ASPE. Se ha convertido en un verdadero clásico. Es frecuente encontrar en él a gente de toda la zona, sobre todo a esos núcleos de melómanos que suelen converger en las citas musicales interesantes de la provincia. El genuino Aspesuena, que ha demostrado cómo hacer un festival municipal, gratuito, a modo de reclamo turístico para una población pequeña, se ha consolidado como una de las citas obligatorias para cualquier amigo de la música independiente en el territorio. Este año más centrado en los artistas patrios.
Tras varias apuestas como las de The Posies o The Wedding Present, el Aspesuena volvía a tener años después un cartel puramente formado por grupos españoles, con los que hizo una foto para retratar parte de la gran diversidad que conforma el panorama nacional. Rusos Blancos, Bigott, The New Raemon, Triángulo de Amor Bizarro, Ángel Stanich y We Are Standard!, fueron los encargados de disparar desde varios ámbitos, el independiente, uno más folk, el electrónico o incluso el noise. Uno de los máximos exponentes del folk, a veces desde un plano más solista y otro más folk rock, entre coordinadas más cercanas al público indie, fluctuó el zaragozano Bigott y la banda con la que vino a mostrar su potente chorro de voz.
De alguien con una barba así se espera algo muy potente en un directo, y como apunta Loles&Puig, su puesta en escena fue muy original, rozando el histrionismo, construyendo un personaje impredecible pero divertido. Algo que acostumbra a hacer frente al micrófono. Eso sí, ese personaje demostró su talento para ir calentando motores en la Plaza de Santa Bárbara —donde habían tocado antes Rusos Blancos, a los que no llegamos—. Venía también con nuevo disco, Candy Valley. Con casi nuevo trabajo —llegará en septiembre— venía también bajo el brazo el catalán The New Raemon, que presentó algún tema, y también su versión más solista, siempre abrazado a los medios tiempos o a temas más lentos como ‘Por Tradiciones’ o ‘Reina del Amazonas’.
Temas vitales que sonaron bien, ante una cantidad de público que iba entrando tímidamente a ver al padre de las hermanas que forman Mourn, aunque se esperaba algo más de fuerza, aunque al final, con temas como ‘Gracia’, originalmente junto a McEnroe, acabó con esa tendencia más en punta. Quien sí provocó más bailes y coros fue Angel Stanich con ese aura de coincidencias entre el pop, el rock y el folk de nuevo, combinando su guitarra acústica con la coraza más rockera de sus compañeros. También hubo momento más relajados como ‘La Casa de Dios’ o ‘Carbura’, aunque tiraron por esos ritmos de batería pegadizos que tanto enganchan entre el público del indie mainstream. Como era de esperar, después de su descarga de vitalidad, cerraron con ‘Mátame Camión’, con bastantes asistentes, más apretado todo, y con las primeras filas acechando el escenario.
Después de esa asistencia más densa, se abrieron más huecos con los gallegos Triángulo de Amor Bizarro, más cañeros y con un horario más tardío, empezaron a sacar a relucir su noise por si alguien se quedaba durmiendo. Lo tuvieron difícil, porque el grupo gusta de apretar los pedales a todo gas, como demuestran algunos de sus últimos temas, como ‘Barca Quemada’, ‘Nuestro Siglo Fnord’ o ‘Luz del Alba’. Estas dos, demostrando una vez más el torbellino que pueden ser en directo y la pasada que sigue siendo su batería, una auténtica fiera. Eso sí, a veces, como pasaba en antaño, ese monstruo de sonido a veces es difícilmente controlable, y hubo varios momentos de esos en los que la voz quedaba ahogada entre tanta distorsión.
Cacofonías que se olvidan rápidamente cuando te suenan a unos metros misiles directos a los tímpanos como ‘Amigos del Género Humano’, de un ya lejano Año Santo de 2010, con el grupo controlando a sus demonios. Potentes pero melódicos, construyendo esos pequeños himnos que lo tienen todo para ser generacionales. No tanto por las letras, que también, pero sobre todo por la actitud que desparraman sus temas. En ese sentido, hubo un repaso a grandes temas más recientes como ‘Robo Tu Tiempo’, aunque se echaron en falta algunos, como ‘Euromaquia’, que vendría tan bien hoy otra vez, o sobre todo ‘Ellas Se Burlaron de Mi Magia’, probablemente el mayor obús que tienen hasta ahora. No sonó esa hostia cósmica con su cambiazo de ritmo, pero sí llegó para cerrar uno de sus clásicas, esta vez sí, generacionales: ‘De La Monarquía a la Criptocracia’. Y ahí ya hay pocas discusiones, bailes, sonrisas de oreja a oreja y a saltar como si el suelo ardiera.
Más bailes fueron los que ejecutaron quienes se atrevieron a quedarse hasta el final de la noche, esta vez con los vascos We Are Standard! con un buen equipo de luz para acompañar su fiesta a mitad de camino entre el pop y un dance amable para todos los públicos, ideal para cerrar con buenas vibraciones en el cuerpo. Y recordando, una vez más, que para hacer eventos de calidad, e incluso gratuitos, entendiendo la cultura como algo que compartir y de lo que nutrirse, alejado de términos mercantiles, no hacen falta presupuestos astronómicos. Aspe lo lleva demostrando siete años.