La organización del dispositivo requiere varios meses de planificación previa para coordinar, en los días de Fogueres, a más de 1.500 personas entre bomberos, agentes de policía y voluntarios de Protección Civil que velan por la seguridad
ALICANTE. No ha sido fácil la puesta a punto. A pesar de la recurrencia de elementos básicos y de la experiencia acumulada año tras año, lo cierto es que la organización del dispositivo de seguridad necesario para que una fiesta multitudinaria y volcada en la calle, como la fiesta de Fogueres, transcurra sin incidentes de consideración, requiere de varios meses de planificación previa. No en vano, se trata de procurar que cerca de un millón de personas, entre alicantinos y visitantes, puedan disfrutar de la celebración sin riesgos.
Para ello, se encaja el trabajo de más de mil quinientas personas, entre bomberos del Servicio de Prevención y Extinción y de Incendios (SPEIS), agentes de Policía Local y Nacional, y voluntarios de Protección Civil, a través de varias reuniones de coordinación internas de carácter periódico que culminan con la Junta de Seguridad, en las semanas previas al inicio de los días centrales de las fiestas. Pero la realidad es que, más allá de las cifras de efectivos, que se adaptan con operativos especiales como el previsto para la nit de la cremà, aspectos como la organización de accesos y las medidas de evacuación de eventos tan consolidados como el disparo de las mascletaes del concurso pirotécnico llevan diseñándose al menos desde mediados del mes de marzo.
«Las reuniones periódicas con los técnicos de Transportes y de Ocupación de Vía pública vienen celebrándose desde hace meses», explica el edil de Seguridad, Julio Calero. La prioridad es «detallar los puntos de corte de tráfico y la distribución de itinerarios de acceso peatonal y de evacuación, en caso de que se registre un posible incidente, tanto en el montaje de racós, barracas y monumentos, como en la plaza de Luceros», añade.
Pese a que pueda parecer que el operativo es el mismo que se viene instaurando en años previos, siempre se aplican modificaciones para responder a cambios que puedan producirse como consecuencia del desplazamiento de algunos montajes o por las nuevas características que puedan tener los recintos festeros en cuanto a tamaño, ubicación o disposición. Se trata de incorporar ajustes que puedan «mejorar el desarrollo de las fiestas», incide Calero. Ese trabajo arranca, además, con una tarea que muchas veces resulta invisible, relacionada con el diseño de los recintos festeros de cada barraca o comisión, y con la tramitación de las autorizaciones que resultan imprescindibles para que puedan instalarse sobre la vía pública.
En ello se afanan, desde hace varios meses, los técnicos de las concejalías de Fiestas y Ocupación de Vía Pública, en coordinación con el SPEIS, a partir de las propuestas elaboradas por arquitectos proyectistas con las que se acompaña cada solicitud. «Es un trabajo que está muy estandarizado con la Concejalía de Fiestas», explica el responsable del departamento de visados del Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante, José Manuel Román. «Se requiere de dos proyectos, sin necesidad de visado, para los que la concejalía proporciona dos modelos sistematizados que facilitan la labor. Se trata de una memoria técnica para la instalación de la barraca o de la hoguera y de un plan de emergencias», detalla el técnico.
«Un elemento muy importante a tener en cuenta es el aforo, ya que, por ley, no se permite que esos recintos superen las mil personas», precisa. «También se concreta la distribución de mesas; vallado, para el que no se permite ocupar aceras; ubicación de baños y cocinas; si hay carpa, incluyendo una pequeña memoria técnica con el material que se va a utilizar; características y ubicación del cuadro eléctrico; elementos de seguridad, como la localización de extintores, y de la señalética informativa sobre los puntos de salida, una o varias, en función de cada caso», señala Román.
