L.- La Sonrisa Vertical
VALÈNCIA.- A estas alturas del año parece que poco quede por decir sobre el cineasta valenciano. Colecciones en museos, retrospectivas por parte de la Filmoteca Española, proyecciones en festivales como el de San Sebastián… Sin duda García Berlanga está colmado de flores y gloria en este año en el que se celebra el centenario de su nacimiento. Quizás, una de sus facetas menos conocida es la de editor literario. Así es.
En la época del destape, el director valenciano contribuiría a ir normalizando el erotismo en la literatura. Y esto se debe a que hace unos cuarenta años, el director de La escopeta nacional creó y dirigió, junto con la editora Beatriz de Moura, una colección de literatura erótica denominada La Sonrisa Vertical, que tendría un premio anual con el mismo nombre. Su motivación era buscar relatos secretos, que hubiesen estado confiscados en la mente de sus creadoras por la fuerte represión moral que había vivido el país hasta el momento. Así, a principios de los 70, de la mano de la editorial Tusquets surgió esta colección de libros rosa que acabaría por publicar y descubrir a escritoras como Almudena Grandes.
No podemos jugar a ser los psicoanalistas de Berlanga, pero no era un secreto aquello de que le interesaba el erotismo, y así lo expresó en algunos de sus films, como Tamaño natural (1974). Probablemente como una respuesta a un ambiente social oprimido y el ansia de explorar y expresarse libremente con la llegada de la Transición. Pero también le venía de familia. Al parecer, cuando el director conoció a De Moura, editora del sello, simpatizaron rápidamente, pues ambos añoraban obsesivamente las bibliotecas de sus padres y los dos compartían muchas lecturas en la tradición erótica francesa. Así es como, en uno de esos encuentros, surgió la idea de alumbrar La Sonrisa Vertical como colección.
Más allá del interés en la biblioteca familiar, el erotismo en Berlanga se aleja del romanticismo; es más bien un espacio privado en el que cobijarse y que tiene que ver más con sus contradicciones y sus demonios personales. Piense que siempre decía que le daban miedo las mujeres porque no sabía cómo relacionarse con ellas. Estas peculiaridades las refleja por ejemplo a través del personaje de Michel Piccoli en Tamaño natural: cuando su afición a las muñecas se vuelve pública, él entra en un proceso de autodestrucción. O a través del Marqués de Leguineche que, cuando es descubierto con su colección de pelos púbicos, se pone histérico.
El proyecto debutó con La ilustre y gloriosa hazaña del cipote de Archidona (1977), de Camilo José Cela, un texto grotesco y galante inspirado en la noticia de una pareja que había sido sorprendida en actitud amorosa en un cine de pueblo. «España se está poniendo cachonda», llegó a decir Cela durante la presentación de la colección.
Aunque la primera convocatoria del Sonrisa Vertical fue una pequeña decepción, con los años iría adquiriendo fama y los best sellers —que solían ser escritos por mujeres— llegaron a tener tiradas de más de 15.000 ejemplares. Y a medida que la colección encontraba lectores, Berlanga intuía que debía haber escritos obscenos ocultos durante la dictadura; por ello, en 1979 crearía un premio con nombre homónimo al de la colección. Tras el gran éxito y acogida, no obstante, para 2004, el premio se declaró desierto y supuso el fin del galardón y de la colección.
¿Las razones? Son varias. Hay quien apunta que fue porque el erotismo ya estaba normalizado, por lo que no hacía falta una colección expresamente para tal. Otro apunte quizás más encaminado sea por una cuestión de modas, pues mientras aquella literatura ‘noble’ desaparecía, su hermana más pop, la novela romántica, iba a sobrepasarla y a ser un éxito en el mercado. Y si no, contesten a esta pregunta: ¿Qué novela erótica de los últimos años conocída por todos podría nombrar? No hay nada más allá de 50 sombras de Grey y ni siquiera es erótica.
En esta entrega, Berlanga se ríe de todos, señalando a un sistema de vida que permite a la mujer fingir una enfermedad mortal para que el marido le otorgue sus caprichos, pero ni esa hábil venganza es producto de la inteligencia de ella ni el marido es un prodigio de bondad y clarividencia. Una caricatura que la prolongaría en sus siguientes películas: Vivan los novios (1970) y Tamaño natural (1974). En la primera, dibujando el engranaje social que oprime al hombre que no quiere casarse; mientras que, en la segunda, es su propia intimidad la que acaba por autodestruirle.
No son baladí los nombres iniciales que iba a tener La boutique. Al principio iba a titularse La víctima, para definir al marido, y luego Las pirañas, para describir a la esposa y a la suegra, nombre con el que al final se exhibió en algunos países.
Tras los problemas de acogida que tuvo El verdugo (1963) se consideró La boutique como obra menor en la filmografía del valenciano. Una película que también, cómo no, tuvo dificultades en su rodaje, pues al estar filmada en Argentina por cuestiones de coproducción, obligó a eliminar del reparto a su crew de actores habitual y a utilizar un estilo más refinado, con menos espacio para el humor negro. Pero solo basta una relectura para percibir que contiene la acidez y rebeldía propias del cineasta valenciano. Y es que no es que Berlanga no rodase más películas por pereza, sino por los obstáculos que tenía que superar hasta verlas hechas realidad.