinazo y que ocupa la totalidad de la Sala de la Muralla. Una muestra para dejarse llevar por el genio del gran artista de Godella desde los grandes formatos de un impresionismo casi temerario, aunque consciente de su enorme técnica hasta las pequeñas tablas que se agigantan y se extienden por la alargada sala desde sus escasos centímetros.

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