El objetivo es «tener controlada esa implantación con el detalle de las medidas sobre la seguridad de las personas». Unos proyectos que son válidos para tres años, aunque se deben renovar si hay novedades normativas o cambios en las ordenanzas, según recalca. Y otro tanto sucede por lo que respecta al plan de emergencias, en el que, añade Román, «se debe precisar la disposición de un botiquín, se insiste en los recorridos de evacuación y, además, se designan personas responsables en cada barraca encargadas de organizar la toma de decisiones si hay una situación de emergencia».
Ese trabajo queda sujeto, en consecuencia, a la supervisión directa de los bomberos, según explica el oficial del SPEIS y jefe del operativo de la cremà, David Moratilla. «Nos encargamos, sobre todo, de revisar bien los cambios de ubicación, en los casos en los que se haya solicitado instalar un recinto en otra calle, o la ampliación de un racó o una barraca», explica.
«Tenemos que autorizarlo, supervisando in situ el lugar propuesto, y lo hacemos antes, sobre plano; en el proyecto presentado, y también después, una vez instalados», recalca. En realidad, se trata de una organización que se divide en tres fases. «En la primera, revisamos la zona en la que va a ir el racó, la barraca o el monumento de una hoguera para comprobar la cobertura de hidrantes, accesibilidad, itinerarios preferentes, mobiliario urbano como arbolado, alumbrado, instalaciones de gas y de luz. También los entornos: si hay un edificio singular o la tipología de los edificios próximos», precisa.
La segunda fase se desarrolla ya en Fogueres. Se trata de poner en práctica la coordinación. «Los jefes de equipo que van a acudir a la cremà revisan el recinto, junto al responsable de seguridad de cada comisión, para indicarle necesidades concretas, al margen de que ya se haya organizado una jornada previa para plantearlas», añade Moratilla. «En ese momento, se detalla el orden en el que se va a quemar esa hoguera, el corte de luz, dónde van las vallas, etcétera, para agilizar la cremà e intentar que esté preparado, incluida la coordinación con el personal de parques y jardines y la disposición de vehículos del parque móvil», concreta.
Y la tercera fase ya es posterior a la cremà propiamente dicha. Es casi un anticipo de la preparación para el año venidero. «Cuando las fiestas han terminado, cada equipo elabora un informe de la cremà de su hoguera y hacemos una valoración de las incidencias que se hayan producido en cuestiones como el estado de los hidrantes, la presencia de una línea aérea que no estaba ahí…, en resumen, se trata de informes que se estudian para intentar solucionar esas situaciones puntuales para el año siguiente», apunta Moratilla.
Toda esa organización se complementa y se refuerza, además, en el momento de la cremà de los 188 monumentos con un dispositivo específico, en el que las comisiones quedan a las órdenes dispuestas por la Concejalía de Fiestas, por los bomberos del SPEIS y por Protección Civil en función de las particularidades de cada monumento y del lugar en el que se planta. «En esas disposiciones, se incluye la obligación o no de colocar lonas ignífugas en las fachadas próximas, y la organización de los perímetros de seguridad», concreta el responsable de visados del Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante, José Manuel Román. Y así lo corrobora Moratilla, quien precisa que, en esa noche, la ciudad se divide en seis sectores a los que se asignan seis equipos, cada uno formado por un mínimo de tres bomberos, que cuentan con el apoyo de Policía Local, de voluntarios de Protección Civil y de vehículos del Parque Móvil municipal.
«Con esa división, y el trabajo de ciento sesenta efectivos entre mandos y bomberos —además del apoyo del Consorcio Provincial de Bomberos—, conseguimos que el conjunto de los monumentos quede apagado en torno a las 3:30 horas de la madrugada», detalla. Entonces, al margen del lógico agotamiento por el trabajo realizado, queda el rédito de la satisfacción que proporciona haber contribuido al desarrollo de las fiestas. «Al final, a los bomberos nos gusta participar en todo esto porque es hacer nuestro trabajo y, a pesar del esfuerzo que supone, tiene su encanto. Lo que está claro es que ser bomberos nos encanta, y las Hogueras también», concluye.