VALÈNCIA. El fotoperiodista Biel Aliño se presenta así: “Nací en una planta baja de Benimaclet en 1983. Estudié fotografía en la EASD y la mayor parte de mi trayectoria profesional la he desarrollado en el periódico El Mundo y en la Agencia EFE, para la que trabajo actualmente. Hasta el año pasado formé parte de la directiva de la Unió de Periodistes Valencians desde donde hemos tratado de defender los intereses de los fotoperiodistas e impulsado el proyecto cultural Fragments orientado a fomentar el fotoperiodismo en la Comunitat Valenciana”.
El trabajo de Aliño abarca desde temas locales como la Tomatina de Bunyol o las Fallas, hasta reportajes para Rally Dakar en Arabia Saudí u otros temas de política internacional. “En 2014 viajé a Pakistán a documentar unas protestas en contra del gobierno por presunto fraude electoral. Fue la mayor manifestación organizada hasta la fecha en el país que acabó con una acampada frente al parlamento. Aproveché también el viaje para documentar un campo de refugiados afganos y desplazados internos que huían de zonas de conflicto. Finalmente no publiqué nada de ese material. El viaje me sirvió para comprender cosas, pero no tenía claro que mi trabajo fuera a aportar nada nuevo e incluso podría perpetuar estereotipos, no sé, igual simplemente fue por incompetente o miedo al fracaso y el resto son excusas”.
“Durante la pandemia siempre recordaré la primera vez que los ancianos de una residencia pudieron volver a abrazar a sus familiares a través de un plástico para evitar contagios después de tres meses sin poder verse, pero sin duda el trabajo que más me ha marcado lo realicé a finales del año pasado. Tuve la oportunidad de contar la historia de María, una de las primeras personas en España en acogerse a la nueva ley de eutanasia. Pude comprobar como un avance social puede ayudar a las personas a dejar de sufrir. El hecho de que me dieran acceso a documentar una situación tan íntima y personal fue una responsabilidad muy grande. Tenía miedo de no saber comunicar la historia tal y como los familiares lo estaban viviendo sin sensacionalismos”.
Su memoria —y la memoria de las tarjetas de sus cámaras— está anclada a los vaivenes políticos y sociales de la ciudad: “Tengo grabada una imagen de las elecciones autonómicas de 2015 donde se ve a la que fue alcaldesa de València durante 24 años, Rita Barberá, abatida tras la debacle electoral. Yo había vivido toda mi carrera profesional con el PP al mando de las instituciones y ver la cara de la alcaldesa llegando a la sede del PP fue algo que recordaré toda mi vida. Tengo que confesar para los defensores del binomio fotografía/verdad que en la imagen la alcaldesa mira al suelo para no tropezarse con unos cables de luz que cruzan en el suelo, pero ese gesto creo ayuda a reforzar el mensaje de derrota y la atmósfera que se respiraba en ese momento”. Esta cuestión, la de qué encuadre escoger, qué dejar dentro o fuera, nos conduce a la reflexión sobre hasta qué punto la imagen ha de buscar el efecto dramático. “La mejor barrera para no pasarse de sensacionalista es tener un buen editor que te pare los pies.No hay que confundir la utilidad de la creatividad para comunicar con el efectismo. Hay imágenes que llaman la atención a golpe de vista, ya sea por una composición forzada, el uso de lentes extremas o mediante el retoque de la fotografía, pero que todos esos recursos no aportan nada de información”.
“Nuestro trabajo se basa en comunicar historias que afectan a terceras personas y antes del deseo de mostrar nuestras mejores fotos está el derecho al honor y la intimidad de las personas retratadas. Esto es fundamental para no fomentar la desconfianza de la sociedad hacia los medios de comunicación y que puedan confiar en nosotros para confiarnos sus historias”.
Según Aliño, en el periodismo valenciano “faltan derechos laborales. En Valencia hay magníficos periodistas y fotoperiodistas pero es imposible garantizar un trabajo contrastado y de calidad sin unas condiciones laborales medianamente dignas. La mayoría de los medios de comunicación se mantienen gracias a becarios, contratos en prácticas y colaboradores que en su mayoría llegan a ser falsos autónomos. En las redacciones también se tiende a pensar que solo con periodistas ya haces una periódico y se renuncia a puestos esenciales como editores, correctores, coordinadores, fotógrafos, diseñadores, community managers, etc., que son esenciales para que el esfuerzo de los periodistas salga reflejado”.
Para dignificar la profesión del fotógrafo, además de los mencionados derechos laborales, este fotógrafo considera que sería de gran utilidad la creación de un grado de fotoperiodismo en la escuela pública. “La formación pasaría por estudiar muchos trabajos que se hayan hecho previamente, estar informado, conocer bien la legislación sobre los derechos que tienes que equilibrar durante el día a día en el trabajo como la libertad de expresión y el derecho al honor y la intimidad personal y muchas prácticas. No sé, este trabajo no es tan complicado”.
Esta distinción y el correspondiente estudio de la ética periodística ayudaría a evitar los aspectos más negativos del denominado periodismo ciudadano. “El problema es que muchos medios de comunicación publican imágenes sin conocer la fuente y sin comprobar si pueden estar manipuladas. Las imágenes que se obtienen de las redes sociales o de forma anónima te pueden servir de fuente, pero luego debería haber un profesional que contrastase esa información. Creo que no hay que descartar ninguna herramienta que tengas al alcance que te ayude a obtener información”.
Esto no es óbice para la defensa del periodismo ejercido desde todas las capas de la población: “Quien se dedica al fotoperiodismo lo hace en parte porque tiene la necesidad de documentar y es legítimo que todo el mundo pueda satisfacer esa necesidad, el derecho de información es para todos los ciudadanos por igual y no solo para que lo ejerzan los profesionales”.
El periodismo se puede enseñar, pero se perfecciona a base de observar lo que hacen otros profesionales. “Mi manera de fotografíar se la debo a mis compañeros y compañeras de profesión. Todo lo que sé lo he aprendido de ellos, preguntándoles, observándoles trabajar y comprobando el resultado al día siguiente en los periódicos. Eso lo sigo haciendo a día de hoy. A quién me gustaría parecerme de mayor por unas cosas u otras es a Ricardo Cases y Lua Ribeira.
Tanto Cases como Ribeira practican un tipo de fotografía en la que el componente artístico se imbrica con lo informativo. ¿Puede entonces convivir el componente creativo con el tipo de demanda que se hace desde los medios generalistas? “No solo creo que puedan convivir sino que se debería fomentar. Eso no significa que esos trabajos vayan a ser menos documentales o menos fieles a los hechos informativos, todo lo contrario, esa creatividad debería ayudar al lector a asociar ideas y conceptos y facilitar la asimilación de la información. Una vez leí algo así como que la fotografía tiene un componente de realidad tan alto que puedes llegar a pensar que lo que ves es la verdad”.